¿Quién dice qué es y qué no es arte? A Jeff Hamilton la pregunta no le mueve un pelo. Tampoco a la larga lista de celebrities que lucen sus estridentes camperas de cuero, con recortes, estampas y logos, desde los años 80. El último encargo es para el dúo de Joe Biden y Kamala Harris, que se sumarán a Madonna, Michael Jackson, Drake, Muhammad Ali, Michael Jordan, LeBron James, entre otras estrellas de la música y el básquet.
Diez años antes de convertirse él mismo en celebridad –Arsenio Hall lo llamó en los 90 el “emperador de las camperas de cuero”–, Hamilton llegaba a Estados Unidos como un inmigrante más para “hacerse la América”. Su pasaporte decía que se llamaba Jeff Bohbot y que había nacido en Marruecos en 1956. Estudió Matemáticas y Física en París y desembarcó en Estados Unidos en 1980, con la intención de meterse en el mundo de la moda. Fue el licenciatario de Guess Jeans y lanzó la primera línea de ropa de hombre de la marca. Cinco años después, las ventas anuales de la división Hamilton –ya no usaba el apellido Bohbot– habían alcanzado los US$30 millones. Para esa época, ya hacía sus primeras camperas “locas”, primero para sí mismo y después para celebridades.
“Cobraba cualquier cosa porque era algo nuevo, pero los encargos empezaron a multiplicarse”, recuerda. Pieza única o producción en serie, arte o negocio, sin formulárselo en ese momento, Hamilton se subía al tren de lo que Warhol ya había iniciado en los 60, romper las barreras entre el arte y la cultura de masas.
Hamilton se subió al tren de lo que Warhol ya había iniciado en los 60, romper las barreras entre el arte y la cultura de masas.
El primer jugador de básquet que lució una Hamilton fue Magic Johnson y la bola se echó a rodar. Diseñó las camperas del Dream Team, para los Juegos Olímpicos de Barcelona. El golpe de suerte definitivo llegó en 1998, cuando asistió a la final de la NBA entre los Chicago Bulls y los Utah Jazz. En el último tanto, Michael Jordan consiguió el triunfo para los Bulls en un ajustado 87-86 y el tercer título consecutivo para el equipo. Minutos después, un asistente lo llevó a Hamilton hasta el vestuario y la primera pregunta de Jordan fue: “¿Dónde está mi chaqueta?”. Era una campera con un enorme logo de Bulls 3-D y el horizonte de Chicago. Vendió 2000 a US$2000 cada una: US$4 millones.
Bill Clinton era el presidente en ese momento y quiso también tener su Hamilton. “Para un político no puedo hacer algo muy loco como para la NBA o un rapero, pero siempre firmo cada campera en el interior y pongo un mensaje que expresa mis sentimientos por esa persona”.
Producir en serie para la NBA le permitió volver a hacer unas pocas piezas únicas. “Cada vez que hago un diseño para una gran celebridad, hago dos chaquetas. Entrego una y me quedo con la otra para mí y les pido que me las firmen”, revela.
En 2002, cuando los Lakers de Los Ángeles lograron su tercer título consecutivo, Hamilton presentó al equipo lo que tal vez fue su creación más llamativa: un modelo cubierto de palmeras en los hombros con un cielo azul, y beige arena sobre la cintura, con el horizonte de Los Ángeles y el logo de los Lakers gigante.
Habituado a las imitaciones, este era tan complicado que dificultaba las falsificaciones de buena calidad. Además, Hamilton firmó y fechó cada una, como si fueran piezas de arte. “La competencia siempre pensó en los negocios primero y en el arte después. Yo pienso primero lo que quiero hacer y que el negocio venga detrás”.
Diseño, arte, moda, negocio son para Hamilton palabras intercambiables. Coincide con uno de sus últimos clientes, el japonés Takashi Murakami, que puede hacer diseños para Louis Vuitton y Marc Jacobs como una muestra en el Museo Guggenheim. Murakami, el mismo que en su tarjeta personal se presenta como “el Warhol japonés”, se mueve en ese espacio cada vez más concurrido donde las fronteras del “verdadero arte” se desdibujan.
En 2002, Jeff vendió su empresa y organizó por un tiempo ferias de arte y subastas de arte callejero. El furor de las redes –tiene un millón de seguidores– y la nostalgia como tendencia lo pusieron otra vez en la mira. Slash, el guitarrista de Guns n’ Roses, le encargó una campera y la NBA, un modelo especial para la despedida de Kobe Bryant de los Lakers, en 2016. Pasaron cuatro años y aún se la piden: lleva la estampa del jugador y la leyenda “Farewell Mamba”. Su precio es de US$7000.
Amante del fútbol también, Hamilton fantasea con que alguna vez una estrella del fútbol sudamericano le pregunte, como Jordan en 1996: “¿Dónde está mi chaqueta?”.