Recolección de basura
Regresar de un viaje tiene sus placeres y complicaciones; entre estas últimas, la acumulación de mensajes en el correo electrónico. Algunos tendrán la costumbre de abrir el mail de viaje, pero no es aconsejable: es como llevar el teléfono celular de vacaciones. Miles de mensajes indeseables se juntan en la computadora, y no hay forma de impedirlo. No funciona esa sugerencia del clic si no quiere recibir más al intruso. Por lo general, surgen cuatro envíos idénticos, con diferentes nombres de origen. Simplemente confirma a un lejano corresponsal la dirección de correo y permite que el remitente vuelva a insistir, con otra identidad. Igual es abrir un envío a modo de inspección furtiva.
En el caso de Html, por ejemplo, la apertura puede conectar con un servidor remoto, que avisa que un destinatario ha abierto un correo y delata qué tipo de envío provocó la curiosidad.
Todos los días llegan mensajes prometiendo créditos hipotecarios, maquinarias agrícolas, oportunidades de un veraneo en la Isla Paulino (a cambio de cinco nombres para expandir una lista de tormentos electrónicos), medicamentos sin receta, recetas para adelgazar, perfumes a precios viles, Viagra (mucho Viagra), Viagra genérico, pornografía (mucha pornografía), realzadores de potencia sexual, fórmulas para la elongación del miembro masculino o para el incremento del busto femenino. Tan numerosos eran éstos, entre ofertas de diplomas universitarios (BA, MA y PhD) a buen precio, que temí que alguien supiera de mis deficiencias. Me consoló descubrir que una amiga recibía el mismo torrente de ofertas.
Casi irónico, el bombardeo incluye la posibilidad de comprar un software de sistema para eliminar del todo el otro correo basura o Spam.
Estas letras son el nombre de una carne de cerdo enlatada, fabricada en los Estados Unidos y el Reino Unido a partir de la Segunda Guerra Mundial, como sustituto barato del corned beef, más caro, importado de los frigoríficos argentinos. El Spam se comía como fiambre frío, frito o hervido. Era un asco, una porquería. Y a partir de ahí se le puso el nombre del producto asqueroso a la basura en la Red.
En la Argentina existe la ley orgánica 15/1999, del 13 de diciembre de 1999, de protección de datos personales. Pero no es suficiente para detener la avalancha de basura transnacional. En Londres recientemente se estimó que el 90 por ciento de basura proviene de los Estados Unidos. En junio tuvo lugar la primera cumbre anti-Spam europea en Inglaterra, donde el ministro de e-comercio, Stephen Timms, dijo que no será posible detener todo, pero se busca una legislación para procesar a los invasores y, especialmente, los intentos de estafas en la Web.
En julio, el Parlamento británico inició audiencias para recomendar al gobierno formas de frenar el Spam, que ha crecido de 7 por ciento de los e-mail en 2001 a más del 45 por ciento actualmente. La pregunta es, claro, si tal legislación una vez vigente no se tornará aplicable como mecanismo de censura, que bien puede ser. Y tendremos un problema nuevo.