
Solana Imani Rowe, conocida como SZA, es la figura femenina del sello de Kendrick Lamar y lanzó uno de los mejores discos de música negra de 2017.

¿Quién es la chica que ha conquistado el corazón de figuras de la música negra como Solange Knowles, Pharrell Williams y Wu-Tang Clan? La misma que con solo 26 años se ha transformado en la única voz femenina de TDE, el sello de Kendrick Lamar, una de las máximas estrellas del hip-hop actual. Y la que bautizó uno de sus temas “Drew Barrymore” y logró que la popular actriz, a quien le rinde pleitesía, aparezca en el clip de promoción. Se llama Solana Imani Rowe, pero se hace llamar SZA. Nació en St. Louis, Missouri, y creció en Maplewood, una pequeña ciudad de Nueva Jersey con mayoría de blancos, donde ser negra y musulmana no era lo más cómodo. Y grabó uno de los mejores discos de R&B de este año. Sobre todo porque logró despegarse con sagacidad, imaginación y talento de los patrones sonoros de un género al que los cánones de producción en boga suele estandarizar.
Musicalmente, Ctrl es un álbum tan crudo como opulento. En otras palabras: abundan las ideas, sí, pero SZA supo dosificarlas para evitar la saturación o el barroquismo. Y líricamente revela confianza, sinceridad y valentía para apostar por un tono confesional que expone sin cortapisas sus deseos, frustraciones y el ánimo de revancha, con los que la defraudaron sentimentalmente.
La libertad sexual, la imposibilidad de establecer vínculos sólidos en esta época monopolizada por los contactos virtuales y el envejecimiento prematuro –sobre todo el espiritual– son algunos de los tópicos de un disco que se desmarca de la complicidad apoyada en la fórmula y los cálculos de los departamentos de marketing.
Además de haber tenido el honor de ser uno de los dos únicos featurings del último disco de Rihanna (el otro era Drake), SZA apoyó con su voz y su talento como compositora a Jay Rock y Ab-Soul, dos figuras de TDE. Tres años después de editar su tercer EP, titulado Z y salpicado también de soul y hip-hop, se ganó los elogios encendidos de lo más granado de la prensa especializada con este disco que en etapa de preproducción parecía enfilar hacia otros horizontes (trap, boom bap) y finalmente terminó de decantar en un tratado brillante de R&B orgánico y ajeno a la modas pasajeras.
Producido mayormente por dos bajistas (Tyran Donaldson –también conocido como The Antydote o Scum– y Carter Lang), Ctrl no abandona completamente las influencias que SZA ya había evidenciado en los EP predecesores, pero las metaboliza de una manera más singular y acabada: las sombras de Björk y Jamiroquai aparecen en “Garden (Say It Like Dat)”, pero no opacan la personalidad de la protagonista.
La madurez musical vino de la mano del notable crecimiento de SZA como letrista: una prueba contundente es “The Weekend”, que aboga con ironía filosa por la custodia compartida de una nueva conquista (“Vos quedátelo miércoles y jueves / Y después mandalo a mi casa para el fin de semana”), para dejar sentado que la pasividad femenina ya es parte del pasado. En ese contexto, las infantiles alusiones vaginales de Kendrick Lamar en “Doves in the Wind” lucen un tanto extemporáneas.
Ctrl es un disco que perfectamente puede leerse en sintonía con algunos de su estilo pergeñados por grandes expertas en la exposición pública del dolor como vía necesaria para la catarsis: los de Mary J. Blige, su discípula Keyshia Cole y la más pop –y prima de Snoop Dogg– Brandy, todos nombres consagrados del R&B contemporáneo.
Con su primer larga duración, SZA se inscribe muy pronto en esa tradición adorable. Y lo hace exhibiendo también un asombroso crecimiento como cantante. Ella dice que apenas cambió el tipo de micrófono, le quitó reverberación y aumentó el volumen. Pero más allá de lo técnico, lo que de verdad importa es que la voz suene tan desnuda y tan directa. “Antes no me animaba a exponerla así, me avergonzaba y trataba de ocultarla”, dice ella. “En este disco, mi voz y yo nos reconciliamos”. En buena hora.