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Cansados de sostener el papel, los miembros más jóvenes de las casas reales se muestran cada vez más vulnerables y humanos. Sendos episodios de infidelidades recientes ponen en evidencia que se trata de seres comunes y silvestres, capaces de animarse a una canita al aire rompiendo esa pretendida imagen de ejemplaridad y decencia que les exigen las investiduras. Desde la reina Letizia al príncipe Federico de Dinamarca, a punto de coronarse rey tras la abdicación de su madre, el aburrimiento conyugal es algo inevitable en cualquier vínculo de larga data, algo que hasta los plebeyos sabemos.
La monarquía danesa se vio sacudida hace poco por un acontecimiento que volvió a resonar en los titulares de todo el mundo: el príncipe Federico fue visto en Madrid en compañía de una mujer que no era su esposa Mary. El hombre fue fotografiado paseando felizmente y sin custodia por las calles de la rumbosa ciudad en compañía de la socialité mexicana Genoveva Casanova, que hasta el momento ha negado el supuesto romance, pese a que las cámaras confirman que su majestad amaneció en su elegante domicilio. Federico carga fama de infiel serial: en 2008, a cuatro años de casado, fue visto besando a una joven durante una salida nocturna en Copenhague; en 2011 lo filmaron en un pub bailando muy cerca de una rubia deslumbrante, justo la noche anterior al bautizo de sus hijos mellizos. A la lista se suma el episodio de 2017, cuando según la revista Her & Nu habría pagado 7000 euros para silenciar a otra supuesta amante.
El impacto del último “incidente” trascendió fronteras y la figura del príncipe, que no ha sido justamente símbolo de estabilidad, se vio repentinamente envuelta en el escándalo que desafía las expectativas de la monarquía, una institución apolillada y siempre a punto de extinción. La Casa Real danesa, conocida por su discreción, se vio obligada a abordar públicamente el escándalo, aunque los comunicados oficiales y (la cara de la princesa consorte en los actos protocolares) generaron más preguntas que respuestas, y en cierto modo, confirmaron las sospechas, pues como dice el refrán, mejor no aclares que oscurece. Cuestión es que el affaire puso de manifiesto la inevitable conexión entre la vida privada de los miembros de la realeza y el escrutinio de los súbditos. La percepción tradicional de la monarquía como una institución intocable se vio tocada, y quizá más en el caso de la corona española, sensiblemente asombrada ante los supuestos deslices de la reina Letizia, involucrada en un romance secreto con el exmarido de su hermana Telma.
Todo habría comenzado, según escribe la prensa del corazón, por venganza del ex rey Juan Carlos, que mantiene una tensa relación con su nuera a quien le achaca su exilio en tierras árabes. El libro Letizia y yo de su íntimo amigo Jaime Penafiel revela los entretelones de la aventura entre la reina y su cuñado, aportando precisiones tan difíciles de comprobar como de desmentir. Incluso el tercero en discordia subió a X una imagen enviada por la reina, una selfie tomada frente al espejo del baño cuando estaba embarazada de su primera hija. La fotografia remata con una frase bastante cursi, de esas que solemos pensar y escribir cuando estamos enamorados, o bajo los efectos de una pasión loca.
Nobleza obliga, desde el palacio emitieron comunicados desmintiendo rumores, calificándolos como infundados y sin base, una táctica recurrente pero eficaz para enfriar cualquier clase de vergüenza, aunque a estas alturas vale preguntarse porqué le damos tanta trascendencia a unos cuernos de ‘resurrección’, esos que salvan a los matrimonios del divorcio. Por lo pronto, los escándalos del alcoba resaltan la debilidad de estas figuras ante la intrusión mediática en sus asuntos personales. La delicada línea entre la vida pública y privada se desdibuja cuando los rumores de romances furtivos se entrelazan con la narrativa de la monarquía, poniendo de manifiesto los desafíos que enfrentan los líderes reales en la era de la información instantánea y la omnipresencia de las redes sociales.
Finalmente, todos terminamos siendo cabalaza...
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