Quién es quién en la familia real holandesa
Matrimonios por amor y abdicaciones por elección. Desvelamos cómo es el árbol genealógico de los Orange Nassau
- 6 minutos de lectura'
Durante el siglo XX, Holanda fue el único país europeo regido exclusivamente por mujeres: primero, Guillermina; luego, Juliana; por último, Beatriz. Guillermo Alejandro de los Países Bajos fue el primer príncipe europeo de su generación que se convirtió en rey tras la abdicación de su madre en 2013. En sus casi siete años de reinado logró conquistar a su pueblo al replicar características valiosas de sus antecesores.
Bajo el nombre de Guillermo
En el ADN del Rey de Holanda se encuentra el liderazgo de Guillermo I, conocido como el padre de la patria: además de dar inicio a la casa Orange-Nassau, es quien fundó el Estado holandés tras una crucial participación en la independencia de su país contra el dominio español en 1813.
También heredó la valentía de Guillermo II, el hijo del primer Rey holandés y Guillermina de Prusia, que le puso fin a la autocracia real y estableció una nueva Constitución, que es la base de la actual monarquía.
Se hace difícil encontrar paralelismos entre Guillermo Alejandro y Guillermo III, que fue un rey conocido por su oposición al espíritu constitucionalista de su padre y con falta de interés por ocupar el trono (antes de asumir, quiso ceder sus derechos a su hermano, el príncipe Enrique, y, más adelante, tuvo la intención de abdicar en favor de su primogénito al cumplir la mayoría de edad). Además, tenía una tumultuosa relación con su primera mujer, Sofía de Wurtemberg, y vivió con pesar la muerte de sus tres hijos varones, que no dejaron descendencia. Tras enviudar, Guillermo III tuvo una nueva oportunidad en el amor junto a la princesa Emma de Waldeck-Pyrmont, a quien le llevaba cuarenta y un años. Estuvieron once años juntos y dieron vida a Guillermina de los Países Bajos.
Mujeres al poder
Con solo diez años, Guillermina de Holanda se convirtió en la primera reina de los Países Bajos, aunque su madre fue quien gobernó como regente hasta su mayoría de edad. Su coronación ocasionó la separación de Luxemburgo de los Países Bajos,debido a que en el Gran Ducado la ley Sálica excluía a las mujeres de la sucesión a la Corona. Pero la entronización de Guillermina también trajo grandes satisfacciones, principalmente, la de mantener a su pueblo unido durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial. En esta última, la reina se negó a una alianza con la Alemania de Adolf Hitler y eso la convirtió en una enemiga del Tercer Reich, que invadió Holanda en 1940. Por eso, Guillermina debió exiliarse durante cinco años en Londres (y su única hija, Juliana de los Países Bajos, y sus nietas - Beatriz, Irene, Margarita y Cristina-, en Canadá), desde donde coordinó la resistencia holandesa con ayuda de su gran fortuna familiar. Cuando la guerra terminó, fue recibida en su país con el clamor de su pueblo, que celebró su activa participación política y social en tiempos turbulentos. Pero fue entonces cuando la reina Guillermina comenzó a planear su abdicación en favor de su única hija.
En 1948, mientras Guillermina –que es la monarca que más tiempo reinó en la historia de Holanda, con casi medio siglo de mandato– se retiraba de la vida pública para refugiarse en el Palacio Het Loo, Juliana se ponía la Corona.
Los hechos muestran a la reina Juliana como una monarca poco convencional. Por empezar, a los dieciocho años, cuando su madre la nombró parte del Consejo de Estado se convirtió en una aplicada estudiante de la Universidad de Leiden para hacer valer ese rol. Estudió Economía, Derecho Constitucional y Literatura holandesa; además de interesarse por las Ciencias de la Religión. A pesar de no tener el carácter de su madre, debido a su timidez y sencillez, Juliana se ganó, sin esfuerzo, el cariño de los holandeses. En temas del corazón, no necesitó celestino. Conoció al príncipe germano Bernardo de Lippe-Biesterfeld en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1936, en Garmisch Partenkirchen (Alemania) y, siguiendo los pasos de su madre –que se enamoró del príncipe Enrique, duque de Mecklemburgo Schwerin, durante un viaje a Turingia, Alemania–, contrajo matrimonio por amor. Esa unión tuvo altibajos y fue cuestionada por los holandeses en varias oportunidades. Tal vez, la más resonante fue el escándalo del caso Hofmans que comenzó tras el nacimiento de la princesa Cristina, la hija menor de Juliana y Bernardo, que padeció problemas de visión a causa de la rubeola que contrajo la reina durante su embarazo. La reina buscó ayuda en una "consejera espiritual" que l presentó Bernardo, llamada Greet Hofmans, quien terminó convirtiéndose en su gran confidente. Juliana, desesperada por la sanación de su bebé, comenzó a seguir las recomendaciones de la "sanadora" en todo sentido: llegó a involucrarla en sus decisiones políticas en plena guerra fría. Eso provocó que el gobierno y el pueblo holandés, e incluso su marido, cuestionaran a la entonces reina, quien estuvo a punto de perder su lugar en el Trono.
Casi dos décadas después, el nombre de Bernardo de los Países Bajos estuvo envuelto en otro drama: en su rol como embajador comercial de Holanda, se decía que había aceptado una comisión millonaria de la empresa Lockheed a cambio de informar favorablemente al Parlamento holandés sobre la compra de aviones. El conflicto le valió a Bernardo su cargo, pero junto con Juliana mantuvieron su matrimonio a salvo. Tras la muerte del príncipe, el 1 de diciembre de 2004, se publicó una entrevista post mortem en el diario De Volkskrantde donde Bernardo se confesaba y admitía haber recibido esa suma millonaria, además de reconocer a dos hijas extramatrimoniales, Alicia y Alexia, a quienes –según él– su mujer había conocido en varias oportunidades. Para ese entonces, Juliana ya había muerto, exactamente ocho meses antes a causa de una pulmonía, y su hija Beatriz era reina de Holanda desde hacía veinticuatro años, cuando el 30 de abril de 1980, día de su cumpleaños 71, Juliana de los Países Bajos abdicó en su primogénita diciendo: "Tarde o temprano los que envejecen deben de enfrentar el hecho grave de que su fortaleza se desvanece y que es irresponsable seguir".
Esa frase quedó latente por años en Beatriz, que tras treinta y tres años siendo una reina que, principalmente, potenció a su tierra en el plano económico, decidió abdicar en favor de su hijo Guillermo Alejandro, el primer hombre en llegar al Trono holandés después de ciento veintitrés años de reinado femenino.