Entre el arte y la publicidad, el argentino pasa buena parte de su tiempo de viaje por el mundo, adonde lleva obras que fascinan por su colorido y su mirada de los peces, yaguaretés, yacarés, playas y ríos
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Es argentino, artista gráfico e ilustrador. Para él, descubrir la propia identidad, tener una mirada original y plasmar en sus obras un mensaje que sintonice con el receptor fue su punto de inflexión en el camino de ser artista. Se trata de Alan Berry Rhys, que se volvió una suerte de embajador de nuestra mesopotamia en los circuitos artísticos y publicitarios del mundo.
“Me di cuenta de que mis trabajos empezaron a tener otra repercusión cuando empecé a comunicar algo de todo eso que a mí me parecía interesante. Además, me gusta mucho pescar, me atrae el agua, en general; tanto, que de chico soñé con ser biólogo marino.”, cuenta Alan. “Pero al momento de decidir qué carrera estudiar elegí diseño gráfico y, de algún modo, al final mis dos pasiones se combinaron.”, revela.
Enamorado del Paraná
Cuando estudiaba en la universidad atravesó un período de angustia: aprobaba sus trabajos pero a él no le terminaban de gustar. Notó que la técnica precedía al arte. Las ilustraciones estaban bien en cuanto a los colores y las formas, pero todo le parecía que era más de lo mismo. Al igual que el resto de sus compañeros dibujaba calaveras, inventaba monstruos, copiaba simpáticos animalitos. “Nada de lo que hacía me terminaba de convencer, solo eran piezas estéticas, pero no tenían un mensaje propio”, recuerda.
Aquellos lugares donde jugaba de chico
Esa crisis la superó cuando, buceando en sus emociones, encontró el entusiasmo que le faltaba al recordar -del latín recordare, traer al corazón- aquellos lugares donde le gustaba jugar cuando era chico. Aquellas imagénes de tantos veranos cuando pescaba en el río Paraná junto con su tía abuela habían quedado impregnadas en su retina y volvían al presente como pidiendo ser retratadas. Fue así que, al revivir ese amor infantil por el litoral, transformó toda esa belleza guardada en su memoria en una fuente de inspiración para sus creaciones.
“El litoral siempre me fascinó. Me encanta pescar, y me encanta todo el ambiente y la cultura que rodea a los ríos tropicales y subtropicales. Me atraen las selvas, los montes, las orillas, el río, las cascadas. Las casas de venta de carnada, las historias y las costumbres que hay alrededor de la pesca. De chico, siempre que viajábamos con mis viejos, les pedía que parásemos en los puestos de carnada al lado del río, aunque no fuéramos a pescar -a nadie en mi familia le gustaba, solo a mí desde que tengo cinco años- porque me encataba ver a los pecesitos nadando en las piletas, los anzuelos, las boyas y los señuelos”, evoca.
“En el momento que me puse a ilustrar quise mostrar un mundo que nadie estuviese mostrando, y me di cuenta que lo mejor era hablar de todas estas cosas que a mí me fascinaban. Con el tiempo empecé a entender la metáfora de la presa y el predador, es decir de la publicidad como un señuelo”, reflexiona.
“Me dio fiaca rendir el examen final”
Una vez encontrado el rumbo artístico, Alan continuó cursando la carrera de diseño gráfico, en la Universidad de Buenos Aires, hasta la última materia, pero nunca obtuvo el diploma porque quedó debiendo el examen final. Simplemente no tuvo ganas rendirlo. “En la cursada de la materia me saqué un 9 pero cuando llegó el momento de dar el final, la verdad es que me dio fiaca. Sentí que ya había conseguido lo que quería de la carrera - que era aprender-”, cuenta.
“El título nunca me interesó y lo que más fiaca me daba era pensar en todo el trámite que iba a tener que hacer para obtener el diploma. Además, yo ya estaba trabajando como docente en una materia de la carrera, así que, entre el tiempo que le dedicaba a eso y los trabajos de ilustración, no me quedaban horas para ocuparme del título, así que decidí que no lo necesitaba”, resume.
Hoy su trabajo se inspira en la publicidad gráfica vintage de los años 30 y 40, en la búsqueda de una vida más simple y en la exploración de estilos de vida artesanales, como la de pescadores, hacheros, carniceros, carpinteros. Usando serigrafía y pintura, desarrolló un estilo basado en los métodos de impresión de baja calidad de los primeros anuncios gráficos. También se enfoca en lettering y tipografía.
“El color es un componente muy importante en mi obra y supongo que eso es algo que atrae de mis piezas, tienen un lenguaje que viene del mundo publicitario y de las marcas que, en su naturaleza, está pensado para atraer. Lo mismo pasa con los señuelos para pescar, están pensados para que llamen la atención, por eso son hermosos. Y también peligrosos”, reconoce.
La publicidad como señuelo pero también como arte
Alan ama viajar y lo hace seguido, ya que con su computadora puede trabajar desde cualquier lugar. Viaja para conocer, para participar de exposiciones y, además, cuando viaja por Europa o Estados Unidos aprovecha para juntarse con sus agentes y clientes y mantener las relaciones personales. Pero, básicamente, viaja en busca de agua.
“Me encanta sufear, pescar, bucear, y todo tipo de actividad que gire en torno a estar cerca del agua. Cuando estoy en casa, a veces vienen compañeros o mi asistente a trabajar, pero eso es por épocas dependiendo de los proyectos en los que esté involucrado.”. Desde Italia, al momento del diálogo con LA NACIÓN, y con planes para viajar a surfear a las playas de Indonesia. Alan cuenta que actualmente está trabajando en una campaña para un vermú. “Es una marca que me encanta porque no es pretenciosa, la siento local. Me encanta poder buscar esas cosas que son nuestras y tratar de usarlas para la comunicación.”, explica y adelanta que también acaba de terminar un poster para publicitar el circuito mundial de Surf, para la fecha que se disputará en Río de Janeiro.
En paralelo, está preparando una muestra artística de artes combinadas que se realizará antes de fin de año en Buenos Aires, para la que está trabajando con materiales diferentes, como óleo sobre tela, esculturas e instalaciones. Y, fiel a su fuente de inspiración, encara un proyecto de pintar un puesto de carnada al lado de la ruta, en Zarate. “Ya estoy hablando con ellos y espero poder hacerlo antes de fin de año”, adelanta.