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Llegó a su vida cuando transitaba el momento más complicado de la cuarentena por la pandemia mundial de Covid en 2020. La incertidumbre, la ansiedad y la angustia por la situación se habían apoderado de sus días. Había convivido con animales desde temprana edad. A sus nueve años un gato que vivió hasta los 18 se convirtió en su primer gran compañero de cuatro patas. La misma -maravillosa- experiencia había tenido con un perro. “Pero, después de perderlos, sufrí mucho. Me cerré y no quería adoptar más animales. Sentía que estaba en un duelo perpetuo”.
Pero ese año algo iba a cambiar en la vida de Verónica Gazzarata. Hacía tiempo había comenzado a seguir páginas de refugios y proteccionistas de perros y gatos. De pronto había entendido que la contención que solo saben dar los animales podría darle nuevo sentido a sus días. “Le escribí a uno de los refugios consultando sobre la posibilidad de adoptar a un gatito”. Pero había algo que tenía en claro: no buscaba elegir un gato sino sentir una conexión especial.
“Miró a la cámara y empezó a maullar”
Acordaron una videollamada entre las partes. De esa forma, Verónica podría conocer a los gatos que estaban en adopción y, la voluntaria del refugio, conocerla más de cerca. “Cuando se encendió la cámara del refugio, de una multitud de gatitos durmiendo al sol, hubo uno que enseguida se levantó, miró a la cámara, empezó a maullar y a seguir la videollamada por toda la habitación. La chica del refugio me comentó que él era el más carismático, que lo habían rescatado de un basurero en el interior del país y siempre tenía hambre”.
En ese momento el gatito se llamaba Dambo. Con menos de dos meses de vida, todavía estaba en tratamiento por hongos en su cara. Pero eso no fue impedimento para que Verónica :se enamorara completamente de él. “Cuando lo vi por primera vez por la pantalla supe que era el el indicado”. Y el gato, de alguna forma, también había sentido la conexión con ella: en las siguientes videollamadas se aseguró de estar presente con imagen y sonido y mostrar todas sus virtudes.
“Me salvó de la pandemia”
Lo llamó Indiana Jones y pronto forjó con él un lazo único y especial. “Los primeros días en casa se mostró muy mimoso, aunque un poco miedoso. Pero a la semana ya se notaba que sentía que era su hogar. Había recorrido todo el taller (N. de la R.: Verónica es una reconocida artista graffitera en Uruguay) y dormía en la cama conmigo abrazadito. Indi me salvó de la pandemia. No sé cómo podría haber sobrevivido sin él, me generaba mucha paz y tranquilidad”.
“Sintonizó con mi personalidad”
Aunque en el refugio a Indi lo conocían por ser el más carismático, charlatán y revoltoso, con Verónica pudo desplegar toda su personalidad y se volvió un gato más tranquilo y sereno. “Creo que, al estar solo, no sentía que tenía que llamar la atención o sobresalir. También otra teoría que suelo pensar es que sintonizó más con mi personalidad y carácter y se volvió más pacifico”.
Hoy son un dúo inseparable. Las mañanas para ellos comienzan temprano cuando todos los días a la misma hora y a modo de despertador, Indi le toca muy suavemente la cara a Verónica. Es la señal para que ella se levante de la cama. Mientras Verónica se prepara para comenzar el día, él la espera al pie de la escalera para bajar juntos a desayunar.
Verónica asegura que todos los días aprende tanto de Indi como de los otros gatos que conoce por su trabajo o su círculo más cercano. Pinta felinos porque admira la conexión que -a pesar de haber sido domesticados- mantienen con su costado más instintivo y salvaje.
“Siento que, al pintar gatos, estamos reclamando su espacio en la ciudad, un territorio que alguna vez supo ser de su dominio y por donde los felinos paseaban a sus anchas. Indi es una inspiración viviente. Me gusta siempre observarlo: ver los brillos de sus ojos, el movimiento de su pelo, sus bigotes. La mirada del gato cambia muchísimo durante el transcurso del día. Indi llegó para enseñarme que podía abrirme de nuevo, que era necesario aprender a dar otras oportunidades y a no pensar que el amor es finito”.
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