Quien fue San Francisco de Asís y por qué inspiró al Papa
El santo italiano predicó una vida de gestos austeros y humildes; fundó tres órdenes religiosas y Jorge Bergoglio eligió su nombre para promover sus valores
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Los 4 de octubre, los creyentes festejan el día de San Francisco de Asís, uno de los santos de la Iglesia Católica, cuyas ideas siguen proyectándose en esta institución desde la figura de Jorge Bergoglio, que adoptó su nombre al asumir su papado en 2013.
Francisco de Asís nació en 1182 en esa ciudad italiana, situada en la región italiana de Umbría. Era hijo de un comerciante rico, llamado Pedro Bernardone, pero renunció a su herencia para seguir el ejemplo de austeridad de Cristo, tras lo que comenzó una trayectoria religiosa que incluyó la creación de tres órdenes, como se conoce a un tipo de institución religiosa avalada por la Iglesia Católica en la que sus miembros adoptan una idea espiritual común explicitada por su fundador.
En 1209 creó la primera de ellas, conocida como los frati menori (frailes o hermanos menores) , que siguen existiendo hasta el día de hoy, reconocidos por la Iglesia Católica, y cuyos valores principales son “abandonarse totalmente a Dios, profesando la obediencia, la pobreza y la castidad”.
La idea de vivir en la pobreza como una manera de acercarse a Cristo fue una de las constantes en la vida de San Francisco de Asís, y es por eso que el Papa Francisco lo sigue reivindicando: “El joven Francisco de Asís, hijo de un rico comerciante, en los albores de la era industrial, del capitalismo y de la banca, que abandonó las riquezas y comodidades para hacerse pobre entre los pobres”, lo llamó ayer, en un mensaje dirigido a los participantes del encuentro “Cáritas, amistad social y el fin de la pobreza” organizado por la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales.
El mensaje predicado por San Francisco en vida atrajo a numerosos fieles a servir bajo su dirección. Una de ellas fue Chiara Offreduccio, hoy más conocida como Santa Clara de Asís. Junto a ella, fundaron en 1212 la Orden de las Damas pobres y las Clarisas, nombre con el que siguen existiendo hasta el día de hoy. Al igual que San Francisco, Santa Clara provenía de una familia noble a cuyas riquezas renunció para seguir el camino religioso, inspirada por los sermones de San Francisco.
En una época donde la Iglesia logró concentrar el máximo de su poder bajo el papado de Inocencio III (1161-1216), las ideas de San Francisco de Asís, aunque siempre bajo la tutela de la Iglesia Católica, apuntaban a un estilo de vida más austero y pacífico, mientras Occidente preparaba una nueva cruzada, como se llamó a las campañas militares de la Edad Media con las que la cristiandad buscaba reconquistar territorios de Oriente Próximo ocupados por los musulmanes.
San Francisco fue también un gran viajero: luego de un primer viaje a Siria, frustrado por un naufragio, logró visitar Palestina en 1219, promoviendo una “cruzada del amor” en paralelo a la quinta cruzada católica, enorme operación militar que buscaba reconquistar Egipto para los cristianos y que fracasó al intentar tomar la ciudad de El Cairo en 1221.
Ese mismo año San Francisco regresó a Italia y fundó su tercera Orden, la de los Laicos, que hoy es conocida como la Orden Franciscana Seglar. Según su sitio oficial, se formó “debido a que muchos hombres y mujeres casados, y el clero diocesano, estaban pidiendo abrazar su estilo de vida y no podían entrar ni en la primera orden ni en la segunda”.
Mientras que los miembros de la Orden Franciscana Seglar tienen una vida activa en la sociedad, también existe una escisión llamada Tercera Orden Regular, cuyos miembros también profesan los votos de pobreza, castidad y obediencia, pero viven en comunidades separadas de acuerdo a su género.
La obra más famosa de San Francisco de Asís
En 1224 San Francisco de Asís escribió su Cantico delle creature (Canto de las criaturas), también conocido como Cantico dell frate Sole (Cántico del hermano sol), la obra en la que el santo explayó su pensamiento respecto a los elementos que conforman la vida en el planeta Tierra: “Alabado seas, Señor, por todas tus criaturas, y particularmente por nuestro hermano, el señor Sol, que nos regala el día y nos alumbra. Él es bello y radiante con su gran esplendor: él es un símbolo de ti, oh Altísimo”, escribió en su segundo verso.
Se trata de uno de los textos más importantes de la literatura italiana en tanto es uno de los más antiguos en esa lengua. En él, San Francisco de Asís agradece a Dios por el agua (”tan útil, humilde, preciosa y casta”), al fuego (”por el cual iluminas la noche, y que es bello, alegre, valiente y fuerte”) y a la tierra (”que nos viste y alimenta, que produce los diversos frutos con coloridas flores y hierbas”), entre otras.
En su verso final, Asís da también su visión de la muerte, que él conoció en el año 1226, recluido en soledad en el Monte della Verna, donde según la tradición, dos años antes había recibido en sus manos y pies los estigmas de Cristo: “Alabado seas, Señor, por nuestra hermana la Muerte corporal, a la que ningún ser viviente puede escapar. Desgraciados aquellos que mueren en pecado mortal; felices aquellos que hicieron Tu santísima voluntad, porque la segunda muerte, la muerte eterna, no podrá hacerles ningún mal”.
El Papa Francisco y San Francisco de Asís
Aunque San Francisco fue un santo extremadamente popular en su tiempo y para la posteridad, pasaron casi nueve siglos hasta que su nombre fue adoptado por un Papa. Aquel que lo eligió, además, fue un caso especial: el cardenal argentino Jorge Bergoglio, primer Papa latinoamericano y jesuita, que fue nombrado en su cargo por el cónclave de 2013.
Las razones que llevaron al Papa a tomar el nombre de San Francisco quedaron expuestas en su estilo de conducción, priorizando gestos de austeridad y humildad, pero también en el cuidado del medio ambiente.
En su segunda encíclica, Laudato si’ (”Alabado Seas”), el papa Francisco citó las palabras del santo referidas a a la tierra en el Canto de las Criaturas: “«Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: ’Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba’”.
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