¿Qué se esconde tras los números ?
Mientras series como Lost o best sellers como El Código Da Vinci hacen de los misterios numéricos una parte central de sus argumentos, LNR festeja sus 2000 números y se pregunta por una fascinación tan antigua como la humanidad. Matemáticos y numerólogos aportan lo suyo
Hace ya varias temporadas que la serie estadounidense Lost desvela a seguidores de todo el mundo con sus intrigas numéricas, mientras que en Numb3rs (serie producida por Tony y Ridley Scott) un genio matemático colabora en la resolución de casos criminales. En la película Número 23 Jim Carrey se obsesiona hasta la paranoia con el número del título, en El Código Da Vinci una criptóloga revela mensajes ocultos en secuencias numéricas y algunos años atrás el director Darren Aronofsky contaba en su film Pi, el orden del caos, la historia de un matemático dispuesto a llegar al límite de lo humano con tal de hallar el patrón oculto por el cual se regiría la naturaleza (un patrón numérico, claro está).
¿De qué habla esta proliferación de obras que, de una manera u otra, incorporan los números como figuras estelares? ¿Algún efecto del tan proclamado ingreso en el segundo milenio? ¿Una repentina pasión contemporánea? ¿O simplemente formas actualizadas de una fascinación casi tan antigua como la humanidad misma? En la semana en que LNR se dispone a festejar sus 2000 números publicados, les proponemos un breve repaso de algunos misterios, curiosidades e intrigas de sus majestades, los números.
Entre el orden y el caos
“En general, hay un cierto desamparo en nuestra cultura; la gente busca respuestas donde puede. Hoy, todo es muy rápido, y el tema del exceso de información no es poca cosa. También es verdad que siempre hubo una intriga respecto de los números”, asegura Pablo Amster, doctor en matemáticas, estudioso de las ecuaciones diferenciales y autor del libro de divulgación La matemática como una de las bellas artes. Amster se remonta a la célebre frase pronunciada por Galileo Galilei allá por el Renacimiento: “El gran libro de la naturaleza está escrito en caracteres matemáticos”, certeza repetida obsesivamente por el protagonista del film de Aronofsky, jaqueado por sus certezas científicas y un incipiente impulso místico. Es que en esta película, al igual que en las de más reciente estreno o en muchos relatos policiales (en un arco literario que abarca desde la obra de G. K. Chesterton hasta las novelas del matemático y escritor argentino Guillermo Martínez), hay un factor predominante: la búsqueda de un orden, un patrón, alguna secuencia lógica que organice las cosas de este mundo. Un antiguo anhelo de la humanidad en general. Y de los matemáticos en particular. “En cualquier lugar donde busques patrones y estructuras, hay un trasfondo matemático”, sonríe Amster.
Un ejemplo bastante citado en estos días es el de la Secuencia Fibonacci, sucesión de números creada en el siglo XIII en la cual, a partir del 0 y el 1, cada elemento siguiente es la suma de los dos anteriores (0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21...). En El Código Da Vinci, por ejemplo, una versión desordenada de los primeros ocho números de esta secuencia funciona como parte de un mensaje cifrado. De todos modos, esta serie numérica ha tenido –y tiene– aplicaciones en universos nada ficcionales, como la computación, la matemática y la teoría de los juegos. Hasta se incluyó en la información grabada en los discos de oro que, a fines de los 70, fueron enviados al universo a bordo de las Voyager 1 y 2, con la esperanza de lograr algún contacto con inteligencias extraterrestres. Asimismo, la secuencia permite realizar algunos cálculos que la vinculan con el número áureo, descubierto en la antigüedad y utilizado por los griegos en la arquitectura de sus templos, y luego por los artistas del Renacimiento. También conocido como la divina proporción, no se trata de una unidad, sino de una relación numérica que puede encontrarse tanto en algunas figuras geométricas como en la morfología de diversos elementos de la naturaleza: caracoles, nervaduras de hojas, proporciones del cuerpo humano. Aunque la maravilla ante este tipo de hallazgos forme parte de su vida, investigadores como Amster saben mantener el equilibrio entre la fascinación y la prudencia. “Uno observa hechos aislados y busca encontrar una lógica –reflexiona el matemático–. Tiene que ver con un sistema de pensamiento. Ante un listado cualquiera de números, si alguien entrenado se propone encontrar un patrón, finalmente lo encuentra.”
¿Y qué decir de las concepciones milenaristas, a partir de las cuales Harold Bloom (crítico literario difícilmente identificable con la cultura new age) escribió el libro Presagios del milenio? En ese texto asegura que, pese a la “degradación comercial propia de lo que está de moda”, las obsesiones actuales vinculadas con el ingreso en una “nueva era” serían “testimonios de una esperanza de liberación de las cargas de una sociedad envejecida, agotada y carente de originalidad”. Por cierto, los anhelos milenaristas se hunden en antiquísimas tradiciones religiosas. Pero, ¿por qué razón tomar el número 1000 como la base de un ordenamiento temporal? Para Pablo Amster, la respuesta es sencilla: “Porque somos humanos. Contamos de 10 en 10 dado que somos antropomorfos: tenemos 10 dedos. Es por eso que usamos el sistema decimal”. ¿Qué ocurre entonces con la cábala judía, que utiliza muchas relaciones 1 a 4? La respuesta también es simple: “Es una relación que remite a nuestra mano, con un pulgar oponible a los otros cuatro dedos”.
Los ciclos naturales constituyen otra fuente de ordenamiento. De acuerdo con un ensayo del catedrático español Eduardo Tejero Robledo, el siete, un número de fuerte carga simbólica, habría sido venerado en Babilonia “por referencia al curso de las cuatro fases de la luna, cada una de las cuales dura siete días. De ahí se pasó a asociar la idea de la septena con la de período lleno o completo y con el concepto de un todo acabado y perfecto”. Tejero Robledo sigue el rastro de este número en el Antiguo y en el Nuevo Testamento: entre otros, siete días de la Creación, día séptimo o sábado, año séptimo o sabático, las siete palabras de Cristo en la cruz, perdonar hasta setenta veces siete.
De todos modos, algo siempre parece escapar del entendimiento humano y sus intentos de codificar la diversidad que lo rodea. Así se trate de los más antiguos sistemas de conocimiento como de los sofisticados desarrollos teóricos actuales. “En algún sentido, los teoremas matemáticos nos marcan límites; nos hacen aceptar que no somos omnipotentes. No podemos saberlo todo.” En relación con las investigaciones del matemático Gregory Chaitin, su colega Guillermo Martínez se permite reformular la conocida frase de Einstein y afirmar, en uno de los capítulos del libro Borges y la matemática: “Dios juega a los dados no sólo con la física, sino también con la razón matemática”. Después de todo, es en la tensión entre los rigores del orden y la imprevisibilidad del azar donde la humanidad se ha venido debatiendo desde siempre. Los números, precisos y misteriosos por igual, insisten en dar cuenta de ello.
Para saber más
http://es.wikipedia.org
www.astrology-numerology.com/
El número 2000
Fundamentalmente conocido por el teorema que lleva su nombre, Pitágoras fue un matemático y filósofo griego del siglo VI a.C. Creó la escuela pitagórica, que postulaba que el universo poseía una estructura aritmética y geométrica. Pero su nombre no sólo es citado en los cursos de matemática. “Inspirado en la cábala judía, Pitágoras consideraba al número como una vibración pura –afirma la numeróloga Mirta Izquierdo–. A partir de esta concepción, nosotros observamos las diferentes longitudes de onda o vibraciones de los números cuando realizamos nuestras interpretaciones.” Coautora, junto con Mirta Pueyo y Carlos Menéndez, del libro Numerología. Una sabiduría práctica para la vida cotidiana, nos confía su visión sobre el número 2000 de LNR: “El cero está asociado a lo que limpia, lo nuevo. Hay tres ceros, con lo cual esta idea de novedad es poderosa A su vez, el dos se identifica con el diplomático, con la posibilidad de abrir la mirada al otro. También es Selene, la Luna, lo perceptivo; tiene el conflicto entre lo emotivo y lo racional. Pero los tres ceros marcan que no debe ser dual; hay que elegir un camino. Entonces: lo ideal para este número es que inaugure un nuevo modo de comunicación, donde la mirada esté puesta en la comunicación con el otro y lo intuitivo aparezca enmarcado por lo racional”.
Libros para consultar
- Harold Bloom, Presagios del milenio (Anagrama); Georges Duby, Año 1000, año 2000. La huella de nuestros miedos (Andrés Bello).
- Pablo Amster, La matemática como una de las bellas artes (Siglo Veintiuno).
- Mirta Izquierdo, Mirta Pueyo, Carlos Menéndez, ¿Qué es la numerología? (Kier), Iván Kirov, Su destino... en el misterio de su nombre (Kier).