Hace 80 años se grabó por primera vez el clásico de la música porteña
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Jamás habló del tema, ni siquiera en su propia casa. Cuando le preguntaban a Homero Manzi quién era Malena, la de la voz de alondra, la que en su tango cantaba como ninguna, él no respondía… Nunca develó un misterio que desató mil conjeturas a través del tiempo.
¿Habrá sido Malena algún romance secreto? Manzi, se sabe, era muy enamoradizo, gran cultor de la bohemia tanguera pícara y nocturna de los años 40. ¿Habrá sido entonces la gran Nelly Omar, que vivió con él un tórrido e inocultable romance y que además cantaba el tango “con voz de sombra” igual que Malena? ¿O fue Azucena Maizani, que siempre negó ser Malena pero interpretó el tema antes que ninguna otra? En el desfile de posibles Malenas figura también con grandes chances una tal Malena de Toledo, cantante argentina o chilena (se sabe poco de ella), a quien Manzi habría conocido en un cabaret de San Pablo o en un cafetín de Porto Alegre. Y se habla de más posibles Malenas: Mercedes Simone, María Esther Lerena (protagonista de la película Milonguita), Tita Merello, una casi desconocida corista del Maipo que vivía en la calle Esmeralda y hasta la modista de la esposa de Manzi, entre otras…
Cada una de ellas tiene una historia apasionante. El nombre Malena es sinónimo de tango pero también de misterio y amores secretos.
Malena de Toledo
Se ha escrito mucho sobre ella pero en realidad se sabe muy poco. Muchos personajes de la vertiente noctámbula y compadrita del tango dicen haberla conocido pero probablemente algunos mientan. Sin embargo, estudiosos del dos por cuatro como Oscar del Priore y José Gobello consideran que ella es la más probable inspiradora de la canción.
La historia sería más o menos así: Homero Manzi volvía de un viaje a México en algún momento de 1941 y pasó por un cabaret de San Pablo (o Porto Alegre), donde escuchó cantar a Malena de Toledo, una argentina (o chilena) que llevaba años radicada en Brasil y cuyo nombre verdadero era Elena Torterolo o Tortolero. Dicen que Manzi le hizo un desafío: “Te llamás Malena, te voy a hacer un tango”. “A que no”, dijo Malena y Manzi contestó: “A que sí”. Para más datos, parece que esta Malena tenía bella voz y mejor figura, dos cualidades fundamentales tratándose de Manzi, y que cantaba en castellano y portugués. Los que la conocieron hablan de su voz de cabaret, aguardentosa (“voz de pucho”, dice alguno, porque al parecer fumaba como un murciélago). En cualquier caso, esa voz de sombra suena bastante a la Malena del tango.
El caso es que cuando Homero volvió a Buenos Aires se encontró con Lucio Demare, con quien poco antes había amasado el exitazo de la milonga Negra María. Acá también hay versiones: algunos dicen que Manzi le dio a Demare un papelito con la letra de Malena, que este se lo guardó en el bolsillo, se acordó meses después y le puso música; otros aseguran que Demare escribió la melodía con Manzi dictándole la letra en un café que quedaba en las actuales Libertador y República de la India. Lo cierto es que de ahí salió el tango Malena.
Volviendo a la vida de Malena de Toledo, se dice que cantó con la orquesta del bandoneonista uruguayo Héctor Gentile y las malas lenguas afirman que tuvo con él un fogoso romance. Tiempo después, en una gira por Cuba conoció al cantor de boleros mexicano Genaro Salinas, en ese entonces “La Voz de Oro de México”, se casaron, vivieron un tiempo en la Argentina y luego de algunas aventuras non sanctas de Salinas, él se fue de gira para no volver: terminó en Venezuela, cantando en locales de mala muerte, muchas noches borracho, hasta que fue encontrado golpeado y moribundo debajo de un puente de Caracas.
Cuentan que quien se ocupó de traer el cuerpo de Genaro a Buenos Aires fue la mismísima Malena de Toledo, su ex, quien ya en el ocaso de su difusa carrera sobrevivía aquí como representante de artistas. Al parecer, en enero de 1960 esta primera posible Malena murió de un edema pulmonar mientras negociaba unos contratos de varieté en la ciudad de Montevideo.
Nelly Omar: “Soy yo”
“Malena soy yo”, empezó a decir en los últimos años de su larga y apasionante vida la cantante Nelly Omar. En el mundo tanguero nunca estuvo en discusión que fue amante y musa de Homero Manzi ni que él le dedicó el tema Ninguna, aquel del “no habrá ninguna igual, ninguna con tu piel ni con tu voz”… Pero lo de Malena entra en otra dimensión.
Recapitulando los datos de la historia de Nelly antes y después de su romance con Manzi, tenemos que nació el 10 de septiembre de 1911 en una estancia de Guaminí, que su verdadero nombre era Nilda Elvira Vattuone y que tenía nueve hermanos. Su padre Marcos, capataz genovés, murió en 1924: Nelly se instaló entonces con su madre en Buenos Aires y con 13 años comenzó a trabajar en una fábrica textil. La chica tenía empuje y mucho carácter (lo demostró toda su vida), además de una voz y una afinación exquisitas. Con lo cual comenzó cantando en algunos festivales, luego la contrataron en el cine Argos y a los 17 años ya hacía presentaciones en las radios Splendid y Rivadavia. De ahí en más, su carrera fue meteórica.
Tenía un estilo y un tinte de voz muy diferentes a los de otras cantantes de la época. La llamaban “La Gardel con polleras” y fue una figura emblemática de la edad dorada del tango. ¿Era Malena? Dicen los que saben que su voz parecía perfumada “a yuyo de suburbio”...
En la década del 30 se integró al conjunto Cuadros Argentinos donde conoció a Antonio Molina, con quien estuvo casada varios años y del que se quejó toda la vida (“debí separarme a los dos meses”, declaró). Con Homero Manzi se cruzó en los ‘40, en Radio Belgrano, ambos casados, e iniciaron un romance clandestino que fue la comidilla de la farándula de la época. Nelly contaba que él la persiguió años, que la llenó de oros y joyas y canciones de amor hasta que logró conquistarla. Decía que él estaba loco por ella y que ella no tanto, vaya uno a saber…
Nelly y Manzi tuvieron muchos desencuentros. En 1944 ambos se separaron de sus parejas y oficializaron, pero duró un suspiro porque la esposa de Manzi intentó suicidarse y él regresó a su lado. Dicen que Nelly nunca se lo perdonó aunque en 1951, cuando Homero enfermó de un cáncer terminal, ella se infiltraba en el hospital de madrugada para quedarse unas horas con él. Así pudo despedirse.
Ya sin Homero Manzi, llegaron otros amores y la vida de Nelly siguió ligada al tango durante muchísimo tiempo: festejó su 100º cumpleaños con un show en el Luna Park y murió a los 102, enterísima. En los últimos tiempos comenzó a revelar historias y detalles sobre los hombres que amó y que la amaron. Fue entonces cuando contó que, en la intimidad, Manzi le había confesado que en un viaje a México con el actor Francisco Petrone había escuchado cantar a una mujer muy parecida a ella, que Petrone le preguntó a quién le hacía acordar y que él, casi sin pensarlo, tomó un papel y escribió la letra de Malena. Decía Nelly: “A mí no me importa que no me crean pero lo que cuento es así. Él me dijo ‘Malena sos vos’”.
Del Priore afirma, sin embargo, que el nacimiento de la letra de Malena en 1941 es anterior al primer encuentro entre el poeta y la cantante, por lo cual el relato de Nelly Omar sería técnicamente imposible. Misterios del tango…
Azucena y más candidatas
Otra gran diva del tango, Azucena Maizani, era amiga de Manzi y fue una de las primeras en grabar Malena (en marzo de 1942), lo que dio lugar a muchas especulaciones. Su voz, sin embargo, estaba muy lejos de la sombra y el suburbio: sonaba más bien aguda como la mayoría de las cantantes de tango de la época. Ella, además, negó siempre ser Malena.
Hay quien dice que Homero Manzi le regaló en son de amistad la mentira piadosa de que había escrito la canción pensando en ella. Hay quien dice también que Homero la amaba en secreto. Ya nunca se sabrá…
Lo cierto es que, haya sido o no Malena, la Maizani tuvo una vida fascinante y un final trágico, digno de una estrella del dos por cuatro. Era romántica y temperamental. Surgió a comienzos de la década del 20 y durante años se presentó vestida con traje de hombre, una osadía impensable en aquel tiempo. Había nacido el 17 de noviembre de 1902 y comenzó a cantar tangos como aficionada muy jovencita, mientras se ganaba la vida como modista. Una noche, de puro desfachatada, se acercó a Francisco Canaro en la boite Pigalle y se ofreció para cantar (él fue quien bautizó a esa espléndida morocha como Azabache) y poco después, en una fiesta, hizo lo mismo con Enrique Delfino. Así comenzó su carrera, que fue a la vez la entrada definitiva de la mujer en el mundo del tango: gran amiga de Carlos Gardel, Azucena tuvo un enorme éxito en la radio, el disco, el teatro, el cine…
No le fue tan bien en el amor. Tuvo un par de matrimonios frustrados, el último con su representante, que la terminó estafando y se suicidó cuando se hizo público el desfalco. Fue una etapa muy dura. Cuando promediaba la década del 40 comenzó la decadencia de Azucena. En 1966 sufrió una hemiplejia y murió casi olvidada, triste y sola, en 1970.
¿Qué decir de las otras posibles Malenas? Acho Manzi, hijo de Homero, dijo alguna vez que no creía en la existencia real de una Malena, pero puesto a imaginar qué cantante de tangos pudo haber inspirado a su padre se inclinaba por Mercedes Simone. La versión sobre Tita Merello parece tener aún menos asidero, igual que una leyenda que corrió un tiempo en el mundillo tanguero, que narraba que un día Homero llegó a su casa y encontró a su mujer probándose ropa con la modista, que cantaba una melodía. Dice esa leyenda que el poeta le preguntó cómo se llamaba, ella respondió “Malena” e inmediatamente él se encerró en su cuarto y compuso el tema: tan posible como incomprobable. En este universo del “dicen que dicen”, alguna vez también se difundió el rumor de que Malena era la cantante María Esther Lerena, protagonista de la película Milonguita, quien al parecer volvió loco de amor a un Homero Manzi de 17 años, que casi vivía en el cine para ver el filme una y otra vez. Una última versión decía que Manzi y Demare compusieron la canción después de escuchar a una cancionista que se llamaba Malena en el varieté Nueva Orleans de La Boca.
A todo esto, Manzi guardaba silencio. Murió muy joven, en 1951, a los 43 años, y jamás confirmó o negó tantos rumores.
Pena de bandoneón
Indiferente a la identidad de su musa, el tango Malena siguió su propio derrotero hasta convertirse casi en una leyenda. El 8 de enero de 1942 la voz de Francisco Fiorentino y la orquesta de Aníbal Troilo (gran amigo de Manzi) hicieron la primera grabación para RCA Víctor. Unos días después fue el turno de Juan Carlos Miranda con la orquesta de Lucio Demare y, en marzo, se conoció la versión de Azucena Maizani.
El público amó a Malena de entrada. Era el tema más pedido en las presentaciones de Troilo y todos los cantantes querían incluirlo en su repertorio. El tango figuró también en la película El viejo Hucha, dirigida por Lucas Demare (hermano de Lucio) y tuvo versiones maravillosas a lo largo del tiempo, como las del Polaco Goyeneche y Adriana Varela, e incluso de intérpretes de otros rubros como Joan Manuel Serrat y Andrés Calamaro.
Malena de Toledo, Nelly, Azucena… Con su pena de bandoneón a cuestas, tal vez esa Malena eterna es una imagen poética de las mujeres que amó Homero Manzi. Tal vez fue todas. O no fue ninguna.
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