Raíces que florecen
Es un día seco en el Norte argentino y el sol es todo espacio y superficie. La corporalidad de los cactus se multiplica hasta donde el ojo no alcanza. Entre dos de los más grandes que crecen y crecen hacia la luz, una mujer parada de espaldas despliega –también– su propia biología: el pelo largo que baja y la cubre hasta por debajo de las rodillas. En ese cruce entre cultura y genética, la mirada de otra mujer retrata el deseo trabajoso, buscado, de tener una melena añeja: una extensión del cuerpo que subraya la identidad. De eso se trata Mi pelo largo querido, de la fotógrafa Irina Werning. El proyecto comenzó en 2006 y aún hoy sigue acopiándolo, porque al igual que las cabelleras XL de sus retratadas, lo lleva consigo, anidado por años.
La cámara no fue un primer amor. "Llegó tarde, a los 30 años", dice. Antes del clic, Werning (Buenos Aires, 1976) fue licenciada en Economía con un máster en Historia, pero no ejerció. Decidió viajar por el mundo, respondiendo, quizás, a una impronta familiar como la de su abuelo alemán que llegó a la Argentina antes de la Segunda Guerra, por una carta donde un hermano aventurero le contaba que en el sur estaban las mujeres más hermosas. Todavía sin saber que iba a ser fotógrafa, decidió instalarse en Inglaterra, donde trabajó de niñera durante siete años. Hasta que aplicó a una beca para un master en fotoperiodismo en la Universidad de Westminster. Y la vida nueva empezó.
Irina es autora también de Back to the future (2010), libro que tiene como concepto basarse en una foto vieja de una persona, para luego recrearla, idéntica, y reflejar así el paso del tiempo. Para lograrlo, recorrió durante cinco años, 49 países de África, India, Europa, Asia. Por esa obra, en 2019 fue convocada para ser parte de una serie de TV de una web norteamericana. "Filmamos un piloto y quedó seleccionado para el Sundance", afirma Werning. Su obra ganó distintos premios referenciales en fotografía, fue publicada en medios como The New Yorker, Le Monde, National Geographic. "Mi pelo largo querido es una historia chiquita, como que nadie ve, pero en el fondo tiene toda la cosa profunda de una cultura que se va perdiendo".
Sos una mujer que cuenta historias sobre la cultura de otras mujeres, ¿por qué desde el pelo?
Fue uno de los pocos proyectos que vino a mí, más que yo salir a buscarlo. Yo estaba haciendo un trabajo sobre las escuelas rurales argentinas en el Norte. Estuve un año en Iruya. En una escuela albergue, yo hacía fotos con unas chicas que todas tenían el pelo largo. Saqué la primera, una de tres chicas en la cama, y me disparó el proyecto. Llegué a Buenos Aires y quise seguir. Volví al Norte, me instalé seis meses, siempre en Iruya, y desde ahí iba a los pueblos y pegaba carteles con esta frase: "Busco mujeres de pelo largo".
Vos las retratás, contás sus historias, ¿y ellas qué dicen sobre su pelo?
No mucho. Siempre les pregunto por qué tienen el pelo largo. Me contestan que se los cuida la mamá. O que el abuelo les pide que no se lo corten. Nunca aparece nada sobre la cultura. Siempre las respuestas son sobre algo personal. A mí esas contestaciones no me satisfacen; por algo más tiene que ser. Yo viví muchos años en Europa y ahí no existe el pelo largo.
Estuviste varios años en distintos países, ¿algo de esa distancia se filtró en este proyecto?
El haber estado tanto afuera me permitió ver historias que están acá, pero que uno no ve. Se dice que si solo estás en un país, en un único país, es como que no lo conocés, y cuando te vas afuera podés entender las particularidades. Yo empecé a investigar y llegué a que en las culturas indígenas, que son una parte importante de cómo se formó la sociedad híbrida argentina, existe esto de que el pelo largo es como el continuado de las ideas. Se corta cuando muere alguien, por ejemplo. Pero en las mujeres a las que yo les saqué fotos, no estaba muy presente, y a la vez formaba parte de las cosas culturales que están como invisibles, no habladas. Fui encontrando que esa era la explicación que más me cerraba. Igual, cada vez hay menos mujeres con pelo largo. Se van haciendo peinados con cortes que ven por el celular y ese pelo se va perdiendo.
¿Son todas del Norte?
Empecé en 2006 en Iruya. Después me extendí a todo el país. A Bariloche, también. Yo sigo con el proyecto. Voy a donde sea. Sigo buscando mujeres con pelo largo. El fin de semana pasado viajé a Bahía Blanca a hacerle fotos a una chica. En unos días, por ejemplo, voy a hacer una sesión con otras cinco sobre un telón de un cielo que estoy pintando.
¿Cómo es el rito de la sesión de fotos?
Como muchas veces las fotos son de espaldas, es más fácil. Generalmente lo traen atado. En general cuesta encontrarlas porque casi siempre lo llevan recogido. Ellas llegan, tienen un peine en la mochila y se lo acomodan para la foto. Lucho con el viento. Mucho. Si el viento mueve el pelo, parece más corto. Es mi gran enemigo. Hago las fotos con luz natural. Siempre necesito sol. El pelo parece simple, pero es complejo.
¿Cómo surgió la forma del trabajo?
En un principio era bien clásico. Sacaba con formato Hasselblad con luz natural. Ellas, siempre de espaldas en su hábitat natural. Primero las conocía y buscaba algo que hablara de ellas, porque además no se les iba a ver la cara. Así surgió una en Tilcara, entre los cactus. Ahora, después de 15 años, un poco me aburrí de lo clásico. Me gusta, pero busco algo más disruptivo, siempre que tenga que ver con la persona que retrato.
Siempre estuvo ahí
Irina asegura que si bien se recibió (con honores) en Economía, no sabía qué quería hacer de su vida y decidió viajar. Ahora mira en retrospectiva y le resulta clarísimo: "Quería observar y contar historias. Pero tardé en darme cuenta". Cuando lo hizo, fue por todo: empezó a costearse los viajes, las tomas. "Les pedí diez mil dólares a mis padres y empecé a hacer Back to the Future". Las dos obras de Werning están atravesadas por el tiempo y la pertenencia a una cultura. En Back, entre una y otra foto, diez, quince, veinte años de diferencia recreados idénticos a su original. En una melena hasta los tobillos, se puede leer que lleva una vida sostener ese largo. Lo que se ve y lo que se teje por debajo, en alguien que necesitó del tiempo hasta encontrarse con su vocación, eso que siempre estuvo ahí.
¿Cómo es eso de que descubriste "tarde" tu lugar con la fotografía?
Sí, así fue. Una amiga me contó que había una comunidad indígena pequeña en la Argentina en la que te daban tu rol en la vida recién a los 30 años. En esos 10 años anteriores, solo eras observadora dentro de tu comunidad. Yo estudié de los 17 a los 20, me recibí con honores y después observé. Y ahí está.
¿Vas a editar en formato libro este trabajo?
Prefiero gastar ese tiempo y esos recursos en buscar a estas mujeres, ir hacia ellas. Cuando hago la foto, me importa mucho la persona a la que retrato. Tener pelo largo es mucho trabajo, dedicación. Pocas veces está suelto porque pesa, hay viento, la gente te mira. A todas estas mujeres que he encontrado, celebro con mis fotos algo que para ellas es todo, porque no lo pueden compartir mucho, no hay oportunidades. Tal vez en las fiestas, pero en el día a día, no. Esa es una de las motivaciones que tengo, de poder celebrárselos. Ellas entienden perfecto el proyecto cuando les mando la foto. Todo cierra.
¿Qué significa para vos contar así estas historias?
Soy fotógrafa porque soy muy curiosa. Es la mejor excusa que encontré para entrar en la casa de la gente y así observarlos, entenderlos. Es mágico y misterioso. Para mí las mejores fotos inspiran curiosidad, más que satisfacerla. La ambigüedad es lo que nos hace pensar y repensar lo que estamos viendo, para poder entenderlo.
Otra obra tuya es muy conocida, Back to the Future. ¿Cuál es la historia de ese libro?
Un amigo me pidió que le escaneara una foto del casamiento de la madre. Me tuvo que insistir. Como soy fotógrafa, odio hacer eso, no les saco fotos a mis hijos, por ejemplo. Se las escanée y le dije que me gustaba la foto de la madre que estaba debajo de la casa, al lado de un volquete, yendo al civil. Otro día, mi amigo y yo íbamos juntos a hacer algo y pasamos por el lugar original. Frené, miré y le dije que podríamos hacer la misma foto, con la misma luz, mismo lugar, todo. Pero esa foto no la hice, porque la madre no quería volver a hacerlas porque con el tiempo estaban distintas sus rodillas. Pero a mí se me prendió la lamparita y salí a hacer las otras. Yo quería captar ese paso del tiempo. Con todo lo demás, estático, lo más parecido posible. Y el libro es sobre eso.
¿Qué le dirías a alguien que recién empieza con la fotografía?
Tuve suerte que en un principio me fue muy mal laboralmente con la fotografía. Eso me permitió hacer mis proyectos, encontrar mi camino, mi estilo. Les diría que trabajen de otra cosa hasta que encuentren su proyecto. A mí, en general se me ocurre algo, hago el research y comienzo. A veces abandono con dolor y frustración si siento que mi voz interior me dice que no es auténtico. Entonces, es por ahí.
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