El primer ser humano que pisará Marte está vivo. O viva. No se sabe bien quién es o dónde está. Pero si se tiene en cuenta que la primera misión tripulada al planeta rojo podría tener lugar en algún momento en la década de 2030 –ya sea impulsada por el sector privado con Elon Musk a la cabeza o con la ayuda de alguna agencia espacial como la NASA o la ESA–, la persona en cuestión debe ser ahora un adolescente que no sabe que en unos pocos años se volverá inmortal al pasar a la historia como el primer ser humano en pisar y caminar sobre la superficie de otro planeta.
Pese a estar físicamente lejos, Marte está imaginariamente cerca: décadas antes de que inundásemos su superficie y su órbita con robots, la cuarta roca de nuestro vecindario solar ya nos había conquistado. H. G. Wells, Edgar Rice Burroughs, Olaf Stapledon, C. S. Lewis y, desde ya, Ray Bradbury configuraron nuestro deseo, estimularon nuestra imaginación. Nos convencieron de que la expansión de la especie por el universo era nuestro destino manifiesto.
Sin embargo, desde hace un par de décadas el escenario ha cambiado. Hoy, ya no se concibe esta emigración como el próximo paso natural del progreso científico tecnológico humano. Se piensa, más bien, como salida de escape ante la catástrofe climática en ciernes.
"Nos enfrentamos a una vasta sequía, a la elevación del nivel del mar, tasas récord de extinción. Ciudades como Miami desaparecerán. Este es el mundo al que se enfrentan mis hijos. Quiero asegurar su futuro empezando a cimentar las bases para la colonización interplanetaria". Esto lo podría haber dicho Elon Musk, pero lo dice su alter ego en la nueva serie The First: el personaje de Laz Ingram (Natascha McElhone). En lugar de SpaceX, su compañía espacial se llama VISTA. Y en la serie que emite en Estados Unidos la cadena online Hulu, impulsa la primera misión tripulada a Marte luego de haber regresado a la Luna.
En un futuro cercano no del todo distinto de nuestro presente, los coches autónomos están por todos lados. Ya casi nadie usa celulares, sino unos pequeños auriculares (parecidos a los AirPods de Apple) y unas gafas de realidad virtual y realidad aumentada. Sean Penn es el capitán Tom Hagerty. Tras perder a su esposa y sufrir las recaídas y desplantes de su hija drogadicta, se pone al hombro la misión luego de un inesperado desastre. "El universo está ahí, a nuestro alcance", dice antes de renunciar a la belleza y seguridad de la Tierra para aventurarse en lo desconocido.
Creada por Beau Willimon –el cerebro detrás de House of Cards–, esta serie y su mensaje, que oscila entre el encanto melancólico y esperanzador de la exploración y la nostalgia de antiguas odiseas se suma a varias producciones espaciales, que funcionan como una suerte de entrenamiento emocional global hasta que llegue el momento y alguien estampe su huella en el planeta que, históricamente, más ha sacudido la imaginación humana.
Así como a mediados de los 50 a través de cortos animados como Man in Space (1955), Mars and Beyond (1957) y Man Will Conquer Space Soon!, Disney ayudó a volver familiar la exploración espacial, estas producciones –como las películas The Martian, The Space Between Us, Approaching the Unknown (2017) o Love (2011) y antes Gravity e Interstellar– también realizadas con el apoyo y el financiamiento de la NASA disparan la imaginación y el interés del público.
Y también de los propios futuros astronautas. Por lo general, se habla de cómo las ideas de las ciencias y las tecnologías inspiran a escritores y guionistas. Pero poco o nada de cómo la literatura, el cine y las series inspiran a investigadores, ingenieros, astronautas. Por ejemplo, no hay prácticamente científico que trabaje en el campo de la inteligencia artificial que no haya crecido leyendo a Isaac Asimov y sus libros como Yo, robot y El hombre bicentenario o haya quedado fascinado ante películas como Metrópolis, Blade Runner, Terminator, Robocop, Cortocircuito, Juegos de guerra, The Matrix, A. I. y la actual serie Westworld. Estrenada en 1968, 2001: Odisea del espacio es el film oficial de los primeros viajes a la Luna. Los ingenieros del MIT idolatran a Tony Stark de Iron Man. Gattaca expresó los deseos, miedos y esperanzas del Proyecto Genoma Humano y es uno de los favoritos de los genetistas. Lo mismo sucede con la película Contacto entre aquellos que buscan señales alienígenas. Y ni hablar de la huella emocional que dejó Jurassic Park en las nuevas generaciones de paleontólogos y paleontólogas que crecieron viendo cómo los dinosaurios volvían a la vida.
Hoy, Marte es un desierto helado, lejano, inhabitable, irradiado, envuelto por un espeso manto de dióxido de carbono. Pero no fue siempre así: que alguna vez hace miles de millones de años, se cree, fue un planeta cálido, con ríos, una atmósfera protectora y cielos no diferentes del nuestro. Junto con la Luna, es lo más cercano al próximo hogar planetario de la humanidad. Colonizarlo constituye el proyecto más importante en la historia de la humanidad. Y, para hacerlo, no solo basta con contar con decisión política, financiamiento, cohetes poderosos y hombres y mujeres valientes. Los viajes también son impulsados con historias.
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