La comunidad cubana que reside en Miami tiene su epicentro en la colorida Calle Ocho. Sus ventanitas de café bien dulce y servido en vasitos -como en coladas-, las cigarrerías y el son que suena a toda hora son muestras de que los 600 mil cubanos que viven en Miami (exiliados desde los 60) no perdieron ni una pizca de cubanidad.
Aunque a la isla la siguen de lejos, no dejan de añorarla cuando recuerdan su infancia en El Vedado o los helados del parque Coppelia. Acá cuentan con su propio emporio heladero, se llama Azúcar, sirve gustos como mantecado, café con leche y vainilla con guayaba, y tiene un enorme mural de Celia Cruz, una de las referentes artísticas de la comunidad, junto con Gloria Stefan y Willy Chirino.
En la zona hay monumentos a héroes cubanos como José Martí y tiendas de souvenirs que venden guayaberas e imanes que dicen "90 miles to Cuba" (equivalen a unos 140 kilómetros en línea recta). El Che y su boina brillan por su ausencia.
Los mayores se envuelven en acaloradas discusiones políticas, mientras acomodan las fichas en el Parque Dominó, al lado del histórico Tower Theatre, que exhibe películas de cine independiente.
El restaurante Versailles es una cita obligada para los candidatos a presidente que aspiran a obtener votos de la comunidad cubana. Donald Trump no fue la excepción: hizo su paso por allí en plena campaña presidencial, mientras se disputaba los votos con Hillary Clinton.
En plan nocturno y divertido, hay que apuntar hacia Ball & Chain, un lounge con butacas de cuero verde, tapas cubanas y jazz en vivo que reabrió tras varias décadas de abandono.
Para escuchar salsa está CubaOcho, una galería de arte donde la gente baila, toma ron en una barra de madera y fuma puros en el patio.
Una buena manera de explorar el barrio es anotarse al Little Havana Walking Tour, un tour guiado para sumergirse como un local, observar el arte del armado de los cigarros, disfrutar de un clásico sándwich y café cubanos y charlar con los vecinos de la Calle Ocho.