Rap de otras Orishas
El exitoso grupo cubano arremete contra los clichés del género en los Estados Unidos
TOULOUSE, Francia (El País).- En esta ciudad, Orishas mezcló su primer disco, A lo cubano (1999), y han vuelto al Studio Polygone para completar el segundo, Emigrante (N. del E.: que se acaba de editar en la Argentina). A 200 metros del estudio está el bungaló donde residen los artistas, con cocina y bar. Y hoy todas las habitaciones están ocupadas: Orishas se desplaza en familia, con sus niños y mujeres.
Presentaciones: Roldán G. Rivero, de 30 años, seriedad y perilla, la voz sonera que aporta individualidad al sonido del grupo. Yotuel R. Manzanares (conocido como Guerrero ), de 25, cumple con los requisitos de rapero exuberante y cubano tramposo. Hiram R. Medina ( Ruzzo ), de 29, el de las colitas en el pelo, tiene un humor ácido y facilidad para exagerar. Todos visten ropa cara y no les cuesta ponerse a rapear o a cantar.
En la sala de mezclas, la escucha de Emigrante se convierte en una actuación, con los Orishas bailando y cantando por encima de lo grabado. Irresistible.
Los Orishas andan con el ego subido. Hace poco, la revista Time los incluyó entre las 10 bandas más importantes fuera de los Estados Unidos. Los otros eran U2, Radiohead, Pulp, Sigur Rós, Aterciopelados, Ziggy Marley & The Melody Makers, los japoneses Brilliant Green, los malgaches Tarika y los brasileños Pato Fu. "Está de pinga que los gringos se enteren de que Cuba es más que son y timba", dice Roldán.
Su primer disco, A lo cubano , impactó en todo el mundo, y eso ha significado visitas a tres continentes. Allí les tocó explicar que los orishas son las muy carnales deidades de la religión afrocubana y que aun lejos de la isla Grande son hijos leales de la revolución.
Según Roldán, "hay temas prohibidos que no debes tocar si quieres funcionar en Cuba. Puedes hablar del racismo con cuidado, se supone que no se hacen diferencias por el color de tu piel. De política, ni tocarla. Lo primero que miran en una emisora son las letras. Es absurdo: ha habido concursos donde los seleccionadores sólo pedían que les llevaras los textos para decirte: "Esta sí, ésta no". El rap cubano tiende a ser moralmente riguroso, con denuncias de la droga o la prostitución: "No nos gusta el materialismo del rap en los Estados Unidos. En vez de ofrecer un mensaje positivo, presumen de sus mansiones. Coño, brother: se supone que el rap era la CNN del gueto y ahora parece publicidad del lujo. El gangsta rap tampoco tiene sentido en Cuba, no hay pandillas que te matan si eres de otro gang".
Ellos estaban en los principios del rap en la isla, recuerda Ruzzo: "En los años 80, captábamos emisoras de Florida y grabábamos lo que pinchaban, todo muy clandestino, gente que se intercambiaba cintas y los pocos discos que llegaban, mandados por los parientes en EE. UU. Pero nadie nos explicó cómo se hacía y hubiera dado lo mismo: en Cuba no había samplers y demás máquinas. Así que inventábamos: se rapeaba sobre discos instrumentales, se tocaba con percusionistas. Rapear no es tan diferente de lo que se hace en la rumba o en el punto guajiro, con sus repentistas improvisando sobre un fondo".
Ahora, el rap goza de la bendición castrista: Abel Prieto, el melenudo ministro de Cultura, recuerda cuando se prohibió el rock y quiere evitar repetir el error. "Dicen que hay que insertar el rap en el edificio de la cultura cubana. Han comprado un equipo y puedes grabar cassettes y que te las difundan por las radios. Claro que no hay manera de ganar dinero. Es triste, pero cualquier grupo seguiría nuestro ejemplo y se iría de Cuba para desarrollarse profesionalmente. No podemos esperar a tener 90 años para que lleguen los ingleses y nos descubran, como ocurrió con Compay Segundo", dice Roldán.
Ese soy yo, mi negra
Es hora de cenar. Ruzzo se mueve siempre en compañía de su mujer italiana y del bebe en su silla. Alucinan los camareros al comprobar la voracidad de la expedición. Hay que bajar la comida, pero buscar marcha una noche de lunes es duro. Paseamos por las calles solitarias de lo que los cursis llaman la ciudad rosa y hallamos un café. Yotuel toma el control de la situación. Consigue que pinchen el primer compacto de Orishas. "Ese soy yo", explica al sentarse junto a estudiantes que se enderezan asustados mientras se preguntan si el tipo es peligroso. Lo es, pero en otro sentido. Yotuel se suelta los botones de la camisa y presume de su bien esculpido cuerpo. Ataca a toda mujer cercana y termina fascinando a una chica rellenita y bailona. El novio de la francesa se enfurruña y se larga, aparentemente resignado. Al poco tiempo, regresa hecho un basilisco con varios colegas. Es un buen momento para volver al hotel y terminar esta nota.
Emigrantes por opción
El ahora trío caribeño se despachó con un disco aun superior a su exitoso debut, con más melodías, pero sin dejar de lado la agresividad
Emigrante, el nuevo disco de Orishas, es más melódico, con bellas cuerdas y buenos instrumentistas (aunque no falta la agresividad rapera). También hay temas políticamente correctos, como una oda a la mujer o un recuerdo a los desaparecidos. Junto a un dramático retrato de los balseros ( Gladiadores ), está una celebración de la vida campesina ( Guajiro ) y, en 300 kilos , una colaboración con Yuri Buenaventura, el colombiano conocido como el Salsero de París. Con excepción del gran percusionista Miguel Angá Díaz ("Lo han descubierto los del sello World Circuit y no para de tocar con sus grupos"), Orishas repitió el equipo que había formado para su primer álbum: el productor es el francés Miko Niko. El mezclador, el colombiano Mario Rodríguez, trabaja en los Estados Unidos, con un historial que va desde Public Enemy hasta Notorious B.I.G. Es un tipo tranquilo que sólo pierde la calma cuando se menciona a Shakira ("Un día apareció en el estudio y ¡me saludó!"). Mario hizo un hueco en su agenda para viajar hasta Toulouse: sabe que Orishas es un grupo único. "Da lo mismo que estén ante un público de rock, de rap o latino: siempre ponen a bailar a la gente", asegura.
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