Su ideología colisionaba con Argentina, se fue a Europa y emprendió un camino más difícil de lo esperado: “Quería que mi futuro personal dependiera mucho más de mí que de las circunstancias del país”.
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Para Luis Bastan, comenzar una nueva vida en otra tierra significó afrontar una peculiar sensación de anonimato. Lejos de las calles de su barrio, descubrió lo que significaba reinventarse en otro suelo en el que no poseía una historia previa, tan solo una hoja en blanco y el deseo de abrirse camino entre paisajes y comportamientos desconocidos.
Así se sintió a su llegada a Italia y, años más tarde, cuando se trasladó a Suiza. Siempre fue bien recibido, asegura, hizo amigos y lo escucharon con atención, pero hasta el día de hoy considera que es solo cuando comparte su sentir con un compatriota, que se siente comprendido, aunque se trate de un perfecto extraño. Pero ¡vaya contrariedad!, es también allí, durante estos esporádicos encuentros con argentinos, que sus pensamientos regresan a los motivos de su partida, y las sensaciones agridulces arriban inevitablemente.
Ya desde muy joven, durante sus años en Argentina, Luis se consideraba un convencido liberal, “con un amor irrestricto por la libertad, por la igualdad ante la ley, igualdad de oportunidades, por la meritocracia y por todo aquello que hizo a nuestro país grande”, suele decir. Ya en el año 1995, con la reelección de Carlos Menem, la corrupción extrema que percibía le produjo tal malestar, que comenzó a mirar hacia afuera, más precisamente a Florida, Estados Unidos: “Sin embargo, con mi primera mujer no teníamos permiso de residencia, entonces comencé una búsqueda incansable que me llevó a obtener empleo en Milán, Italia, gracias a una gestión de mi excuñado”, revela mientras repasa su historia.
Lo único que Luis sabía decir en italiano era buongiorno, buona sera y María Grazia Cucinotta, pero decidió aceptar la oferta de aquella agencia de publicidad que había decidido apostar por él. Por aquel entonces ya corría el año 2001, la propuesta había llegado en octubre y el joven embarcó algunos meses más tarde hacia una nueva vida, dejando atrás el comienzo de la gran crisis y convencido de que estaba abordando el camino de la libertad.
“Decidí irme porque quería que mi futuro personal dependiera mucho más de mí que de las circunstancias del país; mi idea era irme a trabajar, ahorrar y volver a la Argentina para vivir bien. Un ingenuo romanticismo. Sin embargo, el tiempo en mi caso también me demostró que no es fácil hacerse de un espacio sólido en Europa, pero que de todas maneras lo valorable es el recorrido y no el destino”.
Sonreír, ser positivo e ir para adelante: “Descubrí que a los argentinos en Italia les ponen la alfombra roja”
Luis aterrizó en Italia el 9 de enero del 2002 y lo primero que sintió es cómo el frío azotaba su rostro. El sol, sin embargo, brillaba con intensidad, bañando todo con un halo de esperanza. Era miércoles, el sábado ya debía reunirse con su futuro jefe, y el lunes, comenzar a trabajar.
Todo se sucedió de manera vertiginosa, acompañado por mañanas heladas y sucesivos días grises. Se instaló junto a su mujer en un pequeñísimo departamento en las afueras de Milán, ciudad que de pronto había amanecido opaca en contraste con los rayos cálidos de enero que había dejado en su Bahía Blanca querida: “Pero tenía todo el entusiasmo, sabía que debía trabajar muy duro, pero eso no era problema. Debía sonreírle a todo el mundo, ser positivo e ir para adelante”.
“En Italia conocía a familiares de mi primera mujer, que fueron un encanto, muy generosos”, continúa. “Los fines de semana siempre nos invitaban a comer para que no nos sintiéramos solos, para suavizar el impacto de la experiencia. Descubrí que a los argentinos en Italia les ponen la alfombra roja. Lo único que debía hacer era aprender y domar la lengua, eligiendo las palabras cuidadosamente”.
En la agencia de publicidad, Luis compartía el espacio con unos veinte compañeros. El primer día se sentó sin querer en la mesa que habitualmente ocupaba otro hombre, que lo miró con mucha antipatía. Sin embargo, a pesar de los choques iniciales, pudo hacerse rápidamente de un lugar: “La clave fue que nunca le di importancia a lo que pensara la gente o dejara de pensar; sí a aportar positivamente en el trabajo. Todos fueron al final muy gentiles”, asegura Luis, quien más tarde se mudó de ciudad por motivos familiares y para llegar al trabajo debía tomarse un tren, dos subtes y un colectivo.
La riqueza del entorno italiano y la llegada de un hijo al mundo: “Hasta entonces hacía como que estaba de paso”
De aquel trabajo se debía ir, Luis lo sabía. No se trataba solo del incordio para llegar, sino de los límites que allí tenía como creativo. Así, durante los siguientes dos años trabajó en el armado de su carpeta de presentación para cambiar el rumbo de su vida una vez más.
Mientras tanto, en los paseos de fin de semana, Luis no dejaba de asombrarse por las cortas distancias europeas, que le permitían llegar a regiones colmadas de historia, oír otro idioma y embeberse de una nueva cultura: “Está lleno de rincones maravillosos que ninguna agencia de turismo propone. También me impactó cómo cada región en Italia es un mundo en sí mismo, tiene su cultura, sus platos, su dialecto. La riqueza italiana es increíble”, continúa. “La gastronomía en Italia, por otro lado, es incomparable, no hay nada que se le acerque”.
El tiempo parecía volar, los años pasaron, Luis se separó y más tarde volvió a formar pareja. Con su nueva mujer tuvo un hijo y con su llegada comprendió que había comenzado a echar raíces. Aquella vieja idea de dejar Argentina, ahorrar plata en el extranjero y volver, empezó a desvanecerse: “Mirando Vientos de agua, de Campanella (que cuenta la historia de un inmigrante que llega de España a la Argentina y la de su hijo, que décadas más tarde hace el camino inverso), me puse a llorar. En ese momento me di cuenta de que yo era un inmigrante. Hasta entonces hacía como que estaba de paso”.
“También me di cuenta de que en mí había crecido la idea de que soy de todas partes y de ninguna y, paradójica y paralelamente, una profunda e inalterable conexión con Argentina. Viendo otras culturas, comparando con otras realidades, mi visión del país fue variando, el sentimiento se fue modificando, pero sin dudas soy argentino”, reflexiona Luis, quien actualmente también es ciudadano italiano y pronto sumará la ciudadanía suiza.
Una Italia asfixiante y una mudanza a Suiza, un terreno más fértil: “Ver la sensatez en todo es un placer”
Tras años en relación de dependencia, Luis decidió abrir una S.R.L. La burocracia y el sistema fiscal, sin embargo, comenzaron a ahogarlo. Y así, luego de doce años en aquel país y cinco al mando de su empresa, Luis supo que debía soplar un viento de cambio. Suiza fue el país elegido, en su pequeña porción italiana, cercana a su lugar de residencia anterior.
Se instalaron en un pueblo chico, Stabio, una zona fronteriza impregnada de colinas, bosques, un poco de campo y mucho verde. Encontraron un lindo jardín de infantes y una escuela media para sus hijos: “Lo que tiene de bueno la Suiza italiana (que depende más de la economía italiana que del resto de Suiza), es que tiene aspectos de la italianidad marcados. Hay una linda comunicación, pero sumado a una gran organización impecable. Ver la sensatez en todo es un placer”, manifiesta Luis.
“El colegio se maneja de manera tal que nunca se hace muy pesado, distribuye bien las horas y las vacaciones. La educación, por otro lado, no es enciclopedista. Aprenden italiano, francés, alemán e inglés. Y la diversidad cultural es enorme, los chicos comparten con muchas nacionalidades y, a pesar de vivir en un pueblo chico, tenemos por ejemplo a Varese, Lugano y Como a tan solo 15 minutos”.
“En otro orden de las cosas y como en tantos lugares, la gente apenas entra a su casa o la de otro se saca los zapatos. Por un tema climático si llegás de afuera ensucias todo”, cuenta. “Los domingos no se puede hacer ningún ruido y todo está cerrado. En el pueblo todos se saludan en la calle. Son muy rigurosos y poco tolerantes con romper las reglas. En especial en invierno todo termina a las 18/19, lo que para muchos puede ser sinónimo de aburrido”.
Calidad de vida, trabajo y desempleo: “Te ayudan a encontrar trabajo porque representás un peso para la sociedad”
Rearmarse laboralmente no fue fácil. En Italia, Luis había sido objeto de un fraude en la compra de un inmueble, lo que había dejado a su familia en una crisis económica importante. Europa también tambaleaba, los clientes no pagaban, la enfermedad de sus padres se agravaba y su segundo matrimonio ingresó en una grieta irrecuperable: “En los últimos cinco años aprendí más que en los 47 anteriores. Fue duro, pero me fortaleció”.
“La calidad de vida en Suiza en general es excelente, ni se me ocurre mirar atrás de noche, acá la gente hace mucho deporte, caminan y disfrutan de la naturaleza”, continúa pensativo. “Mis experiencias personales contaminaron un poco mi camino laboral. Mi calidad de vida no es excepcional, pero aun así tengo un auto que en Argentina ni soñaría con tener. Se puede acceder a créditos, y las compras las hago en Italia, que es muchísimo más barato. Se vive bien”.
“Yo trabajo independiente, pero en cuanto a las oportunidades laborales en general, el idioma es clave. Si sabés alemán te pagan entre un 25 y 30 % más de sueldo. Un sueldo mínimo es de 3500 francos por mes, que permite vivir con lo justo a una familia de cuatro personas. Existe el seguro de desempleo, donde recibís el 80% de tu último sueldo, pero no podés hacer lo que se te canta: te ofrecen cursos y te asignan una persona que va a asegurarse de que estés buscando trabajo y te ayudan a encontrarlo porque representás un peso para la sociedad”.
De regresos y aprendizajes: “Argentina es única y extraordinaria”
“Trabajo en el exterior, ahorro y me vuelvo”, había sido el pensamiento de Luis en el pasado. Más de veinte años pasaron desde entonces, veinte años para un hombre que atravesó esfuerzos, caídas y aprendió de resiliencia. Veinte años que hoy le indican que la idea de volver ya quedó en algún sueño, pero que Argentina se lleva en las entrañas, sin importar lo que depare el destino.
“Argentina duele cuando estoy a la distancia, pero cuando estoy allá la disfruto más que sufrirla, hoy en día la vivo como un turista”, reflexiona. “La gente piensa que en Europa uno vive vaya a saber cómo, y es válido, pero no es fácil ni es para cualquiera ser un extranjero. Hay que tener mucho coraje, mucho carácter, mucha actitud positiva. Estás solo con tu alma. Entonces volver a la Argentina se reduce a volver a los afectos, al espacio que es único, porque Argentina es única y extraordinaria, y a la vez sentirse sapo de otro pozo, a sentir que somos un país adolescente, una nación de contrastes”.
“Lo que impacta es la pasión que tenemos los argentinos por lo que hacemos y por la vida. La gente de otros países se queda encandilada por ese sentir nuestro y eso se disfruta. En Italia muchas veces me preguntaba dónde estaban esos personajes apasionados de las películas de Fellini, desde ese punto de vista los argentinos somos excepcionales, por eso mismo me duele y ahora no me dan tantas ganas de viajar, aunque pareciera haber un espíritu renovado tras ganar el Mundial en Qatar, una cierta brisa de esperanza. Eso sí, si lo hago es siempre en diciembre y lo más duro es el volver a Europa, al gris, al frío, a los días cortos de enero. Es difícil retomar”, dice conmovido.
“La experiencia de ser un inmigrante es como un amplificador. Todo se intensifica. Aprendés de muchas culturas, de muchos países distintos, aprendés idiomas. Todo fluye con esfuerzo, pero con riqueza nutritiva: a mi hijo le hablo en español y el me responde en italiano. Como inmigrante aprendés a valorar y a tener una visión más objetiva de tu país y tu cultura. Pero, sobre todo, aprendés a lamerte las heridas solo”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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