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De playa, de fiesta y deportivas. Las prendas que en su imaginario estaban vinculadas con momentos felices comenzaron a acumularse en su vestidor. Las compraba cuando salía de viaje, en casas exclusivas o simplemente porque eran únicas. Además, por su trabajo, tenía acceso a las firmas locales más buscadas y aprovechaba cada lanzamiento para renovar su guardarropas.
Hasta que en 2012 contrajo matrimonio y la vida centrada en ella, tomó otra dirección. “Como en ese entonces yo vivía en un departamento de dos ambientes, Nacho, mi marido, se vino a vivir conmigo. El vestidor estaba explotado, tenía valijas repletas de ropa en bauleras y necesitaba hacerle lugar a él. Cuando empecé a hacer orden encontré que había mucha ropa impecable, incluso sin uso y hasta con etiqueta”, recuerda Cecilia Membrado.
Del juego de la infancia al negocio en la adultez
De su infancia, atesoró recuerdos que la marcaron y acompañaron ya en su vida adulta. Su madre, que era actriz, tenía mucha ropa de escenario que guardaba en baúles viejos. La pequeña Cecilia disfrutaba usar esas prensas para disfrazarse. A veces invitaba a sus amigas a jugar y pasaban la tarde hurgando en los secretos de aquellos baúles.
Cuando terminó el colegio secundario se volcó hacia la carrera de Administración de Empresas en la Universidad de San Andrés. “Me gustaba mucho el marketing, pero me decidí por administración porque era una carrera más generalista, no quería encasillarse”. Después, hice un postgrado en marketing. “Pero primero quería saber un poco de todo”.
De espíritu inquieto, su currículum muestra su paso por distintas compañías. Durante los años de universidad hizo una pasantía en Nike. Luego en el laboratorio británico GlaxoSmithKline (GSK) y antes de terminar la carrera fue convocada nuevamente por Nike para un puesto estable. Desde ese momento, su carrera estuvo vinculada al mundo de la indumentaria y el calzado.
Pasó tres años en la firma deportiva hasta que una propuesta de Falabella la convirtió en product manager del piso de deportes. Manejaba lo que se vendía en todos los locales. Años después fue contrataron por Vitamina y Uma para el mismo puesto. También hizo su paso por Rapsodia y fue parte del lanzamiento de Mercado Libre Moda. “Creo que la característica que prevaleció en mí a lo largo de los años fue no quedarme quieta, entender un poco de todo. Quizás por eso me aburría un poco rápido en las posiciones y buscaba el movimiento interno. Siempre quise crecer, aprender y vivir la moda desde distintos ángulos: desde el punto de vista de una marca, de un retail o un marketplace”. No lo sabía en ese momento, pero aquel profundo deseo pronto cobraría forma, aunque de la manera menos esperada.
“Antes de abrir, había cola, fue un éxito”
Y la lamparita se encendió precisamente cuando tuvo que compartir con su marido el espacio del vestidor de su departamento de dos ambientes. “Se me ocurrió organizar una feria con toda la ropa que tenía y que estaba en excelentes condiciones. Para que no fuera solo mi ropa, invité a dos amigas que sabía que tenían muchísimas prendas para vender. La organicé en el salón de sus múltiples de mi edificio y la clave era que todo tenía que estar impecable: sin uso o con muy poco. El precio de todos los ítems era muy económico. Lo loco es que en ese momento no existía WhatsApp entonces armé un mail que se fue “forwardeando”. Y antes de abrir la feria, había cola. Fue un éxito. La repetimos dos veces más”.
Y así, poco a poco, un curioso mecanismo comenzó a cobrar vida. En las ferias que organizó a continuación, muchas chicas que habían comprado anteriormente, le dejaron su ropa en consignación. Eran amigas de amigas o conocidas. Para ese entonces todavía conservaba su empleo en Rapsodia y había sido parte del proyecto de moda de Mercado Libre.
“Cuando arrancamos con la ropa en consignación me di cuenta de que el negocio tenía que ser online. Organizar una feria está buenísimo pero es mucho esfuerzo para pocas horas y muy limitado: solo puede comprarte gente que tiene la posibilidad de llegar ese día, a esa hora y a ese lugar. Yo sabía que si llevaba mi propuesta al online, iba a poder vender 24 horas y a todo el país”.
Entonces, empezó a tomar ropa en consignación. Cecilia sacaba fotos, tomaba medidas, hacía una descripción y la subía a una web. Sin embargo, era consciente de que, para que funcionara, necesitaba tráfico -nadie entra a una web que no conoce- y para eso, ¡plata! “Así que tuve dos trabajos por un tiempo. Tenía ayuda para los procesos que estábamos poniendo en marcha mientras yo trabajaba para ganar plata, pagarle el sueldo a esa persona, pagar la pauta y así poder generar el tráfico. A la noche, yo armaba los pedidos. Mi marido, Nacho, al día siguiente se los llevaba al trabajo y al mediodía salía con una pila de envíos y los llevaba al correo. En esa época era todo muy casero”.
Así dieron sus primeros pasos. Estaban contentos, aunque aún querían probar si el negocio funcionaba y si la gente estaba dispuesta a comprar ropa de segunda mano online. “Todo lo que yo ganaba lo destinaba a mi emprendimiento. Trabajaba todo el día, prácticamente. También me encargaba del e-mail marketing, de contestar las preguntas, recibir la ropa de acuerdo a mi criterio: buenas marcas, ropa sin uso y buenos precios. Y esos factores hacían que el proyecto siguiera siendo exitoso”.
Crecer, pero con sabiduría
Cuando el marido de Cecilia pudo ver y experimentar de primera mano, el nivel de consumo, entendió que allí había un negocio interesante -como su esposa ya había anticipado- y ofreció su ayuda para impulsar aún más la idea. “Fue el que siempre estuvo al lado mío, impulsándome. Tuvimos un clic en el negocio cuando, con la web, nos empezaron a aparecer vendedoras del interior que querían publicar sus prendas. Era muy difícil. Teníamos que mandar valijas de gente desde el interior a Buenos Aires, donde estábamos, clasificarla y por ahí no pasaba nuestros controles de calidad y teníamos que devolverla. Para ese tipo de negocio necesitábamos, además, un depósito gigante. No era lo que nos habíamos imaginado”.
Casualidad, o no…, la participación del matrimonio en el concurso Naves de la Universidad Austral les garantizó un segundo lugar y la oportunidad de trabajar con mentores que los ayudaron a pensar cómo escalar el negocio. Fue entonces cuando surgió la idea de migrar a un marketplace para generar el tráfico que buscaban y que la gente pudiera publicar desde cualquier parte del país y ellos funcionar como intermediarios.
“Quisimos darle una vuelta. Yo sabía que lo que había generado el éxito de mis ferias no podía cambiar: precios, marcas, el buen estado de las prendas y una cara detrás. Los que compraban en mis ferias sabían mi historia y eso les atraía. Por eso pensamos en el concepto social-marketplace como una plataforma social donde uno genera su perfil, puede poner una descripción, los talles, la gente lo puede seguir y se van enterando de las novedades. Generamos una comunidad, más allá de los transaccional”.
Adiós a la vida corporativa
Todavía quedaba un paso más por dar. Necesitaban un socio tecnológico. Nacho tiene la misma formación académica que Cecilia y la realidad era que no sabían cómo desarrollar la plataforma. “El hermano de Nacho, Gonzalo, es ingeniero. Él estaba trabajando en IBM con un buen sueldo pero lo convencimos para que se sumara a este proyecto y dejó lo que estaba haciendo para programar Renová tu vestidor”.
En paralelo Cecilia sintió que ye era momento para ella de dejar atrás la vida corporativa. “Al principio, cuando empezás con algo, solo te compran tus amigos. Pero este no era el caso. En febrero de 2014, cuando lanzamos Renová tu vestidor tal como se conoce hoy -aunque solo la web, después llegó la aplicación- entendí que si yo le dedicaba más tiempo, iba a ganar más. Después de eso se acercaron inversores y eso fue el clic, había más gente dispuesta a apostar a este negocio. Más adelante hicimos otras rondas de inversión y hoy tenemos montón de gente de nacionales y europeos que apoyan este negocio”.
Casi diez años después las cifras hablan por su cuenta. Desde 2014 se vendieron casi dos millones de prendas. Actualmente, un millón y medio de personas forman parte de la comunidad. Y seis millones de pesos es el total de lo que ganó la usuaria que más vendió en 2022.
Cecilia confiesa que el proceso le dejó varias enseñanzas. “La industria de la moda es la segunda más contaminante del planeta y nosotros lo que hacemos es poner nuestro granito de arena ayudando a estirar el uso de la vida de la ropa. También me alegra poder darle acceso a personas que no pueden comprar determinadas marcas y a la vez generamos fuentes de ingresos. Hoy sé que para que un negocio te siga apasionando tenes que encontrar el impacto positivo. Eso es lo que hoy me mueve”.
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