Quentin Tarantino: “No hago películas para climatizar mi piscina”
Eligió no casarse ni tener hijos para dedicar su vida al cine. Dice que le quedan sólo dos films para retirarse: se imagina al frente de miniseries y escribirá novelas y teatro. Ícono pop y guardián del celuloide, habla en exclusiva con LA NACION Revista. De yapa, el gran Tim Roth se suma a la charla
Siento mucha presión por mantener el nivel, no digo excelente, pero sí satisfactorio. Me decepcionaría que la gente, que espera cierta calidad, no se sintiera complacida
SAN PABLO.- Esta ciudad le recuerda sus días de juventud, cuando salió por primera vez de gira. Llegaba entonces para presentar Perros de la calle (1992) como un director ignoto, o al menos eso creía: su ópera prima había causado tanto revuelo en el mundo –se exhibió primero en Sundance– que él no fue recibido en la Mostra de San Pablo como un debutante, sino como una celebridad. Y lo aprovechó, de ronda por las calles, conociendo gente, ampliando su filmoteca. "Estaba excitado por toda la experiencia", recuerda hoy. Pero sobre todo, Quentin Tarantino (52) cree que aquel viaje iniciático forjó en él un concepto de la industria del cine muy diferente, casi contrario del que tiene la gran mayoría de los cineastas de su país. "Supe entonces que los Estados Unidos serían sólo un mercado más para mis películas. Soy un director estadounidense, pero no filmo para el público norteamericano", reflexiona ahora en tierras paulistas, durante el lanzamiento su nuevo largometraje, Los 8 más odiados, que se estrenará el jueves 14 del actual en la Argentina.
Aquel debut en la pantalla cargado de cinismo, violencia y charlas memorables –imbatible Mr. Pink con su planteo sobre las propinas– empezaba a dar señales de un director que cambiaría las reglas cinematográficas sin dejar de homenajear a sus antecesores. Pero fue su siguiente obra, Tiempos violentos (1994), la que llevó su cara a las remeras. Ningún espectador salía indiferente de la danza proyectada de Uma Thurman y John Travolta, de la narración fragmentada, de la música adictiva. Con su película nacía la década de los 90 en términos culturales (de los Estados Unidos al mundo: Nirvana hacía lo propio con Nevermind y Chuck Palahniuk con El club de la pelea) y la veneración por el director en sí, en un grado de fetichismo e incondicionalidad que sólo un selecto grupo –Stanley Kubrick, Alfred Hitchcock, David Lynch, tal vez Tim Burton, Federico Fellini o Woody Allen, pero ni siquiera Martin Scorsese, Francis Ford Coppola o Steven Spielberg– ha logrado en materia de culto a escala global.
Tarantino ha vuelto a Brasil como único punto en Sudamérica de su nueva gira. Viajó acompañado de su novia, Courtney Hoffman, diseñadora de vestuario (trabajó con él en Django sin cadenas), y del inglés Tim Roth (Mr. Orange en Perros…, Pumpkin en Tiempos… y Oswaldo Mobray en la nueva película). Algunos fans pagaron casi mil dólares la noche para estar unas horas cerca de su director estrella, en el hotel Grand Hyatt, donde él procura moverse sin aislarse de la realidad. Por eso el guardia que lo respalda no interviene, por ejemplo, cuando una muchacha intercepta al director en un pasillo: ¡Touch me, kiss me!, le ruega la veinteañera, que además le cuenta (le grita) que es actriz y le pide consejos para su carrera. "Deberías actuar en una de mis películas", le responde Tarantino sin medir las consecuencias del chiste. La joven lo abraza y le roba un beso en la boca mientras la novia del cineasta mira la escena desde el ascensor y sonríe con cara de no hay nada que yo pueda hacer para evitarlo.
Hace menos de una hora terminó la función de prensa de Los 8... en una sala del shopping JK Iguatemi, previa revisión con detectores de metales para que nadie ingresara con cámaras ni teléfonos. La historia –un western de personajes brillantes y ningún héroe– te deja en shock, bajo los efectos de unos villancicos tocados suavemente en un piano cuando todo está por estallar.
Ahora en el hotel, Tarantino recibe a LA NACION Revista con los ojos pintados con delineador negro y un apretón de manos. En la sala hay una única persona más: Tim Roth, nada menos. Ambos se levantan para saludar.
QT: ¿Venís de ver la película?
Sí, sí, una adorable historia de Navidad.
QT: Es cierto. Deberías llevar a tu mamá al cine para las próximas Fiestas (risas).
Advertencia: nunca vayas con tu mamá al cine para las Fiestas a ver una película de Tarantino a menos que ella disfrute del rojo por la sangre y del blanco por una pavorosa tormenta de nieve, como en este caso. A su modo, Los 8... es una historia navideña (se estrenó el 25 de diciembre en los EE.UU.), por supuesto retorcida, de un director no precisamente tradicionalista ni religioso.
¿Por qué empezás el film con la imagen de Cristo en la cruz?
QT: En la primera versión del guión –fueron tres en total–, la cruz estaba al inicio del segundo capítulo. Pero quería empezar la historia con una imagen contundente y fue ganando fuerza ese cambio. Obviamente es un Cristo, pero se parece más al Iván el terrible de Eisenstein, como si un vikingo de hace miles de años hubiera pasado por Wyoming , donde transcurre el western, y tallado el Cristo en un árbol antes de seguir su viaje hacia Noruega.
¿Por qué otro western, justo después de Django...?
QT: Filmo en general cosas que no conozco y eso me gusta, porque es una oportunidad para aprender. Me encantan las artes marciales pero no sabía cómo filmarlas, así que debí interiorizarme para hacer Kill Bill. En este caso pude filmar algo que ya conocía. Aún me falta: para considerarse un director de westerns hay que haber filmado por lo menos tres. Es un género que amo. Y me gustaba la idea de tener a personajes que en series como Bonanza eran las figuras invitadas, pero que nadie sabía de dónde venían ni lo que pensaban, sólo que tenían un pasado oscuro. Quise ver qué podía ocurrir si las juntaba a todas ellas en una misma habitación.
Has dicho que tus personajes, y no tanto las películas, serán finalmente tu legado. ¿Por qué?
QT: Es así. Las películas y las historias van a ser parte de mi legado cuando yo ya no esté, pero creo que en particular lo serán mis personajes. Cuido mucho de ellos. Los diálogos les pertenecen, los conectan, y a medida que pasa el tiempo…
Tim Roth (interrumpe): De hecho, los personajes de este film tienen sus antepasados en el anterior.
QT: Sí, es un universo compartido, algunos personajes están conectados con otros de películas anteriores.
En ese sentido, dijiste también que un ciclo que empezó con Perros de la calle se cierra con este film, el octavo de tu carrera. ¿Cómo es esa idea?
QT: No es tanto un ciclo que estoy terminando ahora. Eso será en mi décima película, cuando me retire. Pero sí existe una conexión entre esta nueva película y Perros de la calle, una acción combinada. Hay algo de círculo ahí, más el hecho de que los actores de ahora están en conexión directa con los años 90. Soy una especie de nostálgico de esos tiempos y vuelvo siempre a ellos.
En camino hacia el final de su carrera ("diez películas es un buen número para una filmografía; no quiero ser el más viejo del grupo", repite en los últimos tiempos. O: "El cine está llegando a su fin, para qué seguir filmando si ya no quedarán salas en fílmico"), Tarantino se obsesiona especialmente por elegir al actor perfecto para cada una de sus criaturas. Algunos son parte integral de su obra ("los llamo Tarantino's superstars", bromea), como Samuel L. Jackson, quien junto con Christoph Waltz manejan "el tempo perfecto" de sus diálogos, según define el cineasta. Así como ha rescatado a figuras olvidadas o en caída libre –el caso de John Travolta en Tiempos... es el más famoso–, para este proyecto optó por viejos conocidos, grandes actores pero ninguna de esas figuras que aseguran millones de tickets vendidos por poner su cara en los afiches, como fueron Brad Pitt en Bastardos sin gloria (2009) y Leonardo DiCaprio en Django… (2012). En su fascinación por los 90 ("me gusta además el tipo de actuación de esa época"), sumó a dos íconos de entonces: Jennifer Jason Leigh, en un papel (Daisy Domergue) que la lleva a los Globos de Oro con grandes posibilidades («cuando llegues al infierno diles que te mandó Daisy», dice su personaje), y Kurt Russell, con quien el cineasta había trabajado en A prueba de muerte (2007), una parte del proyecto fallido Grindhouse, realizado con Robert Rodriguez.
Kurt Russell ha definido la experiencia de filmar con Quentin como "trabajar en un barco pirata". ¿Cómo lo definirías Tim con tus palabras?
TR: Es como si estuvieras en un auto en la ruta a toda velocidad [hace una pausa con las manos para que imaginemos la situación], y en un momento... abre la puerta y te empuja hacia afuera. Y vos tenés que salir al ruedo, como en los dibujitos animados, tenés que estar listo enseguida. Básicamente, sólo hay que seguirle el ritmo. Te da todo desde el primer momento, desde el guión, más aún si escribió el personaje para vos. Él sabe el código y el sentido del humor de cada uno, entonces lo pone en el texto y vos tenés que estar preparado para tomar eso con la velocidad que requiere el personaje.
Quentin, volviste a convocar a Tim después de mucho tiempo. ¿Por qué ahora?
QT: Mi idea era que trabajáramos juntos en Bastardos sin gloria, pero por cuestiones de agenda no pudimos. Coincidimos luego en un festival en México, compartimos una gala y nos divertimos como en los viejos tiempos, nos metimos en la misma clase de problemas. Y yo estaba justo escribiendo el guión de esta película y pensé que sería bueno que Tim formara parte. Ya habíamos pasado demasiado tiempo alejados.
TR: ¿Fue así de simple? Uauu…
QT: Sí, incluso en ese mismo festival hubo un homenaje a Arturo de Córdova [actor de la Época de Oro del Cine Mexicano] y al final, en los créditos, aparecía un nombre de alguien del staff: Oswaldo. Es un bueeeen nombre, pensé. Así que volví a mi habitación y escribí: Oswaldo Mobray. Ahí nació tu personaje.
Mr. Mogray es un verdugo de buenos modales que se encuentra en un parador rodeado de montañas, unos años después de la Guerra de Secesión. La tormenta de nieve atrae hasta allí a un grupo heterogéneo en busca de refugio. Entre ellos hay dos cazarrecompensas, una mujer de largo prontuario, un sheriff aún no proclamado y mucha tensión causada, en parte, por batallas recientes entre el Norte y el Sur. "Se puede hacer un paralelismo con La cosa, de John Carpenter –cuenta el director–. Una caravana que se desvía en tierras nevadas, sin posibilidades de salir, donde no se puede confiar en nadie." El mítico Ennio Morricone fue convocado para la banda sonora –es la primera vez que Tarantino usa música original y lo hizo, según él, con su "compositor favorito de todos los tiempos, incluso más que Beethoven y Schubert"– y, casualmente, el italiano (hoy de 87 años y más de 240 bandas sonoras en su haber) acudió a fragmentos inéditos que él mismo había compuesto para La cosa (1982) y que Carpenter no utilizó. Claro que la mayor parte de la música de Los 8... sí la creó especialmente. "Le di el guión y le pedí que escribiera algo que sugiriera violencia, sin más precisiones. Él me dio la música y yo la apliqué en distintas escenas, a mi gusto", detalla el cineasta, que esperó la tormenta perfecta para cada escena: los actores se mantenían alerta por si tenían que salir a rodar en cualquier momento. La aventura les llevó nada menos que 91 días.
Director de vieja escuela, escribe los guiones a mano, pone música en el set mientras filma y no usa monitor. "¿Cómo puedo estar en la habitación de al lado mientras mis actores están en escena?", se pregunta. Suele sentarse junto al camarógrafo para tener el mismo punto de vista y se encarga él mismo de la cámara si lo considera necesario. Le gusta dar indicaciones durante el rodaje como si fuera la voz de la conciencia de los actores. ¿De qué me habla este tipo? ¿Cómo puedo dejar que me mire de esa manera?, los guía. Trabaja con una única cámara, sin el backup de otras que lo ayuden luego en la edición e ilumina toma por toma a su gusto. Esta vez acudió a un formato de 70 mm (hace un tiempo le solicitó formalmente a Kodak que no dejara de fabricar celuloide) conocido como Ultra Panavision 70, que solía utilizarse en films de los años 50 y 60. Su objetivo: lograr panorámicas grandilocuentes y un mayor acercamiento a los personajes. "No filmo para comprarme una segunda casa ni para climatizar mi piscina. No tengo mujer ni hijos, afortunadamente no hay nada que se anteponga a mis películas. Son lo más importante, todo lo demás es secundario."
¿No te da miedo que el público espere siempre la obra perfecta?
QT: Siento mucha presión por mantener el nivel, no digo excelente, pero sí satisfactorio. Me decepcionaría que la gente, que espera cierta calidad, no se sintiera complacida.
Después de tu décima película. ¿Ves como una posibilidad dedicarte a las series de televisión?
QT: Es absolutamente una opción. Podría hacer eso, además de escribir novelas y obras de teatro, que es lo más probable. No sé si haría series, pero sí miniseries. Me veo realizando miniseries de cuatro horas.
Tim, ¿qué diferencias encontrás en la manera de trabajar de Quentin de los 90 a esta película?
TR: Ahora hay más equipo, más tiempo, más dinero para contar las historias. Pero él es un hombre de gran conocimiento, ya era director antes de comenzar a dirigir. Y un director muy bueno. Al menos se sentía de esa manera en los tiempos de Perros de la calle. Ahora las tiene todas. Una gran máquina a su alrededor, pero sigue siendo el mismo, con mayores atributos.
QT: Tim dijo una vez algo que para mí fue un gran cumplido. Fue en una conferencia de prensa cuando hacíamos Perros... Dijo que yo ya había hecho un montón de películas antes de esa, sólo que las había hecho en mi cabeza.
TR: Es que sabía que era el inicio de algo, el comienzo del juego. Sentía que habíamos hecho algo de verdad fantástico. Fueron tiempos increíbles.
Meterse en líos
Quentin compró en 2010 una pequeña sala donde solía ver películas en su juventud, la New Beverly de Los Ángeles, cuando aún trabajaba en un videoclub de la zona, en Manhattan Beach. No fue sólo un gesto para salvar un cine en ruinas, sino también una manera de militar por el cine desde el llano, programando films únicamente en 35 mm, muchos de ellos de su colección. Su cinefilia extrema ha llevado a que directores como Álex de la Iglesia lo criticaran. "Una vez tuve el honor de ir a cenar con él –contó el vasco en una entrevista–. Pero es un tío que sólo habla de cine. Me habló de películas de judo, de cine español arcaico, de películas que no creo que haya visto nadie. Tiene un punto de cuelgue serio, al segundo plato me quería ir."
En la charla con LA NACION Revista Quentin se muestra de muy buen humor, resalta que entregó el Oscar a El secreto de sus ojos y dice que le gusta mucho Ricardo Darín. Sólo hará gala de sus pocas pulgas un rato más tarde, en la conferencia de prensa, cuando le pregunten por segunda vez si trabajaría con Spike Lee. "Me quedan dos films y no voy a desperdiciarlos trabajando con ese maldito. El día que trabaje con él será el día más feliz de la vida de ese pequeño hijo de puta."
La pelea con el director de Malcolm X (1992) viene de lejos. Lee había cuestionado "el uso excesivo" (38 veces) de la palabra nigger (negro, en forma despectiva) en Jackie Brown y consideró a Django... una obra "irrespetuosa" con sus ancestros. "Como escritor, exijo el derecho a escribir cualquier cosa –se defendió Tarantino en tiempos de Django–. Este film podría ser importante para que generaciones futuras no tengan miedo de hablar de la esclavitud." Lee había pedido el boicot de Django... como ahora los sindicatos de policía de los EE.UU. hacen lo propio con Los 8…, en respuesta al apoyo del director a familiares de víctimas de crímenes cometidos por integrantes de esas fuerzas. "Me gusta dar mi apoyo a las familias que han perdido a seres queridos en actos absurdos y totalitarios. Soy un optimista al que no le gusta meterse en política, pero a veces quedarse callado es darles la razón", manifestó el cineasta en una entrevista televisiva.
En Los 8..., la discriminación se ve a través de una carta de Abraham Lincoln que todos los blancos envidian. ¿Cómo surgió la idea?
QT: Quería incluir la carta, pero no tenía muy claro dónde. Quería sacarle provecho. En el primer borrador aparecía en exhibición. Pero les mostré el guión a algunas personas y me dijeron: puedes hacer algo mejor con ella. Sabía que tenían razón, pero no se me ocurría qué. Hasta que se me reveló la idea en el segundo intento de escritura.
El texto de Lincoln, quien proclamó la liberación de los esclavos en los EE.UU. en 1863, es el respaldo emotivo del Mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson), único personaje negro del grupo y tan cuestionable como los demás. "Algo que descubrí ahora, mirando hacia atrás, es que todos mis personajes se caracterizan por pretender ser otra cosa. Se muestran de una manera siempre mejor de lo que son", retoma el director, que siente haber cambiado su forma de escribir desde Kill Bill: "Hay algo más teatral y literario en mis guiones, sobre todo en los diálogos, creo que son más poéticos", reflexiona.
No ha definido aún qué proyectos encarará en los próximos años, pero baraja dirigir una versión teatral de este film. "Me gusta la idea de que otros actores interpreten a estos personajes." La pieza ya estuvo en un escenario: el elenco de la película había participado de una lectura pública en un festival de cine solidario, en abril de 2014, cuando la decisión de Tarantino era no filmar: se había filtrado el guión en Internet. Pero gustó tanto la puesta que decidieron rodar.
Mientras avanza en teatro, el futuro del cine lo perturba: "La idea de que haya gente mirando una película en el teléfono es deprimente", sentencia antes de pedir recomendaciones de directores argentinos.
- 1963
En Knoxville, Tennessee, nace Quentin Tarantino. A los dos años se mudan a L.A.
- 1981
Él comienza a vivir solo y a trabajar en el Video Archives, de Manhattan Beach
- 1994
Estrena su segunda obra, Tiempos violentos, que le da su primer Oscar y la Palma de oro en Cannes, su premio preferido
- 2003-2004
Llegan en años consecutivos las dos versiones de Kill Bill, con Uma Thurman en su papel estelar
- 2006
En su rol de productor, presenta Hostel, que alcanza en su fin de semana de apertura el N°1 en la taquilla
- 2012
Django sin cadenas es su primer western. Gana el Oscar a Mejor guión original y Mejor actor de reparto: Christoph Waltz
- 2015-2016
Los ocho más odiados estuvo a punto de no filmarse, porque se filtró el guión en la Red. Finalmente se hizo y llega al país el 14/1
- El futuro
Compró los derechos de Cuarenta azotes menos uno, de Elmore Leonard, que podría llevar a la tevé. Hacer una tercera versión de Kill Bill es una posibilidad. Además, QT dice que le gustaría trabajar con Jhonny Deep y Kate Winslet.