En 1997, el Libro de Récords Guinness nombró a a Emilio Scotto como “El más grande viajero de la historia en motocicleta” tras recorrer más de 735.000 kilómetros, título que todavía conserva. En su periplo vivió situaciones extremas, terremotos y hasta una tortura injustificada
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Emilio Scotto era visitador médico, tenía una vida rutinaria, pero un día decidió que quería viajar. Quería dar la vuelta al mundo y concretar así un sueño de niño. Lo hizo dos veces. Y en moto. Estuvo viajando diez años, dos meses y diecinueve días, en una moto que hoy está en el Museo del Riverside Resort and Casino Hotel en Lauhin, Nevada (Estados Unidos), a 45 km de Las Vegas.
Abandonó Buenos Aires con apenas 300 dólares en la billetera para dar la vuelta al mundo en su fiel compañera, una Honda Gold Wing 1100, Interstate, modelo 1980, que tiempo después un presentador de la TV neoyorquina bautizó como Black Princess (Princesa Negra).
Su viaje alrededor del mundo se extendió ininterrumpidamente entre 1985 y 1995, período en el cual visitó 280 países (de los cuales Guinness reconoció 214), en todos los continentes.
“La historia nace cuando era muy niñito. A los 7 años mi madre me regaló un atlas donde vi asombrado los mapas por primera vez y ahí nació mi sueño de conocer todos los países del mundo”, recuerda Scotto desde California, donde acaba de instalarse luego de pasar un año en la Argentina.
Si bien tenía la idea de dar la vuelta al mundo, Emilio ignoraba cómo llevarla adelante. Hasta que un día acompañó a un amigo a un concesionario de motos y quedó deslumbrado con la foto de una Honda Gold Wing negra, con tiritas doradas, que decía El mundo es suyo en dos ruedas.
“Ahí estaba la respuesta a la pregunta que había acuñado desde siempre. ¿En que daría la vuelta al mundo?: ¡En moto, por supuesto!”, recuerda.
Partió el 14 de enero de 1985 con una pequeña camarita Pentax y dos rollos de fotos. Se despidió con el gran llanto de su madre y de Mónica, la novia que dejaba en Buenos Aires. Se fue solo por Uruguay, subió por Brasil y lentamente comenzó a hacer realidad su sueño de toda la vida.
Su gran hazaña fue ganar un lugar destacado en la historia como una de las leyendas más simbólicas del motociclismo. En 1997 su aventura fue reconocida, cuando el Libro de Récords Guinness lo nombró como “El más grande viajero de la historia en motocicleta”, tras recorrer más de 735.000 kilómetros (equivalente aproximado al doble de la distancia entre la Tierra y la Luna). Dicha mención en el Libro Guinness lo colocó entre los más destacados viajeros del mundo. Un récord que se mantiene vigente hasta hoy.
“Antes de partir me reflejé en el espejo del departamentito que alquilaba y me despedí de Emilio Scotto. Me fui sin nombre, sin nacionalidad, sin nada en la cabeza. Me fui a aprender, no a enseñar. Me fui a escuchar, a descubrir el mundo. No sabía hablar ningún idioma, y como un niño de 30 años me fui a aprender lo que el mundo me quisiera enseñar”, cuenta.
Kilómetro a kilómetro, Scotto comenzaba a desandar el camino por Sudamérica, llegaba a Venezuela y se adentraba en la selva del Amazonas, recorría la Colombia de Pablo Escobar y se abría camino en medio de la guerra de Centroamérica.
En su periplo presenció terremotos, una decapitación pública, se encontró con caníbales en África, fue torturado en Liberia, le dispararon en la guerra de Somalia, y casi muere de malaria en las selvas del Congo. Fue encarcelado acusado de contrabandista, de espía, de agente encubierto de la CIA, de agente infiltrado de Gadafi.
En su periplo presenció terremotos, una decapitación pública, se encontró con caníbales en África, fue torturado en Liberia, le dispararon en la guerra de Somalia, y casi muere de malaria en las selvas del Congo. Fue encarcelado acusado de contrabandista, de espía, de agente encubierto de la CIA, de agente infiltrado de Gadafi. También aprendió cinco idiomas y tomó casi 80.000 fotografías.
“No había nada programado. ¿Cómo iba a programar algo cuando no había ni mapas en la Argentina? Recorrí Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, México, y seguí por Estados Unidos hasta Canadá. De ahí a Nueva York. Me regalaron el viaje con la moto en un avión de carga 747, con el que crucé el océano Atlántico en pleno invierno y llegué Alemania del Oeste”, rememora Scotto.
Así empezó su viaje por Europa occidental, donde fue recibido por el Papa Juan Pablo II, quien bendijo su historia y le hizo una última recomendación: Ten cuidado en África. Voy a rezar una plegaria para tu Princesa, le dijo.
También visitó a Diego Maradona en Nápoles, que en pleno auge de su carrera le obsequió una estadía de un mes. Su viaje siguió por España, donde encontró sustento económico cuando llevó las fotos que había sacado a una revista y le pidieron que escribiera sobre su viaje, el primero de muchos medios europeos para los que luego trabajó como corresponsal enviando fotografías y crónicas de los lugares más remotos del mundo.
“Hoy día lo hablo y digo joder, hasta parece exagerado, ¿no? Pero yo realmente viví eso. Era un mundo distinto, complicado, de fronteras, de visados, de carnets, de pasajes, donde cualquier viajero era un espía”, apunta.
Ya en su tercer año de viaje, Suiza fue el primer país del mundo donde no lo dejaron dejan entrar porque no llevaba dinero. Luego, Polonia fue el país que le abrió la puerta de la Cortina de Hierro. Cada día era una nueva oportunidad para explorar lo desconocido y seguir avanzando hacia su objetivo.
“Los polacos me dejaron pasar del odio que tenían por la Unión Soviética. Estaban muy sometidos. Y así crucé la Cortina de Hierro y entré al puerto militar Gdansk, entre submarinos y portaviones con mi moto de patente argentina”, recapitula.
Luego de Europa del Este se dirigió hacia África. Primero atravesó el Sahara y enseguida empezó a avanzar por los países del Oeste, el “África Negra”, una región especialmente complicada para transitar con muchos países en guerra, para luego subir por la costa Este. Atravesó Tanzania, Uganda, Ruanda, Burundi, cuando fue la guerra de los Hutus y los Tutsis -”que se cortaban la cabeza los unos a los otros”-; Kenia, Zanzíbar, la guerra de Somalia, Sudán, Etiopía, Yibuti…
“En Liberia me acusan de haber ido a matar al presidente, esa fue la única vez que me dejaron la cara echa un colador de los golpes. En el miso lado de la cara, con la mano abierta, el soldado me pegaba pidiendo mi confesión. Estuve ahí cuatro o cinco días, no me acuerdo. What’s your mission? What’s your mission? Decían que yo que había ido a matar a Samuel Kanyon Doe, el presidente
“En Liberia me acusan de haber ido a matar al presidente, esa fue la única vez que me dejaron la cara echa un colador de los golpes. En el miso lado de la cara, con la mano abierta, el soldado me pegaba pidiendo mi confesión. Estuve ahí cuatro o cinco días, no me acuerdo. What’s your mission? What’s your mission? Decían que yo que había ido a matar a Samuel Kanyon Doe, el presidente”, sigue Scotto, que se dedica a organizar viajes de aventura en moto y auto por todas partes del mundo (emilioscotto.com).
Al cruzar al Golfo Pérsico debió cambiarse el nombre como Khalid Sagal Yunali, y luego de recorrer Qatar, Yemen y Egipto regresó a Europa y partió para Asia, atravesando Turquía, Georgia, Irán, Pakistán hasta India, y fue en el mismo Taj Mahal, donde se casó con Mónica Pino, su novia del 85 que había dejado en la Argentina, para luego recorrer el país juntos.
Enseguida continuó viajando sólo con su Princesa Negra, recorrió Indonesia, Tailandia, y todas las islas del Pacífico antes de regresar a California. Llevaba recorridos 190 países y aún no pensaba detenerse, así que inmediatamente volvió a partir pero en sentido contrario, para recorrer Filipinas, Corea del Sur hasta Japón. Luego partió a Hong Kong y recorrió China promocionando los Juegos Olímpicos del 2000, con un pullover rojo con los anillos olímpicos.
El viaje siguió por los distintas provincias de la exUnión Soviética que ya comenzaban a independizarse, y en pleno invierno ingresó a la ciudad de Moscú. En un barco de carga transitó por Islandia, Groenlandia y el Polo Norte. Después regresó al continente americano.
Ingresaba a su noveno año de viaje y comenzó a bajar: recorrió las 27 islas del Caribe, Ecuador, Perú y Chile, su país 280.
Al cruzar a la Argentina visitó la Patagonia, subió a Mar del Plata y de allí a Buenos Aires, su punto de partida, donde ingresó el 2 de abril de 1995 por la Av. 9 de Julio escoltado por la policía y un séquito de motos, camiones, taxis y colectivos hasta el obelisco, donde se dio por finalizado su viaje.
Regresó con una mochila llena de rollos de fotos y relatos que fue recopilando en la serie de libros De la tierra a la Luna. Ida y vuelta en Motocicleta (en argentina se vende a través del sitio emiliscotto.com, donde relata en tiempo presente y en primera persona la historia del viaje que lo catapultó como “Rey de la carretera”, el viajero más grande de la historia en motocicleta.
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