Las fotos, por las que pedían un millón de dólares, estuvieron a la venta durante cinco años y terminaron en la tapa de una revista italiana
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Mallorca era “la isla de los famosos”. Concentraba más paparazzi por metro cuadrado que cualquier otro destino de Europa. Para una celebridad era prácticamente imposible pasar desapercibida allí. “El que va a Mallorca, va a que lo saquen”, se excusaban los reporteros gráficos. La Familia Real española aún tiene su residencia de verano en la isla.
El Palacio de Marivent (‘de mar y viento’, en español) es una construcción moderna que fue cedida por la Comunidad de las Islas Baleares para goce exclusivo del monarca y su familia. Cerca de la residencia de verano está la base naval de Porto Pí, militarizada, restringida para la navegación de particulares. Allí, en uno de los tres hangares reservados para la flota privada de la Familia Real, encontraron refugio todos los Fortuna.
La pasión por el mar y la náutica están en el ADN de los Borbón. Juan Carlos la heredó de su padre, Don Juan, durante sus veranos de exilio en Estoril. Sabe navegar a vela, participó en mil regatas, pero también disfruta de viajar “a motor”.
El nombre Fortuna es exclusividad del rey, que lo utiliza en sus yates, y va siempre acompañado por la bandera con la corona real. Tuvo tres con la misma denominación. Se inspiró en el nombre de la embarcación clase Dragón con la que participó de los Juegos Olímpicos de 1972 (que hoy se encuentra en el Museo olímpico de Barcelona). Para sus 15 veleros, en cambio, se reservó el nombre Bribón.
Fue, justamente, en el segundo Fortuna donde lo retrataron desnudo los paparazzi. Era un barco construido en los Estados Unidos que recibió como obsequio de su amigo, el rey Fahd de Arabia Saudita, como muestra de la “entrañable amistad” entre las dos familias reales. La embarcación, que llegó a Porto Pí en agosto de 1979, parecía atravesada por la mala suerte. Durante sus años de servicio padeció mil percances. Nadie en la isla puede olvidar el día que un cortocircuito paralizó sus motores y dejó a Juan Carlos con su invitado, el príncipe Carlos, heredero al trono de Inglaterra, boyando en el Mediterráneo.
Se mantuvo en servicio hasta el año 2000, cuando fue reemplazado por el tercer y último Fortuna a motor (que fue “el yate más rápido del mundo” durante su botadura, regalado al rey por la Fundación Turística y Cultural de las Islas Baleares). El Fortuna “de las desgracias” fue puesto a la venta pero jamás recibió una oferta, por lo que resolvieron pasarlo a desguace. No existe más.
Palabra de paparazzi: “Fue impresionante fotografiarlo así”
Cuando las fotos del rey desnudo finalmente fueron publicados, todos quisieron saber quién las había tomado. Y, sobre todo, cómo había logrado burlar a la custodia. Durante un tiempo se repitió como verdad que las imágenes habían sido capturadas desde un helicóptero.
Antonio Montero fue uno de los seis paparazzi que, en agosto de 1989, retrataron a Juan Carlos desnudo en la cubierta del Fortuna. Hoy tiene su propio programa en la televisión española, Sálvame. A continuación, su relato de los hechos, reconstruido a partir de varias entrevistas que concedió:
“Todos estábamos en Porto Pí, el puerto más próximo al Palacio Marivent, donde amarran las embarcaciones de la Familia Real Española. Éramos más de 100 paparazzi, ellos lo sabían. Era difícil ocultar semejante barco, hacía una ola que se podía ver desde más de quince millas. Cuando el barco sale, me voy detrás, montando mi Vespa, siguiendo su huella por las calas. Localizamos el barco en Camp de Mar, entre Port d’Andratx y la bahía de Palma. ¿Cómo supimos que estaba ahí? Porque si bien el Fortuna podía apagar motores y ocultarse en una cala, lo escoltaba una cañonera imposible de esconder. Esa era nuestra referencia. Además, lo seguían cuatro lanchas de policías con ocho policías en cada lancha.
Dejé mi moto y, con otros cinco colegas, fuimos andando por unos matorrales durante cuatro o cinco kilómetros. Era el mes de agosto y está muy seco todo, la vegetación te pincha las piernas horrorosamente.
El rey estaba con la reina Sofía y la infanta Cristina, que estaba en topless. Le hice fotos, por supuesto, pero ya no las tengo. Las quemé. Ese Fortuna tenía 3 cubiertas y Juan Carlos estaba en la cubierta de arriba. Ahí sólo lo veía un señor llamado Richard, holandés, que le llevaba el barco. Ni la reina ni la infanta subieron en ningún momento a verle. El rey estaba con su gorrito. Estuvimos como tres horas, seis personas, haciendo fotos. Todos asomados a un barranco. Estábamos tan cerca que si cogíamos una piedra y la tirábamos, se la pegábamos en la cabeza.
Fue muy impresionante fotografiarlo así, se los aseguro. Comprendan que en esa época no nos dejaban fotografiarlo con una copa en el Club Náutico porque, decían, quedaba feo. El Rey durante muchísimos años no es que estuviese protegido, es que era sagrado. Ese vasallaje de los medios era tan exagerado que Juan Carlos se lo terminó creyendo.
Por la tarde, le advierten ‘Su Majestad, le han hecho unas fotos desnudo hoy’. A lo que Juan Carlos habría contestado ‘Pues sí que tienen huevos para hacerme fotos desnudo’. Imagínate, había 700 policías desplazados en Mallorca para velar por su seguridad, una patrullera militar con cañones y todo, además de dos o tres lanchas de la Guardia Civil… ¡Y habíamos llegado seis personas a hacer fotos en ese acantilado!
Al día siguiente, nos juntan a todos los fotógrafos en el Club Náutico. Como habían mandado a una fotógrafa muy cercana al rey para que se enterara cómo había sucedido todo, Juan Carlos sabía que nos habíamos rayado las piernas con la vegetación. Entonces el rey nos formó a todos los fotógrafos ahí y fue seleccionando a los que teníamos las piernas rayadas. Dijo ‘tú, tú y tú' y nos invitó un whisky. Pero nadie abrió la boca. Él tampoco”.
“Quien tenga valor, que las publique”, dijo Juan Carlos
Los fotógrafos que estuvieron en Camp de Mar decidieron trabajar en pool: reunieron todo su material para ofrecerlo “en exclusiva” al mejor postor. ¿Cuánto podían valer las primeras fotografías de un rey desnudo? Nunca menos de un millón de dólares, fantasearon. De las 500 fotografías que tomaron, seleccionaron 32. Guardaron los originales en la caja fuerte de un banco e hicieron duplicados que mostraron con discreción en algunas redacciones. Pero vender la exclusiva resultó más difícil que fotografiar al monarca desnudo. Nadie se atrevía a publicar las imágenes. Juan Carlos era protegido por los medios en España. Parecía blindado.
Durante seis años, las fotos fueron ofrecidas a los editores más importantes de Europa. Pero la mayoría ni siquiera se animaba a preguntar su valor. Los españoles pedían, expresamente, que nadie supiera que las habían visto. Miguel Ángel Gordillo, jefe de compras de Interviú, tuvo el material en sus manos: “Los ojos se me salían de las órbitas. Esto da miedo hasta verlo. Porque estaba con un gorrito de esos blancos de verano y estaba como a la parrilla. Tanto de espaldas como de frente. Era una cosa brutal. Yo vi alrededor de 20 fotos, muchas más que las 4 publicadas en Italia”, contó luego.
Cuando comprendieron que ningún editor se atrevería publicarlas, buscaron otro tipo de compradores. Así fue como las imágenes llegaron a manos de Alfredo Fraile, histórico mánager de Julio Iglesias, quien trabajaba en el poderoso grupo KIO (una sociedad estatal dependiente del Gobierno de Kuwait que maneja fondos públicos y privados del emirato). “Me buscaron porque pensaban que el grupo KIO podía pagar un millón de dólares y hacerle al rey el regalo de quitarlas del medio”, contó en su biografía. De inmediato, se puso en contacto con la Casa del Rey. “Le enseñé las imágenes a la espera de que me dijeran qué debía hacer y recibí una respuesta muy clara de Zarzuela: que no diéramos un duro por las fotos. Que si querían publicarlas, que las publicaran, pero el monarca no acepta ningún chantaje”, precisó. La respuesta de Juan Carlos, literalmente, fue: “Quien tenga valor, que las publique”.
Las “joyas más ocultas” de la corona española
Las imágenes jamás se publicaron en España. Recién llegaron al público cinco años después, en la edición de mayo de 1995 de la centenaria revista italiana Novella 2000. El título de tapa fue “El rey está desnudo” (que, además de describir la escena con precisión, remite al cuento del danés Hans Christian Andersen, “El nuevo traje del emperador”, donde un niño grita “el rey está desnudo”). La crónica que acompaña al reportaje fotográfico está escrito con tono procaz y burlón. Dice que, desde la cubierta del Fortuna, el rey enseña “las más escondidas joyas de la corona española”. Y en un subtítulo define al soberano, sin sutileza, como “un gran pedazo de hombre”. Nunca trascendió cuánto pagó el semanario por las cuatro imágenes que publicó, pero la factura no superó las cinco cifras.
Cuando ya no pudo evitar el tema, Felipe González, entonces presidente de España, criticó seriamente este tipo de periodismo que consideró “una intromisión intolerable en la vida privada de las personas”. La Casa Real dejó trascender que Juan Carlos tomaba sol desnudo por recomendación de su médico, para tratarse una afección de la piel.
La publicación de las fotografías aceleró la degradación de la imagen del rey. Fueron, durante años, las imágenes que más avergonzaron a la Corona española... hasta abril de 2012, cuando apareció el retrato de Juan Carlos en Botsuana (adonde, se supo luego, había viajado con su amante, Corinna Larsen) con un rifle en la mano, frente a un elefante abatido. Pero esa es otra historia.
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