QUINO, MAFALDA, FELIPE: TODO QUEDA EN FAMILIA
Todavía hoy, le reprochan que no dibuje más la tira. "A veces me tratan como si fuera un asesino", dice
Una noche de 1935, en Mendoza. Un hombre y un chico de 3 años. Son tío y sobrino y llevan el mismo nombre: Joaquín. Los padres del chico están en el cine. El chico se estremece: desde la comisaría contigua llega el lamento de un borracho preso. En las noches de verano, cuando los padres del chico sacan las sillas a la vereda, los policías vecinos se acercan y se quedan charlando hasta tarde. Nadie se atreve a negarles la charla. A confesarles que molestan. -Es que eran la autoridad.
Dice el chico, ahora grande. Aquella noche en Mendoza, Joaquín -el tío- tomó un lápiz azul y dibujó un caballo para Joaquín -el sobrino- que comprendió, con esa asfixia iluminada con que se comprende todo en un segundo, que su vida entera flotaría sobre crines de caballos de tinta como ése. Azules.
-En ese momento supe que quería dibujar. Hasta hoy me sorprende que uno con un lápiz dibuje todo lo que se le ocurre... Bah, lo que puede. Porque uno dibuja como puede, no como quiere.
Dice Quino. Joaquín Salvador Lavado de nacimiento, que viaja seguido a Mendoza para ver al tío Joaquín Tejo, que ya tiene 96. Quino tiene fama de tímido, pero mira fuerte a los ojos, sonríe seguro y tiene el humor afilado, inquietante y hasta feroz. En su estudio, el sol entra atropellando vidrios. Hay una foto en blanco y negro de Oski, su maestro con cariño, y varios originales, dedicados, de colegas: Rep, Fontanarrosa. Mundos y dibujitos. Una Mafalda cabaretera por Nine, y un par de Quinos de alambre, salidos de las manos de los artesanos de plaza Francia y rescatados por un par de sobrinas para el tío. Es hijo de andaluces y hermano menor de otros dos varones, uno contador, abogado penalista el otro.
-Me hubiera gustado tener una hermana, porque me siento mucho más amigo de las mujeres que de los hombres.
Pero su padre, jefe de bazar, y su madre, ama de casa, murieron demasiado pronto. En 1945 ella, cuando Quino tenía 13 años. En 1949 él, cuando tenía 17.
-Mis padres eran andaluces. Los amigos de mis padres también. Había un verdulero andaluz que andaba en un carro. Era un Lorca, el tipo. Gritaba: ¡Traigo er sol y la luna de lo´ tomateee...! Yo hablaba en andaluz y en la escuela no me entendían. Si me cruzaba con un tipo que iba con un perro, llegaba a la escuela y le decía a un compañerito: "Viniendo pacá, me crucé con un tío que iba con un perrito". "¿Y cómo se llamaba el perrito?", me preguntaban. "Ah, yo qué sé", decía yo. "Pero cómo, ¿no era el perro de tu tío?" Mi timidez también tiene que ver con eso. Todavía hablo de tú con mis hermanos, y con las mujeres, pero sólo con las que me caen bien.
Por caer bien, le cayeron bien las maestras.
-En el primario me enamoré, sí, claro, epa. De la maestra de tercer grado, y de la hermana, que hacía de suplente y estaba más buena todavía. Nunca llegamos a nada. No fue como este pibe de 12 que tenía una historia con una maestra.Yo me alegré. Fue como una reivindicación. Sí, sí. Me puse muy contento.
Se quita los anteojos. Los limpia. Lleva un pañuelo al cuello. Un chaleco informal. Mezcla rara. Halcón y torcacita. Hermoso caballero, en todo caso. No hizo el colegio secundario. Empezó Bellas Artes, y se vino a los 18 al adoquín porteño con unos pesos que le había prestado su hermano mayor. Regresó tres semanas más tarde a Mendoza, sin plata y sin trabajo. Pero Quino es insistente. Volvió a Buenos Aires y en 1954 empezó a publicar una página en Esto es, que se alternaba con la de Garaycochea. -Yo dibujaba muy mal. Garaycochea me decía: "Sí, las ideas son lindas, pero el dibujo es una porquería, no sé cómo te publican". Me corregían mucho. Cuando yo trabajaba en Rico Tipo, Divito me hacía llevar los dibujos en lápiz, me los corregía y después los pasaba a tinta. Antes de Divito, yo dibujaba sin negros, todo en línea tranquila. El decía que no había que dejar tanta página blanca, que a la gente le gustaba pagar por una revista que tuviera mucho material. Me pidió, además, que le llevara dibujos con texto.
Antes de Divito, Quino era mudo. Todos sus dibujos eran crisálidas silenciosas. Todavía, a veces, lo son. Miren a los personajes de Quino cuando no hablan. El secreto está en los ojos. Son sólo puntos. Y con puntos se ha pasado cuarenta años expresando ira, cólera, amor, sñigg, sniff y puaj. -Es un puntito, pero a veces el puntito te sale con la expresión que uno quiere y a veces no.
Fue y es publicado y premiado en América y Europa. Los libros con recopilaciones de sus trabajos publicados en distintos medios -Mundo Quino, A mí no me grite, Yo que usted- han vendido miles de ejemplares. Desde hace años, Quino dibuja una página de humor para la revista dominical de Clarín, Viva. De diciembre a abril vive en Milán, dibujante golondrina a su pesar.
-Viajar me hincha un poco porque tengo que dejar trabajo adelantado y ya sin viajar uno está con la entrega detrás de los talones. Sin la presión de la entrega, no sé cómo sería. A veces pienso en dejar de dibujar semanalmente para hacer un libro, no un rejunte de las páginas que uno ya publicó, como son hasta ahora mis libros. Me gustaría tener tiempo de pensar una historia y hacerla como libro. Pero bueno, me parece que va a quedar en idea nomás. Hay una carpeta para los momentos de ideas esquivas. Una carpeta amarilla con un rótulo enorme que grita Ideas. Quino la abraza como quien abraza hielo en medio del desierto. -Tengo esto, y tengo otra fuente de inspiración: la Biblia. La leo muchísimo, tiene un poder de síntesis increíble. ¿La Creación en siete días? Una maravilla de la síntesis. Hace poco me llegó una carta de un curita de Junín, pidiéndome que hiciera un vía crucis para su iglesia. Me alegró porque cada vez que toco el tema de la religión recibo cartas que me dicen de todo. El otro día un señor mandó una carta quejándose por una página que yo había hecho sobre la religión... ¡y se la mandó a Caloi! Su casa es bonita, cómoda. Un poco atemporal, llena de recuerdos de viajes por el mundo y, por momentos, adornos de dudoso gusto.
-Ah, sí, esos cuadros... A nadie le gustan. Y eso que el tipo que los pintó se ganó una cantidad de premios, pero a todos los que vienen les parecen una porquería.
De todos modos, aun sencilla, es un palacio comparada con las piezas compartidas con cuatro en las que tenía que dormir cuando llegó a Buenos Aires.
-No sé si hay ciudades ideales. Mendoza no es particularmente atractiva. Las ciudad es linda, pero no sé por qué han hecho todo tan lejos de la montaña. Además, hay terremotos. Mi hermano el penalista dice que no te pasa nada, que la casa está bien construida. Pero aunque no te pase nada, ver que hay gente que pierde todo, es una porquería.
Alcanza una foto: una casa vieja a la que le falta, como si le faltara un diente, toda una pared.
-Es la casa donde vivíamos en Mendoza. Esa pared se cayó con un terremoto. Ojo, que el terremoto tiene su cosa linda, eh. A mí me gusta. Es un miedo que te gusta. Allá cada vez que había temblor la policía salía a los tiros para avisar a la gente. Era divertido. Uno no es muy consciente de que se está moviendo tu ciudad nada más. Para mí se mueve el planeta. El universo. Yo estuve en el terremoto que sacudió a San Juan, en el 40 y pico, y que en Mendoza lo sentimos fuertísimo. Creí que mi casa se caía. Salimos todos al fondo. Teníamos un árbol que se sacudía como un perejil, hacía ffff fffff. Había ruidos subterráneos, y cuando salimos a la calle el agua se había salido de las acequias. Estaban todas las veredas mojadas. Cuando empezaron a llegar los heridos de San Juan fue una cosa espantosa. Traían a la gente en camiones de cosechar uvas a paso de hombre, chorreando sangre. Una cosa horrenda.
Huérfano de joven, con un poco de horror de terremoto y guerra, otro poco de amor por el tío y el dibujo, una pizca de angustia en el colegio, se hizo este hombre. Que todavía no sospechaba que sería el creador de un mundo entero. Porque después de diez años de carrera y cuando Quino ya era Quino, nació Mafalda. Un mito que, como todo mito, tiene principio. Pero no tiene fin.
Mafalda iba a ser una tira de publicidad subliminal para que la Siam Di Tella vendiera mejor su nueva línea de electrodomésticos Mansfield. La empresa Agens Publicidad le encargó, por recomendación de Miguel Brascó, la tira a Quino. La condición era que los nombres de los personajes empezaran con la letra M y que hubiera algún electrodoméstico marca ya-sabés-cuál incluido en el dibujo. Con este truco, la Siam esperaba que los consumidores se lanzaran como pirañas sobre sus productos. Era 1963. Quino había visto en la película Dar la cara, basada en la novela de David Viñas, un personaje llamado Mafalda. Le pareció un nombre alegre. Hizo algunas tiras que se presentaron al diario Clarín. Pero descubrieron la trampa. Mafalda terminó en un cajón. Un día su amigo Julián Delgado le propuso publicar Mafalda en la revista Primera Plana, de la que era secretario de redacción. Así, el 29 de septiembre de 1964 la nena del pelo en parva empezó a publicarse semanalmente.
Y sucedió lo que tiene que suceder. La historia de la nena, hija de un ama de casa y de un vendedor de seguros, se sigue contando hasta hoy como se cuentan las leyendas. Los padres se la pasan a los hijos, los hijos a los nietos, y todos, a los 50 años, a los 9, a los 20, sienten que Mafalda es de ellos. Su creador anduvo siempre preocupado por cuestiones más prácticas.
-Para mí era difícil, porque no estoy acostumbrado a dibujar los mismos personajes. No me salían iguales. A veces, tenía que calcar.
El resto es cosa sabida: en marzo de 1965 la tira dejó de publicarse en Primera Plana y reapareció una semana después en el diario El Mundo, donde salió hasta el cierre del periódico, el 22 de diciembre de 1967. Ya entonces Mafalda era recopilada en libros que editaba Jorge Alvarez, y que llevaban vendidos 130.000 ejemplares. La primera edición, de 1966, había agotado 5000 ejemplares en dos días. El Mundo cerró en 1967, cuando la mamá de Mafalda estaba embarazada de Guille. El 2 de junio de 1968, cuando la tira comenzó a publicarse en Siete Días, el Guille había nacido.
Mafalda mostraba, nos venimos a enterar, un par de obsesiones más bien quineanas. Todo mundo tiene un paraíso y un infierno. A veces, el infierno tiene la forma de pesadilla recurrente. Y es entonces cuando Quino sueña con Hitler.
-Me ligué todos los noticieros de la Segunda Guerra Mundial en el cine. Los bombardeos, los discursos de Hitler. Además, escuchaba el boletín sintético de Radio el Mundo. Mis padres estaban interesados en la política, eran republicanos, y mi abuela, comunista militante. Como yo estaba apasionado por el cine norteamericano y escuchaba a Sinatra, cuando había una masacre venía mi abuela con la foto y me decía: "Mira lo que han hecho los tuyos".
¿Se acuerdan? Mafalda escuchando el informativo en la radio, pidiendo explicaciones sobre el Vietcong, la superpoblación, la guerra atómica, la amenaza china, Fidel Castro.
-Bueno, sí, claro. Eso es autobiográfico.
Madame Bovary c´est moi. Pero Quino, mucho más que Mafalda, es Felipe. Y Felipe, mutación de mutaciones, tiene el alma de Quino, pero la cara de Jorge Timossi, amigo de su alma nacido en Buenos Aires, ahora ciudadano cubano, fundador de Prensa Latina y dueño de "dos graciosos dientes de conejito", autor del libro Cuentecillos y otras alteraciones, editado por De la Flor, y que Quino ilustró con Felipes que comentan y completan los cuentos -a veces estremecedores- de Timossi. -El colegio para mí era una tortura, como para Felipe. He tirado el cuaderno en la acequia y he vuelto a casa diciendo: "Se me cayó el cuaderno al agua, no puedo ir al colegio".
De la escuela se trajo uno de los temas recurrentes en toda su obra: las relaciones de poder, la opresión de los más débiles por los más poderosos. En sus dibujos, los clientes de restaurantes son despreciados por chefs mandones y maîtres con ambición de príncipes. Los reclutas son humillados por sargentos crueles. Los maridos, pisoteados por suegras siniestras. -La escuela era una especie de anticipo de la colimba. Formar fila, tomar distancia. Como el colegio no era mixto, para mí estar con hombres es como volver a hacer la colimba o la escuela, por eso también prefiero las amigas mujeres. La colimba la viví como Felipe, pensando desde chico: "Algún día me va a tocar y va a ser horrible". La pasé muy mal, pero estuve 8 meses nada más y me tocó en la ciudad de Mendoza. Después de la jura de la Bandera todas las noches me podía ir a casa, pero yo volvía a dormir al cuartel por miedo a quedarme dormido al otro día. El domingo me lo arruinaba pensando que a la noche tenía que volver al cuartel. Me pasa todavía. Soy de arruinarme el presente pensando lo que me espera en el futuro. Típico de Felipe. No tengo más el sueño recurrente de hacer el servicio militar, pero hasta los 50 años lo tuve. Era siempre el mismo sueño, que estaba haciendo la colimba, y decía: "Pero yo ya la hice", entonces hablaba con un oficial y el tipo decía: "Bueno, pibe, pero ya estábamos en julio, quedate piola porque si empezás a hacer trámites para demostrar que hiciste la colimba te vas a quedar quién sabe hasta cuándo". Sueños lindos también tengo. Hace cosa de dos años me desperté y le dije a Alicia: "Soñé una cosa tan linda que si yo supiera que drogándome paso por situaciones así, me drogaría". A los 6, Quino se enamoró de la hija del lechero. Nunca se lo pudo confesar. Se brotaba de timidez, rojo de amor apenas la veía. Décadas más tarde, Felipe se enamoraba de una belleza de 7 años, pelo lacio, ojos rasgados, que lo dejaba sin habla. Grap y glup era lo único que entonaba frenta a la nínfula lesiva. Muriel, se llamaba. Era igual a Brigitte Bardot. -No dibujo a menudo mujeres como Muriel. Es que dibujar mujeres bonitas es muy difícil, al menos para mí. Y Muriel era parecida a... bueno, a mí se me quedó acá la Brigitte Bardot.
Probemos con El Guille. Hermanito de Mafalda. Unico personaje al que le gusta la sopa, como a Quino, y que ha hecho pensar a muchos que el Guille es el dibujante de chiquito. Pero no. "¡Zo-zo-pita!", gritaba el Guille, inspirado en un sobrino de Quino, flautista ahora, que tenía 3 años por entonces. El Guille amaba a Brigitte. "¿Eta mamá?", preguntaba. "No, ésa es Brigitte Bardot". Buaaaaa, lloraba. Pobre Guille. Pobre Quino. Tímido crónico. Felipe felipazo hasta los huesos.
-Ahora estoy mejor, pero yo para comprar un lápiz daba vueltas, me imaginaba cómo lo iba a pedir, tendrán, no tendrán, y si no tienen qué hago, y practicaba lo que iba a decir cuando llegara. Así y todo, se las arregló para estar casado 39 años con una mujer. Alicia Colombo, todo un carácter. En los primeros tiempos, vivieron en un cuarto del departamento de los padres de ella. Después, se mudaron a San Telmo. Chile 371. La dirección que Quino le dibujaba a Mafalda. Mundo Quino, como todo mundo, no tiene una sola explicación. A veces tiene mil. A veces, ninguna.
-No hemos querido tener hijos. Cuando nos mudamos a San Telmo, era muy chiquito el departamento, yo siempre trabajé en casa y no me hacía ninguna gracia que Alicia se fuera a trabajar temprano y yo quedarme cuidando a un nene chiquito. Los nenes empiezan a ser atractivos a los 2 años. Antes son un paquete que uno mucho no sabe qué hacer. Además... a mí me marcó mucho la muerte de mis padres, en el sentido de que... quiero decir... ¿cómo, me traen al mundo y después me largan cuando yo quería más tiempo con ellos? Y luego, esto de ver todas las guerras y las porquerías de la humanidad, uno piensa para qué, a ver si todavía el hijo de uno... ehhh...
-... sale nazi...
-¡Claro! Que es una idea recurrente que tengo. Pienso que seguramente en Austria alguna persona en un parque habrá visto un bebe y habrá dicho: "Qué lindo bebe", y el bebe era Hitler. Me pasa con las dedicatorias. Pienso: "¿Y si le estoy dedicando un libro a una persona que ha sido un torturador?" En su estudio hay una mujer desnuda. Una foto de Annemarie Heinrich. Sombras y luces en las que a Quino le gusta hurgar como quien busca formas en las nubes. Ha logrado ver una mano extendida en el rostro oculto de la mujer.
-Lo que sí, casi no tiene tetas. Pero tiene un pubis muy sensual.
Ahora desenfunda una hoja amarilla donde está impresa la foto de la ex mujer de Pelé. "¿A quién se parece?", pregunta. Abre el Diccionario Larousse, en una página donde el retrato de La Gioconda luce en la misma escala que la foto. Dobla la hoja de la revista -por un doblez gastado de tanto mostrar una y otra vez- y hace coincidir la parte de arriba de la cara de la mujer de Pelé con la parte de abajo de la Gioconda. Bingo. La mujer de Pelé completa a la Gioconda, exacto puzzle. Ahí nomás, hermoso como el rayo, el recuerdo de Miguelito descubriendo que su pulgar en perspectiva podía tapar un edificio, que la espalda servía para irse, preguntando por qué todo junto se escribe separado y separado se escribe todo junto.
-Sí, sí, yo tengo mucho de eso. De chico y de grande, me pregunto estupideces que no sirven para nada. Miguelito era un personaje para seguir haciéndolo. Ese, y Libertad.
Libertad. Chiquita porque en tiempos de autoritarismo la libertad es chiquita como maní.
-Libertad era para seguirla porque tiene razonamientos que al fin de cuenta son míos, y me pregunto cómo diablos tiene esas contradicciones, esos discursos tan bien armados que hoy los leo y digo: "¿Pero cómo hice para armar eso?" Me gusta mucho el personaje y las cosas que ha provocado que se me ocurrieran. Por ejemplo, cuando la maestra le dice: "El sol sale por..." y ella dice: "¿Por la mañana?" Quino asegura que no deja ni dejará que alguien de carne y hueso meta sus dedos en la carne de tinta de Mafalda y su tropilla. Mafalda es dibujito animado -dibujo al fin- y nada más. Pero Quino no puede evitar que exista gente parecida a sus personajes. Manolito, por ejemplo, es mozo y vive en Portugal.
-Estábamos en un bar de Portugal con Alicia y había un mozo que era igual. Lo mirábamos tanto que el tipo cada tanto venía a preguntarnos si necesitábamos algo. A Mafalda una vez me la crucé. En Cuba. Me mostraron una nena, vecinita de Daniel Mallo, que fue el cubano que hizo los dibujos animados de Mafalda. Era muy parecida, realmente.
Manolito es imagen y semejanza del papá del amigo de Quino, Julián Delgado. El padre de Julián tenía una panadería en Defensa al 1200, calle que Quino evita como al mal sueño. Es que Julián Delgado, con quien tuvo un entredicho por un devuélveme esos originales de Mafalda -recuerden, Julián le ofreció publicarlos en Primera Plana y Quino luego quiso mudarse a El Mundo- desapareció durante la dictadura militar, en 1978, cuando era director de la revista Mercado. Manolito es todavía el único de todos los habitantes de Mundo Mafalda que lo hacen reír.
-Me parecían bárbaras las ocurrencias de Manolito, con esa cosa de bestialidad que tenemos los españoles. Al final, cuando no sabía qué hacer con la tira, recurría a Susanita y Manolito. Sabía que eran graciosos.
Un día Mafalda se terminó. En su página de Internet, Quino escribe: "Dejé de hacer Mafalda después de 10 años porque me costaba mucho esfuerzo no repetirme. Sufría con cada entrega. Cuando uno tapa el último cuadrito y ya sabe cuál va a ser el final, es porque la cosa no va. Y si bien me halaga que se siga leyendo, también es triste pensar que los temas de los que hablaba Mafalda siguen existiendo". El 18 de junio de 1973 Susanita advertía desde la página de Siete Días: "Ustedes no digan nada que yo les dije, pero parece que por el preciso y exacto lapso de un tiempito los lectores que estén hartos de nosotros van a poder gozar de nuestra grata ausencia dentro de muy poco". El tiempito fueron 26 años, y resultó que no había tantos lectores hartos.
Los libros de Mafalda siguen publicándose con éxito. De la Flor empezó a publicar en los años 70 los famosos libritos apaisados, en un total de diez, y si bien se ha perdido la cuenta, cada una de las ediciones vendió dos millones de ejemplares. Mafalda inédita, una recopilación publicada por primera vez en 1988, va por la edición número 15 y lleva vendidos 50.000 ejemplares. Toda Mafalda, de 1993, va por la edición número 9 y vendió 95.000 ejemplares. Se publicó además en Italia -con prólogo de Umberto Eco-, España, Portugal, Brasil, Noruega, Dinamarca, Grecia, Holanda, Finlandia, Francia y Alemania.
-A veces pienso que tiene esa vigencia porque refleja todo un mundo completo. Otras, porque pinté la vida de una familia. Pero no sé. Es algo que me asombra. Dejar de hacer la Mafalda fue una decisión que me llevó mucho tiempo.
Mafalda dejó de publicarse el 25 de junio de 1973. Quino había pasado diez años construyendo un mundo. Una saga de tinta y de papel.
-A veces siento que la gente me reprocha como a un criminal de guerra que hace 26 años mató a nueve personas: los nueve personajes de la historieta. Yo digo que Mafalda es un dibujo, no una persona de carne y hueso. Qué raro eso, ¿no? Porque a veces me tratan como si fuera un... como si fuera un asesino.
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