Quién es Miranda Lorenzo, la tiktoker que se volvió viral por sus extravagantes looks con globos y peluches
Conocida como “Mirandalaquemirayanda” alcanzó la fama en las redes gracias a su llamativo estilo; en diálogo con LA NACION explicó el por qué se viste así y cómo hace para crear cada look
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En una actualidad en la que el contenido en redes sociales no solo abunda sino que supera la capacidad de consumo, no es tarea fácil lograr captar la atención de los usuarios. En medio de este mar de creadores que buscan generar hits sin demasiado éxito, Miranda Lorenzo -más conocida como “Mirandalaquemirayanda”- alcanzó un gran nivel de popularidad en apenas un par de meses y todo gracias a sus looks extravagantes, que van desde ponerse ropa interior a modo de collar hasta adornarse con complejas estructuras hechas con globos.
Todo comenzó en marzo, cuando la joven de 22 años empezó a compartir el proceso detrás de la creación de los extravagantes (con E mayúscula) vestuarios que usa en el día a día. Estos no tardaron en llamar la atención y, tanto la admiración de algunos como la desaprobación de otros, la volvieron un personaje muy popular en redes.
Para los haters, sus atuendos son feos, ridículos o un simple llamado de atención, sin embargo detrás de cada uno hay un ojo artístico entrenado que sabe bien qué es lo que quiere transmitir y cómo. En diálogo con LA NACION, Miranda explicó de donde nació su deseo de vestirse así, cuáles son sus referentes y cómo se siente con este nuevo título de micro celebridad que se ganó de la noche a la mañana.
¿Ridiculez, llamada de atención o arte?
Con los rulos bien armados, las tupidas cejas peinadas hacia arriba para aumentar su volumen y los labios pintados de un rojo furioso, Miranda mira a la cámara y anuncia, una vez más, que va a mostrar su “outfit del día”.
Para los ojos inexpertos, la manera en la que se viste -apilando prendas una arriba de la otra y acomodándolas de manera que, a la mayoría, jamás se le ocurriría- parece totalmente aleatoria. Pero está muy lejos de ser arbitrario ya que cada detalle, cada accesorio y cada trozo de tela están ubicados con la precisión propia de un artista.
El resultado de dicha transformación que se da de manera cuasi lúdica es difícil de describir en palabras. No importa qué adjetivos o sustantivos se utilicen, ninguna oración podrá transmitir el impacto que genera el atuendo final. Al fin y al cabo, una imagen dice más que mil palabras.
De ser extremadamente necesario, podría decirse que los looks de Miranda Lorenzo son un estallido de colores y texturas que, a pesar de incluir objetos y prendas “fuera de lugar”, cuentan con un equilibrio visual de lo más placentero. Son divertidos, interesantes y, también, son un desafío para todo aquél que lo ve.
Miranda no se detiene demasiado en analizar de dónde sale la inspiración o cómo se da el paso a paso, es natural para ella. Incluso, cuando es cuestionada al respecto, lucha para poder transmitir cómo funciona su cabeza al momento de pensar un look. Porque no puede, es casi instintivo. Como quien agarra un lápiz y dibuja bien al primer intento, o quien canta de manera armonizada sin ningún esfuerzo. Es natural.
La única precisión que puede dar es que, al momento de definir qué se pone, ve más allá de la funcionalidad de la ropa y se centra en las texturas, los colores y las materialidades. “Para mí, la ropa no tendría por qué tener una categorización. A la hora de vestirme en el día a día, que quizás no estoy haciendo una actividad que requiera de tener una ropa específica, la veo sin ningún tipo de encasillamiento”, justificó, en diálogo con este medio.
Que no pueda ponerlo en palabras no significa que no tenga sentido. Ella sabe bien qué es lo que hace. Por algo sus creaciones se ven, dentro de todo su maximalismo, armonizadas y, para esto, el color es un factor primordial a tener en cuenta.
“Yo tengo que ver que haya proporciones de color y que todo el outfit esté ecualizado. Quizás necesito una parte arriba de tal color y no la tengo, pero tengo un pantalón. Entonces pienso cómo puedo convertir eso en algo que me sirva”, detalló. Para lograr este objetivo, los alfileres de gancho son sus mejores aliados y es con ellos que, muchas veces, una pollera o vestido termina devenido en remera, chal, polaina o hasta flotando sobre sus hombros como una capa.
Una vez que terminó de detallar el detrás de escena del momento en el que se viste, las preguntas que surgieron de manera casi inevitable fueron: ¿No es incómodo usar tanta ropa todos los días? ¿Cómo se mueve en transporte público? ¿Cómo hace para hacer sus necesidades sin sufrir el hecho de tener que sacarse prenda por prenda batallando contra los obstáculos típicos de los baños públicos? Entre risas y con el gesto de quien escuchó esos cuestionamientos una incontable cantidad de veces, Miranda explicó: “Yo tengo la idea de la comodidad un poco tergiversada y para mí es más importante la comodidad mental de que me guste lo que tengo puesto que la física. Prefiero tardar 5 minutos más en el baño y después estar todo el resto del día feliz”.
La inspiración detrás
Sus looks impactan porque no son simplemente eso. Para Miranda, lo que se pone es una expresión de todas sus pulsiones artísticas. “Vestirme me tengo que vestir todos los días, entonces hay un montón de ideas que tengo que se terminan reflejando en lo que me pongo, porque quizás no tengo tiempo para hacer un proyecto de pintura o escultura, pero me tengo que vestir para salir a la calle. Entonces -a veces inconscientemente y otras veces de una manera más directa- termino llevando esa idea o ese concepto a la ropa”, detalló.
Este concepto se puede entender con más claridad si se conoce un poco sobre su pasado. Nacida en una familia descontracturada y con un gusto muy particular por el arte contemporáneo, tanto Miranda como su hermana -quien también se destaca por su fashion sense- crecieron en un ambiente que constantemente las impulsaban a pensar fuera del molde. “Nunca hubo un límite en cuanto a la creatividad”, admitió, tras explicar que, desde que tiene memoria, sus paseos familiares consistían en visitar algunos de los museos más reconocidos del mundo.
Llegar a lo que es hoy en día le llevó varios años y un par de sucesos que le delimitaron el camino. Con mucha exactitud, destaca tres. El primero se dio cuanto tenía catorce años y, tras hacer una limpieza de armario, tuvo una epifanía: lo único que impedía que se vistiera como las celebridades que admiraba era su propia vergüenza. Luego de ese descubrimiento, eliminó de su mente la idea de guardar “la ropa linda” para momentos especiales y empezó a usar sus mejores looks para todos los días.
Su segunda revelación se le presentó durante su visita a Japón. Allí -mitad inspirada por la moda maximalista y el estilo Harajuku y mitad por los elevados precios de la ropa- decidió experimentar poniéndose diversos objetos a modo de accesorios con el fin de darle un toque extra a las prendas tantas veces repetidas. Ahora, los peluches, los globos, las luncheras, las cadenas y las máscaras son parte de su guardarropa diario.
La tercera y, por ahora, último paso fue perderle el miedo a las tijeras y animarse a cortar ropa, modificándola de manera casera para que se adaptara a su visión. Como resultado, mallas enterizas con tajos, vestidos acortados de manera rústica, remeras despojadas de sus mangas y hasta ropa de niños intervenida se ubicaron entre sus prendas más usadas.
El rotundo (y algo esperado) salto a la fama
En marzo del 2022 y motivada por la insistencia de su hermana y su cuñado, Miranda decidió subir su primer video a TikTok. El éxito -impulsado tanto por quienes aman lo que hace como por los que se detienen a comentar y a compartir llevados por la indignación- fue casi inmediato. Apenas un par de meses después, tiene acumulados más 350 mil seguidores y superados los 8 millones de Me Gusta en la red social china. Su perfil de Instagram no se queda atrás.
Acostumbrada a sobresalir en la mayoría de las situaciones sociales (”es natural que la gente me vea cuando entro a algún lugar”, aclara), esto no la descolocó. No obstante, la fama y el reconocimiento son diferentes a la atención. “Cuando me doy cuenta de que alguien honestamente me conoce y yo no tengo idea de quién es, me parece una locura y me da un poco de claustrofobia. Además, sé que no importa a donde vaya, me van a reconocer, pedir fotos o un vídeo. Desde marzo que a donde sea que voy me conocen. No tengo los privilegios del anonimato”, aclaró.
En cuanto a los haters que, inevitablemente, aparecen de forma diaria para remarcarle lo poco que les gusta cómo se viste, a Miranda no parecen molestarle. Su solución ante esta problemática es tan simple como efectiva: no lee los comentarios y, si lo hace, considera que si alguien se enoja tanto en base a la ropa de otra persona, debe tener problemas muchos más graves para solucionar.
“Yo sé qué es lo que me pongo. Sé lo que hago y por qué, tengo lo que me gusta muy claro. Cualquier cosa que me pueda llegar a decir, me resbala”, sentenció y, con esa simple declaración, condensó todo lo que la impulsa a enfocarse en su propia felicidad sin darle tanta importancia al qué dirán. Y, por ahora, esa mentalidad le funciona más que bien.
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