Los 19 días de guerra del padre de Victoria Villarruel en Malvinas: dos combates “cuerpo a cuerpo” con las fuerzas especiales británicas y más de 15 misiones de inteligencia
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Eduardo Villarruel aterrizó en Puerto Argentino el 27 de mayo de 1982 a las 19.30 horas. Tenía 35 años, era capitán en el Ejército Argentino y se había formado como Comando. Era un soldado de élite, el segundo jefe de la Compañía de Comandos 602, que dirigía el mayor Aldo Rico.
Durante los 19 días de guerra que vivió en Malvinas, Villarruel participó en dos combates “cuerpo a cuerpo” con las fuerzas especiales británicas y en más de 15 misiones de inteligencia. Fue uno de los últimos argentinos en abandonar las islas, luego de permanecer prisionero de los ingleses, tras la rendición argentina.
Días antes de embarcarse rumbo a Malvinas, su única hija, Victoria Villarruel, actual vicepresidente de la Argentina, había cumplido 7 años.
“Las olas salpicaban en el avión”
El coronel Horacio Lauría (VGM), miembro de la Compañía de Comandos 602, recuerda cómo fue el viaje de los Comandos al archipiélago: " Fuimos todos los comandos en el mismo avión, un Hércules C-130. Volamos a 10 metros del agua para no ser detectados por los radares. Tuve la oportunidad de entrar un segundo a la cabina de mando y me impresioné: las olas salpicaban en el avión”.
En el aeropuerto, al llegar a la plataforma asignada, la tropa descendió por las escaleras. Rico y sus hombres fueron alojados en un gimnasio que los comandos de la Compañía 601 bautizaron “la halconera”. Procuraron descansar, pero sin mucho éxito. Esa misma noche, cuando todos dormían, una fuerte explosión sacudió al edificio. Hubo pedazos de cielo raso que cayeron sobre ellos mientras los incesantes estallidos iluminaban las paredes.
Los Comandos se incorporaron velozmente y se prepararon para combatir. Pero sus compañeros de la Compañía 601 los contuvieron. “¡Tranquilos, no pasa nada, permanezca todo el mundo en su lugar! Es fuego de desgaste, de perturbación”, dijo un jefe de sección. Todos intentaron recuperar la calma. El lugar estaba repleto de armas y municiones, era tremendamente inflamable. Algunos hombres matizaron el momento haciendo bromas.
-Hay dos cosas que me molestan en esta vida: los mosquitos y el cañoneo naval inglés, dijo el teniente primero Luis Brun.
El chiste fue festejado por sus compañeros de arma. Unas horas después, los disparos cesaron y los efectivos se dispusieron a dormir un poco más. Fue el primer contacto que Villarruel y sus colegas tuvieron en Malvinas.
Los comandos, una fuerza capacitada para todo
Los Comandos son el cuerpo de combate élite del Ejército Argentino. “Son soldados profesionales de operaciones especiales capacitados para conducir y ejecutar tareas de alta complejidad, en cualquier ambiente geográfico y bajo cualquier condición meteorológica, integrando fracciones reducidas que operaran normalmente aisladas”, dice el historiador Isidoro Ruiz Moreno, que recopiló todas las misiones de las Compañías 601 y 602 en el libro “Comandos en acción”.
Sus integrantes reciben la instrucción más rigurosa y exigente. Durante meses son llevados física y mentalmente al límite de sus posibilidades. Aprenden a orientarse en los entornos más extremos, donde la ayuda pocas veces llega, donde solo ellos pueden salvarse a sí mismos. Son soldados, pero con un grado de autonomía mayor al de un combatiente regular.
En la Guerra de Malvinas, las Compañías 601 y 602 de los Comandos tuvieron un rol destacado. Fueron los únicos que tomaron prisioneros y le arrebataron una bandera al enemigo. Siempre combatieron a las SAS (el grupo Special Air Service), su equivalente en el ejército británico.
El comienzo de la guerra fue duro para el capitán Villarruel: dos días después de su llegada, en su primera misión, perdió a dos compañeros.
Cuenta el Coronel Lauría: “El 29 de mayo, por la tarde, los Comandos salieron en helicópteros hacia el monte Kent”.
-¿Cuál era su misión?
-Teníamos que ir y enterrar nuestros suministros para luego infiltrarnos en territorio ocupado por los ingleses y realizar acciones como emboscadas, tomar prisioneros, recoger información sobre el enemigo. La noche del 29 salió mi patrulla, la 3ra Sección de Asalto, de la cual yo era el segundo jefe. En otro grupo salió Villarruel con la misma misión. Los helicópteros nos dejaron al pie del monte Kent. A Villarruel lo habrán dejado a unos 500 metros. Yo fui con dos hombres a hacer una exploración nocturna. Cuando estábamos a 40 metros de la cima del monte, nos abrieron fuego desde tres posiciones distintas con ametralladoras. Pensé que quizás era Villarruel que nos confundió, porque nuestros uniformes eran muy parecidos a los de los ingleses, hasta que los escuché hablar en inglés. “Nos mandaron a la boca del lobo”, pensé. Era una emboscada.
-¿Tuvieron bajas?
-Ese día tuvimos un herido: el sargento Viltes, a quien le dispararon en un talón. El grupo de Villarruel tuvo dos muertos, Rubén Márquez y Oscar Humberto Blas. Estuvimos combatiendo durante más de 14 horas: yo, en un lugar, con 12 hombres, y Villarruel, a 500 metros, probablemente con un grupo de no más de 10 hombres.
A Villarruel le pasó lo mismo que a nosotros, los estaban esperando. Sufrió esa emboscada... En situaciones así, no te queda otra que replegarte. Villarruel decidió replegarse a otra posición en monte Estancia con su gente. Al día siguiente llegué a donde estaba Villarruel, nos dimos las novedades, y él dijo que había que avisarle a Rico que no viniera porque también iba a caer en la emboscada.
Combate en el Monte Dos Hermanas
La noche del 9 de junio, con las últimas horas de luz, la Compañía 602 partió hacia el monte Dos Hermanas. Minutos más tarde se desataría una de las batallas más intensas de la guerra de Malvinas. A continuación, el recuerdo de Lauría:
“Ahí no esperábamos que el comando superior nos diera inteligencia, porque la primera que nos dieron nos hizo pelota, con la emboscada en el monte Kent. Así que nos basamos en información conseguida por nosotros en las tareas de infiltraciones que habíamos hecho previamente. Llegamos a la conclusión de que lo conveniente era tenderles a los ingleses una emboscada en el monte Dos Hermanas.
Salimos de Puerto Argentino a eso de las 7 de la tarde y llegamos al monte a las 9 de la noche. Nos organizamos de la siguiente forma: un escalón de asalto, cuya finalidad de encerrar y maniobrar a los ingleses; un escalón apoyo, en el cual estaba yo; y luego el escalón de recepción, cuya misión era recibir a cualquier herido, más allá de apoyar con el fuego y combatir. En ese estaba Villarruel.
En un momento dado, somos sorprendidos por una pequeña fracción inglesa que ataca a los argentinos que estaban a cargo de la ametralladora: Jorge Vizoso y Mario Cisnero. Abren fuego sobre ellos, matan a Cisnero y hieren a Vizoso. Y se desata la pelea... Fue un combate violento, con mucho intercambio de fuego, en medio de la oscuridad y el frío”.
En un testimonio que dio para el libro Comandos en Acción, de Isidoro Ruiz Moreno, Villarruel supo decir: “Noté la superioridad del intenso fuego de los ingleses: las balas pasaron por encima de mi cabeza y prácticamente no me podía levantar; entonces, por un momento, pensé que íbamos a ser sobrepasados”.
Pero resistieron. Los argentinos, cada uno desde sus posiciones, y con la desventaja de contar con un muerto y un herido, se sobrepusieron rápidamente. “Abrimos fuego y les pegamos una paliza muy grande”, asegura Lauría.
“Diría que les ganamos. Aprecio que esa noche tienen que haber muerto muchos ingleses porque el fuego de nuestra artillería era tremendo”, escribió, años atrás, Hugo Ranieri, también miembro de la Compañía 602.
Sigue Lauría: “Luego Rico me ordena que junte a la gente y la repliegue, porque creía que los ingleses, para cubrir el repliegue de ellos, iban a abrir fuego de artillería contra nosotros. Villarruel recibe a Vizoso mientras combatía c. Es más, él no quería replegarse cuando Rico lo ordenó.
-¿Qué le dijo?
-Se quería quedar combatiendo... y de hecho lo hizo durante un rato, hasta el momento en que los ingleses empezaron a tirar con artillería. Recuerdo que pasé por su posición y le dije: “Vamos”. Y él respondió: “Sigan, yo después voy”. Lo que hizo Villarruel fue clave para que todos pudieran retirarse tranquilos”.
“Era duro, estricto en el mejor sentido de la palabra”
El General Mauricio Fernández Funes (VGM), que también formó parte de la Compañía 602, conoció a Eduardo Villarruel siete años antes de la guerra de Malvinas, en 1975.
“Fue mi instructor en el curso de Comandos. Él era 3 años más antiguo que yo: Villarruel era de la promoción 99 y yo de la 102. El recuerdo que tengo es el de un hombre muy duro, muy estricto, en el mejor sentido de la palabra. Una persona a la que uno miraba como un muy buen profesional. Después, bueno, el entrenamiento era tan duro que queríamos que pasara rápido (ríe). Pasábamos días y noches sin dormir, con el agua a la cintura en medio de pantanos y ciénagas. El campo de entrenamiento era durísimo. Era en una isla en el delta. Le llamaban ‘El paraíso’, irónicamente.”, dice a LA NACION.
-¿Qué les enseñaba Villarruel?
-Él estaba a cargo de dos materias: navegación terrestre y acción psicológica. La primera consistía en saber orientarse solo, con la ayuda de las estrellas, la naturaleza y cálculos geométricos. No había GPS. El curso en sí duraba unos 3 meses. Pero en esa materia, pasamos entre 10 y 15 días con el agua a la cintura; vivíamos y dormíamos en las ciénagas.
-Al año siguiente, tuvo la oportunidad de ser instructor usted mismo y, entiendo, compartir con él la oportunidad de enseñar juntos. ¿Qué impresiones le dio entonces?
-Ya trabajando con él, encontré a un hombre que me dio su afecto y su confianza. Lo reconozco por el rigor con el que preparaba los ejercicios, un hombre con un culto al detalle, muy exigente y riguroso.
Quien recuerda muy bien la segunda materia es Lauría, quien también había tenido como instructor a Villarruel.: “Hice el curso de Comandos en 1976. La exigencia más dura es la psicológica, y él era precisamente el instructor de acción psicológica. Villarruel se transformaba en algo insoportable (ríe), en el buen sentido de la palabra. Realmente era un fenómeno, brillante, brillante. Pero había que soportarlo (ríe). Gracias a él, y a lo exigente que era, yo, en la guerra de Malvinas, pude sobrellevar las situaciones difíciles salvando mi vida y la de mis compañeros”, dice Lauría.
Malvinas: “Los comandos nunca nos rendimos”
El 13 de junio de 1982, un día antes de la rendición, los Comandos recibieron la orden de darle seguridad a la casa del gobernador. “Rico estaba enojado, no era una tarea que debieran hacer los Comandos, pero cumplimos con las órdenes”, dice Lauría.
Combatieron hasta el último minuto. “En la mañana del 14, nos estaban tirando con todo. Nos atacaban con artillería para que sus tropas de pie se pudieran acercar con cobertura. Eso habrá durado 5 minutos, hasta que los ingleses que venían hacia nosotros pararon el avance. Nosotros estábamos listos para sacudirlos. Pero se ve que ahí hubo negociaciones del alto al fuego. A los 10 minutos recibimos la orden de replegarnos 100 metros atrás. Estuvimos 4 horas esperando. Luego nos mandaron a una casa en Puerto Argentino. Al día siguiente, nos tocó la puerta un soldado inglés y nos dio la noticia. Nos dieron la orden de marchar hacia el aeropuerto. Allá estaba uno de los campos de prisioneros. Villarruel estuvo en el centro de prisioneros de San Carlos. No nos pusieron a todos en el mismo lugar. Estábamos calientes, todavía con la adrenalina alta, con ganas de seguir luchando. Pero no se podía hacer nada. Quizás suene como una fanfarronada, pero quiero destacar que nosotros no nos rendimos nunca, simplemente seguimos órdenes”.
Tras la guerra, el accionar de los Comandos fue reconocido y destacado por los ingleses: “Cuando combatíamos contra unidades de conscriptos el asunto era relativamente fácil, pero cuando enfrentábamos soldados profesionales el asunto era difícil, y nos causaron serios problemas”, expresó tiempo después John Jeremy Moore, el comandante de las fuerzas terrestres británicas durante la guerra de Malvinas.
Sobre el final de la charla con LA NACION, el coronel Lauría vuelve sobre su compañero de armas Eduardo Villarruel: “Creo que su hija, la vicepresidenta, está muy orgullosa por lo que él demostró en la guerra, así como él también estaría orgulloso de verla en el lugar en el que está ahora”, arriesga.
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