Al tocar el timbre del portero eléctrico de su departamento de Caballito, su respuesta no se hace esperar. Y ya en el primer fraseo de su "Hola", la voz de Marita Monteleone suena reconocible. Es lógico, es una de las más destacadas locutoras, de esas con trayectoria importante e intachable, con las que cuenta la radiofonía argentina. Pero, además, por otras razones, desde hace 28 años, su decir nos es cotidiano, muy cercano. Pasaron casi tres décadas desde que grabó, por primera vez, esas sonadas palabras que todos alguna vez escuchamos. ¿Quién no tuvo, en alguna oportunidad, un contacto telefónico con ella? Y no para concretar una cita a ciegas o mantener un call hot.
Marita es la que nos confina a la decepción más absoluta cuando nos lanza el famoso: "El número solicitado, no corresponde a un abonado en servicio", que nos sumerge en el desengaño más profundo. Y también es la responsable del acongojante: "La característica marcada se encuentra temporalmente congestionada". La escuchamos, bufamos y nos preguntamos hasta cuándo seguirá esa congestión tan molesta como la corporal y tediosa del tránsito. Y lo volvemos a intentar, deseando que ella no nos responda, a pesar de su voz inmaculada.
Una voz en el teléfono
Marita Monteleone es pura simpatía. Y talento. Pero su misión, en exclusividad para Telefónica Argentina, nos pone los pelos de punta, hay que reconocerlo. Ella lo sabe. Y disfruta. Y sí, no puede ocultar el orgullo de haberse convertido en una de las voces más reconocibles del país, aún a costa de ser la médium que intercede con esas frases que cercenan. Pero su voz irradia tal dulzura que uno la llamaría hasta para dar las malas noticias familiares. Marita no puede evitar sentir la satisfacción de saberse querida, casi como un ídolo popular. Es que está tan arraigada en el inconsciente colectivo que sus latiguillos se convirtieron en una marca registrada. Y celebrada, a pesar de todo. Como al humorista que se le pide un cuento o al futbolista que se le ruega un jueguito improvisado, a Marita, cuando la escuchan hablar y la reconocen, la gente le reclama que repita las emblemáticas frases o que les grabe mensajes en sus celulares. "Un verano estaba descansando en la carpa de la playa de Chapadmalal y cuando los turistas me escucharon hablar, se empezaron a acercar para sacarse fotos. Al rato, eran decenas de personas desfilando por mi reposera para que les grabe contestadores; les firme un autógrafo; o les diga, en vivo y en directo, las frases de la compañía de teléfonos. Esa carpa parecía una oficina", se ríe la locutora que también le puso su sonada voz a otros de los clásicos de su repertorio: "La característica es inexistente" y el amoroso "Gracias por utilizar los servicios de llamadas gratuitas de Telefónica".
"En 1988 grabé algunas voces para Entel, eran 12 frases básicas. Cuando la compañía se privatizó, y se convirtió en Telefónica, me comuniqué con la empresa para ver si estaban interesados en seguir trabajando conmigo. Y así fue, continuamos la relación laboral hasta hoy. Eso sucedió en 1993, año en el que nació mi hija. Me siento muy querida por la empresa, me tratan muy bien. Nos queremos, luego de tantos años compartidos".
-¿Qué otros mensajes son parte del acervo?
-Es innumerable la cantidad de frases que llevo grabadas, porque también registro los contestadores de los 0800 y 0810, me pueden encontrar en muchísimas empresas.
-¿Es cierto que grabaste la guía telefónica completa?
-Sí, fue para un servicio de reconocimiento de voz que ya no se utiliza. En 2001, la gente de Telefónica me informa que una empresa francesa quiere grabar la guía. Me preguntaron cuánto quería ganar por ese trabajo, pero era muy difícil hacer un cálculo. "No sé", les dije. Se grabaron, en un año y nueve meses, todos los nombres particulares, los accidentes geográficos, las rutas, nomenclatura de universidades, estancias.
-Con semejantes experiencias, inevitable no reconocer tu voz.
-Ayer llamé al 110 y el operador me dijo: "Hola Marita Monteleone". Me sorprendo yo misma.
-Así cómo te pasó en aquella playa, ¿qué sucede en el día a día en la calle?
-Viajo permanentemente en taxi y cuando digo la dirección a la que me dirijo, inmediatamente los choferes se dan vuelta y me dicen: "¿Es usted?". El otro día fui a hacer un trámite al Anses y las chicas que me atendieron me pidieron que les grabe los contestadores de sus teléfonos, y la gente que estaba en la cola se tomaba fotos conmigo. ¡A mí me encanta!
-Tu voz es angelada, pero, además, hay una forma de decir que marca tu sello personal que le infiere identidad.
-Las frases de los teléfonos las podría haber grabado mucho más opacas, pero me gustó darle énfasis, sentido a lo que estaba diciendo. Creo que ese es uno de los secretos por los cuales trascendieron.
-¿Seguís grabando nuevos mensajes?
-Sí, dos o tres veces por semana, voy al estudio para grabar frases y los contestadores de las empresas.
Tras los pasos de El Aleph
Marita Monteleone es un personaje atípico. Siempre lo fue. Ese salirse de los cánones y arremeter con simpatía y tenacidad en busca de sus objetivos le ha dispensado más de una satisfacción y le ha permitido concretar sus metas. Cuando aún era una joven estudiante de locución en el COSAL, uno de sus profesores encomendó al curso ir en busca de algún representante de las letras contemporáneas. Los compañeros de Marita se apresuraron en escoger nombres, dejando para ella pocas opciones. La joven, que aún vivía con sus padres en Villa del Parque, se decidió por la figurita más difícil: Jorge Luis Borges, todo un desafío. "¿Cómo hago para entrevistarlo?", se preguntaba en noches de insomnio. Lo suyo jamás fue bajar los brazos, así que acudió a la Sociedad Argentina de Escritores para obtener el número de teléfono del escritor. Casi una profecía. Los teléfonos, por primera vez, la ayudarían a concretar su meta. "Lo llamé y, para mi sorpresa, me atendió. Le expliqué quién era y qué necesitaba. Me pidió que lo llamase a la semana siguiente. Así estuvimos durante largo tiempo. Pero yo jamás bajaba los brazos: todos los miércoles, a la misma hora, lo llamaba. Le decía ´Señor Borges´. Habíamos pegado tan buena onda que me había comenzado a contar intimidades cotidianas. Una vez me comentó que le dolía la cabeza y yo le sugerí tomar una aspirina con azúcar. Había pasado un mes y medio de llamadas y el profesor del COSAL se había comenzado a impacientar. Ya era hora de entregar mi trabajo para no quedar desaprobada, así que me fui a la casa de Borges en la calle Maipú. Diluviaba. En la planta baja me interceptó el encargado del edificio, quien me dijo que no me preocupara porque él hablaría con Fanny, la asistente de toda la vida del maestro. Al rato me pidió que subiese. ´Borges la está esperando´, me dijo. Allí, en su departamento, hicimos el reportaje. Estuvo tan contento con la charla que quedamos en contacto, y hasta me invitó a ir con mi mamá a tomar el té. La entrevista fue hermosa. No tuve que hacer casi preguntas, mencionaba un libro y él arremetía", explica aún orgullosa de aquella hazaña de juventud que le confirmó que la perseverancia es el mejor camino. No fue la única vez que apeló a esa receta que conjuga simpatía, buenos modos y tenacidad.
El valor de ser constante
Cuando se recibió de locutora, comenzó a buscar trabajo en los medios. Con ese deseo, visitó una y otra vez Radio Mitre. Su constancia ejemplar a las cinco de la tarde la llevó a ser conocida por todo el personal de la emisora. Ella, seductora y despierta, llegaba, en sintonía con el momento de la merienda, con un suculento paquete de facturas. Como marcaba el poeta, siempre a las cinco en punto de la tarde. "Pero una vez me demoré y llegué una hora más tarde. Ese día me interceptó el jefe de locutores y me reclamó por la demora. Era insólito porque yo no trabajaba allí. Luego de reprenderme, me dijo: ´Arranca el 31 de diciembre como locutora de Radio Mitre´. Mi emoción era única".
Marita Monteleone, jamás supo lo que es la falta de trabajo. Compartió el micrófono con grandes como Héctor Larrea, Juan Carlos Mareco, Juan Carlos Mesa, Juan Carlos Altavista, Juan Alberto Mateyko, Berugo Carámbula, Julio Ernesto Vila, Roberto González Rivero, y Leonel Godoy, entre otros próceres. "Héctor Larrea es el más grande de todos. Tiene la voz más fresca del dial", explica Marita, quien reconoce que le hubiese gustado tener algo de Elizabeth Vernaci: "Posee desparpajo, frescura, no tiene miedo. Para mí es perfecta. Es ´La´ locutora. Tenemos muchas muy buenas, pero ella es genial".
-¿Qué te dio la radio?
-Me actualiza. Me da información. Y, por otra parte, me permite estar con mis compañeros, levantarles el ánimo. No me gusta quedarme solo en la relación profesional, sino estar con ellos también en lo personal. La radio es una familia. Cuando hacíamos Rapidísimo, con Héctor Larrea, no veía la hora que comenzara a sonar "en la mañana fresca y temprana como una rosa", la canción que anunciaba el inicio del programa.
-Todo grande cuenta con sus metidas de pata. ¿Recordás algún furcio memorable?
-Mi primer día de trabajo fue el 1° de enero de 1985, cuando debuté en Radio Buenos Aires para hacer un reemplazo, como suele suceder con los que recién se reciben. Aquella vez, me citó el jefe de locutores, César Gómez, y al aire me presentó para que diga un aviso. Era el anuncio de una confitería. Cuando tengo que leer el número de teléfono, comienzo a tartamudear y no hubo manera de que saliera entendible. No pude. ¡Cómo me temblaban las manos! Pero uno no comete furcios solo en los inicios. Ya con varios años de fogueo, estaba trabajando con Héctor Larrea en Radio El Mundo. Como habíamos festejado el cumpleaños de nuestro compañero Mario Sánchez, había bebido una copa de champagne. Estaba realmente mareada porque no suelo tomar. Cuando llegó el momento de hacer el aviso de un supermercado, Larrea me da el pie para que lea las ofertas del día, pero no podía por el mareo, así que dije: "Este supermercado, es lo más". Ahí Héctor agarra la rutina y sigue él leyendo lo que pedía el anunciante. Al otro día, entran al estudio los de la oficina de comerciales de la radio. Pensé que me iban a retar. Pero no fue así. Nos dijeron que el anunciante había pedido que quedara el slogan que yo había dicho de casualidad. A partir de ese día, el supermercado adoptó la frase ´es lo más´".
Marita Monteleone estuvo cinco veces nominada al Premio Martín Fierro que entregan los periodistas especializados de APTRA. En 2001 y 2011 obtuvo la preciada estatuilla. Atesora ese orgullo en un lugar destacado de su living, junto con una foto gigante de su hija Malena de los Ríos, quien hace un año se recibió de locutora y, además, cursa el segundo año de Ciencias Políticas en la UBA. "Es el fruto del gran amor de mi vida que fue Alberto de los Ríos, un hombre fantástico que era operador de radio. Nuestros compañeros de Mitre y El Mundo nos hicieron gancho. Murió muy joven, jugando un partido de fútbol. Aunque estábamos separados, jamás dejé de quererlo".
-Cuando se atraviesan desgracias personales, ¿cómo se sale al aire?
-Hay que actuar. Las locutoras somos un poco actrices. Cuando se enciende la luz, hay que darlo todo. En ese momento hay que olvidarse de los problemas y decir la temperatura como nadie la dijo.
-¿Cómo es decir la temperatura como nadie la dijo?
-Dándole identidad al trabajo. Mucha gente me dice: te escuché, pero no sé dónde. Es que la gente ya identifica la voz. Y a esa voz hay que agregarle personalidad: yo no te digo el estado del tiempo a secas. Yo te puedo decir: "La temperatura es de 10 grados y el cielo está alguito nublado, pero no se preocupe, ya se va a despejar". Con eso, vos le das una esperanza al oyente.
Canta el tango como ninguna
Actualmente, además de ser la voz de la compañía de teléfonos, Marita Monteleone es la locutora de las mañanas de Radio El Mundo, donde aporta su sello personal de 9 a 12 en los micrófonos de esta emisora histórica. Pero, más allá de los avisos y jugando también con su voz, por las noches se dedica a ejercer su otra pasión: cantar tangos, esa música que mamó en su infancia en Villa del Parque, en las tertulias en el club Gimnasia y Esgrima de su barrio, y en las horas de radio donde el 2x4 es estrella. "En realidad, yo cantaba tangos. La música era mi verdadera pasión. Jamás soñé con ser locutora. Buscando ser conocida, me presenté en el concurso Rumbo a la fama, que conducía Leonardo Simons, pero salí segunda. Luego fui a Grandes Valores del Tango de Silvio Soldán y también quedé en el segundo puesto. Volviendo con mi mamá de la grabación de ese programa, me cruzo en la calle con un comisario llamado Jesús que me dijo: ´Cantaste muy bien piba, pero con esa voz, ¿por qué no sos locutora?´ Y ahí se despertó la vocación por esta carrera hermosa", explica quien solo escuchaba a Betty Elizalde en las madrugadas en las que le tocaba estudiar, "ese era mi único contacto con el medio".
Hoy, Marita lleva adelante Maritango, su espectáculo musical con el que recorre diversos espacios de la ciudad. El mismo que hasta le permitió cantar en el Teatro Nacional Cervantes con la Orquesta Juan de Dios Filiberto. "En el tango, como en la radio, trato de frasear. No es todo igual. Soy autodidacta, escucho grabaciones, me inspiro. No copio, pero sí soy de ir sacando modismos. Por suerte, me ha ido bien", dice la ahijada artística de Silvio Soldán.
-En la radio, ¿existe gente con la que no volverías a trabajar?
-No.
-¿Jamás tuviste una mala experiencia?
-Si las tuve, me las olvidé. Esta es una sola vida y hay que disfrutarla.
-¿Quién fue el compañero más difícil?
-No hubo nadie que me hiciese pasar un mal rato. Yo me adapto al conductor. Lo que me piden, lo hago. Si me dicen que solo tengo que dar el pronóstico, acepto. Si me dan más lugar, me adapto. La voz siempre le gana a lo que te piden.
-Tu voz resuena perfecta, luminosa. ¿Cómo te cuidas?
-No tomo frío y bebo mucho té. Además, no levanto la voz jamás. Y cuando canto, respiro bastante. En mis shows no canto doce tangos seguidos sino que los alterno con invitados.
-¿Pensás en retirarte?
- Jamás. Sin hacer radio, me muero. Voy a seguir trabajando mientras me acompañen la voz y la cabeza. La radio es sanadora.
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