Quebec, donde las iglesias se convierten en templos del queso, el ejercicio y el erotismo
MONTREAL — Durante generaciones, los feligreses susurraron sus pecados en los oscuros confesionarios de madera de Notre-Dame-du-Perpétuel-Secours, una imponente iglesia católica en Montreal.
Sin embargo, hace poco, estaban filmando al atrevido comediante quebequense Sugar Sammy dentro de uno de los confesionarios, la sesión más reciente con una celebridad en el programa de entrevistas "Y’a du monde à messe", o "Hay mucha gente en misa".
"Grabé un video porno para ser famoso, porque pensé que ese era el camino hacia la gloria", dijo Sammy fingiendo seriedad, mientras la cámara se acercaba a su rostro, desde atrás de una rejilla. "No funcionó porque nadie lo vio", continuó. "Yo era el único que aparecía en la cinta".
Una gran audiencia reunida en la iglesia comenzó a reír a carcajadas.
El espacio alguna vez sagrado, ahora iluminado con un candelabro gigante color rosa, ha sido reinventado como el Théâtre Paradoxe, con un costo de casi tres millones de dólares en remodelaciones. Ahora es un salón donde se celebran, entre otros eventos, conciertos de bandas tributo de Led Zeppelin, lecciones de zumba y fiestas fetiche, así como el programa de entrevistas en el que apareció Sammy.
Además, es una de las decenas de iglesias en todo Quebec que se han transformado en salas de lectura universitarias, condominios de lujo, emporios de queso y gimnasios de alta categoría.
En otro evento en la iglesia, dedicado al baile desenfadado, decenas de bailarines aficionados descalzos llenaron el espacio y dieron vueltas en un estado casi de trance en frente de su antiguo altar mientras se escuchaban cánticos y tambores. Dos hombres con camisetas sin mangas se tomaron de las manos y giraron juntos. Una mujer vestida de azul hizo malabares con tres pelotas blancas, poniéndose una sobre la cabeza.
Varios bancos de madera se transformaron para construir un hermoso bar para banquetes llenos de alcohol. La antigua sacristía donde los sacerdotes se preparaban para la Comunión ahora es un vestidor digno de una diva.
Aunque en la iglesia se ha organizado una fiesta de "Halloween de crucifijos" con bailarines casi desnudos con prendas de cuero que bailan frente a una cruz iluminada, su director, Gérald St. Georges, un católico, enfatizó que su función principal aún era sagrada y no profana. Se enseñan habilidades teatrales técnicas a exadictos, delincuentes juveniles y desertores de la preparatoria para que puedan entrar al mercado laboral.
"No creo que haya ningún tabú en transformar una iglesia en un teatro, pues estamos siendo files a la misión de la iglesia de servir a la comunidad", dijo St-Georges.
Las transformaciones radicales de las iglesias en Quebec reflejan el declive drástico de la Iglesia católica en una provincia canadiense de mayoría católica donde el 95 por ciento de la población iba a misa en la década de 1950, pero solo el cinco por ciento lo hace actualmente.
El pronunciado descenso en el número de personas que asisten a la iglesia, junto con los altos costos de mantenimiento, ha provocado que grupos patrimoniales, arquitectos y la Iglesia misma piensen de manera creativa con el fin de conservar edificios históricos que están en riesgo de ser clausurados o demolidos.
Hasta abril, se habían cerrado, vendido o transformado 547 iglesias en Quebec, de acuerdo con el Consejo del Patrimonio Religioso de Quebec.
A lo largo de los siglos, en Quebec, la Iglesia proporcionó salud y educación, y dominó la vida cotidiana. Aún hay viejas cruces altísimas en toda la provincia, monumentos del pasado.
No obstante, la Iglesia también se opuso al divorcio, censuró libros y acosó a las mujeres para que tuvieran hijos, y en la década de 1960 toda una generación se rebeló, un periodo conocido como "La revolución silenciosa".
St-Georges, de 54 años, del Théâtre Paradoxe, recordó que le dijeron que, cuando su madre estaba enferma y ya tenía nueve hijos, el sacerdote local había insistido en que tuviera un décimo: él. Ella murió poco después.
"El clero cruzaba la línea de la vida privada de las personas, así que la gente se rebeló", dijo, y señaló que, aunque trabajaba en una antigua iglesia, ya no asistía a las misas.
Gérard Bouchard, un historiador y sociólogo eminente de la Universidad de Quebec en Chicoutimi, señaló que subvertir de manera lúdica la función original de las iglesias era el resultado de una desconfianza más profunda en la autoridad religiosa.
"El feminismo es muy fuerte aquí, y la gente recuerda lo que la Iglesia les hizo a sus madres y abuelas", comentó.
Los funcionarios de la Iglesia católica de Quebec dijeron que la remodelación de las iglesias era un asunto de demografía y pragmatismo económico, aunque reconocían que a menudo se sentían descorazonados al respecto.
Christian Lépine, el arzobispo de Montreal, señaló que en cuanto una iglesia se desacraliza y pasa a manos privadas, las autoridades religiosas no pueden controlar cómo se utiliza.
"Hay tristeza cuando una iglesia se clausura o se transforma, pero debemos aceptar la realidad", dijo.
La Église Saint-Mathias-Apôtre, en un vecindario de la clase trabajadora de Montreal, alguna vez proporcionó socorro espiritual a los trabajadores devotos de las fábricas. Actualmente, ha sido transformada en Le Chic Resto Pop, donde se sirven generosas brochetas de pollo para residentes necesitados y artistas bohemios, que pueden comprar 60 platillos por veinte dólares.
Lo primero que ven los comensales al llegar es la tumba decorativa que alguna vez contuvo las cenizas de un sacerdote residente, aunque se retiraron los vitrales austeros de la iglesia para permitir que entrara la luz del sol y crear un espacio más secular.
Después de que se selecciona una iglesia para su conversión, los restos humanos que hayan quedado adentro se exhuman y trasladan a un cementerio católico. Muchos arquitectos buscan mantener algunos de los detalles originales, como las cruces, para señalar el patrimonio religioso de los edificios.
Aunque las remodelaciones de las iglesias no han provocado protestas, no todos están contentos.
Cuando la iglesia local en Sainte-Élizabeth-de-Warwick, una ciudad en el centro de la provincia de Quebec con 400 habitantes, se transformó en una quesería de alta gama hace unos años, sus propietarios decidieron conservar una pequeña parte de la estructura como una capilla para la comunidad.
Sin embargo, algunos residentes se rehúsan a asistir a la misa dominical en una iglesia cuya antigua nave central se había transformado en un sitio para almacenar y madurar queso.
Jean Phillipe Leblanc, de 24 años, dijo que su familia había celebrado sus bautizos, confirmaciones y matrimonios ahí durante generaciones, y para ellos la readaptación de la iglesia no era más que un "sacrilegio".
No obstante, Jean Morin, el propietario de La Fromagerie du Presbytere —quien compró la iglesia por un dólar , invirtió 1,2 millones de dólares en su remodelación y después ganó el Gran Premio del Queso Canadiense—, dijo que la transformación de la iglesia había rescatado ese lugar de culto para las próximas generaciones.
Todos los viernes, la quesería recibe a decenas de personas para realizar catas de queso, muchas más que las que asisten a la misa dominical. "Para mí, el paraíso es producir mi queso aquí", comentó Morin.