Esta misteriosa reliquia arqueológica que tanto costó descifrar, se convirtió en uno de los descubrimientos más importantes de la humanidad
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“Es una piedra gris, del tamaño de una de esas grandes maletas que la gente lleva con ruedas en los aeropuertos, y los bordes rugosos muestran que se rompió de una piedra más grande, con las fracturas que cortan el texto que cubre un lado. Y cuando se lee ese texto, también es bastante aburrido: es sobre todo jerga burocrática sobre concesiones fiscales”.
De esa forma tan poco atractiva describía a la piedra Rosetta en 2010 el entonces director del Museo Británico Neil MacGregor para un programa de la BBC.
Sin embargo, MacGregor añadía que este “monótono trozo de granito” era el protagonista de historias fascinantes, como la lucha por sobrevivir de los reyes griegos que gobernaron Egipto después de Alejandro Magno, así también como la competencia entre Inglaterra y Francia por Medio Oriente.
Pero hay una historia que es la más fascinante de todas y la que hizo de esta piedra uno de los objetos más valiosos en un museo, la carrera por descifrar los jeroglíficos egipcios, que cumple 200 años.
1. ¿Qué son los jeroglíficos y por qué eran tan difíciles de descifrar?
Estos signos propios de la civilización egipcia, que en un origen representaban visualmente un objeto pero luego desarrollaron la forma de representar palabras, se reprodujeron por miles de años, desde el 3.000 antes de Cristo, en estatuas, tumbas y papiros.
Pero si bien la fascinación por esta cultura perduró en el tiempo, gracias a sus monumentos asombrosos -como las pirámides- y a las referencias al Antiguo Egipto en la Biblia o los textos clásicos grecorromanos, los jeroglíficos dejaron de utilizarse en el siglo IV de nuestra era.
El misterio de su significado continuó hasta que una piedra, rota y gris, con un texto aburrido, se convirtió en “en EL objeto que permitió descifrar el código de cómo los antiguos egipcios hicieron posible su lenguaje”, como la describe Ilona Regulski, encargada de la colección de papiros del Museo Británico.
Como le explicó a la BBC Richard Parkinson, profesor de Egiptología del Queen’s College de la Universidad de Oxford, antes de la piedra Rosetta el entendimiento de los jeroglíficos era mínimo, porque su uso terminó aproximadamente en el año 390 de nuestra era y todo el conocimiento de cómo se leían se perdió.
“Europa tenía un acceso muy limitado a monumentos egipcios y dependía de las referencias que habían hecho griegos y romanos cuando visitaron Egipto”, explica Parkinson, y añade que estas fuentes clásicas generaron mucho entusiasmo en los europeos a lo largo de los años -sobre todo en aquellos que esperaban acceder a los conocimientos y la filosofía de esta antigua civilización- pero eran insuficientes para descifrar el significado de estos signos.
Este profesor de Egiptología describe que el problema principal era que los europeos entendían los jeroglíficos exclusivamente como ideogramas, es decir, signos que hacían referencia a conceptos e ideas, pero no a sonidos, y esto sólo era verdad en parte. A esos primeros intentos por descifrar los jeroglíficos se les escapaba el hecho -dice Parkinson- de que el sistema jeroglífico egipcio es una mezcla de signos basados en imágenes -que representan categorías, ideas y palabras- y también signos fonéticos.
Jean-François Champollion, el hombre que finalmente descifrará los jeroglíficos en 1822, dirá que se trata de un sistema complejo: “Una escritura a la vez enteramente figurada, simbólica y fonética, en un mismo texto, en una misma frase, incluso en una misma palabra”.
2. ¿Cómo fueron descifrados los jeroglíficos?
En 1798, las tropas napoleónicas invaden Egipto. No están solas, las acompaña un equipo de estudiosos, herederos de esa necesidad de comprender la antigua civilización egipcia. Un año después, cerca de la localidad de el-Rashid (Rosetta), los soldados franceses encuentran una piedra mientras excavaban los cimientos de una ampliación de un fuerte.
“Fue una suerte de momento “¡Eureka!”: los que la hallaron supieron desde un primer momento que era importante, la piedra fue resguardada y se hicieron copias en tinta del texto que fueron enviadas a los estudiosos del Antiguo Egipto”, le dijo a la BBC Penelope Wilson, profesora de Arqueología Egipcia de la Universidad de Durham.
¿Cómo se dieron cuenta los que la encontraron de su importancia si no podían entender mucho de lo que estaba escrito sobre la piedra? Porque como dice Neil MacGregor, lo más importante de la piedra Rosetta no es lo que dice, sino que lo dice tres veces y en tres idiomas diferentes:
“En griego clásico, la lengua de los gobernantes griegos y de la administración del Estado, y luego en dos formas de egipcio antiguo: la escritura cotidiana del pueblo conocida como demótica y los jeroglíficos sacerdotales que durante siglos había desconcertado a los europeos”.
Como explica el anterior director del Museo Británico, la inscripción griega era la que todos los estudiosos podían leer y, por tanto, se consideraba la clave. Pero todo el mundo estaba atascado, hasta que un académico inglés llamado Thomas Young dedujo correctamente que un grupo de jeroglíficos repetidos varias veces en la piedra Rosetta era un nombre real: el del monarca Ptolomeo.
Fue un primer paso crucial, pero Young no había descifrado del todo el código porque nadie esperaba que los jeroglíficos reflejaran sonidos, pensaban en ellos como imágenes simbólicas. Entonces Young pensó que los jeroglíficos representaban las letras de Ptolomeo solo porque este rey era extranjero. Jean-François Champollion se dio cuenta entonces de que no solo los símbolos de Ptolomeo, sino todos los jeroglíficos eran a la vez pictóricos y fonéticos: registraban el “sonido” de la lengua egipcia.
“Por ejemplo, en la última línea del texto jeroglífico de la piedra, tres signos deletrean los sonidos de la palabra ‘losa de piedra’ en egipcio, ‘ahaj’, y luego un cuarto signo ofrece una imagen que muestra la piedra tal y como era originalmente: una losa cuadrada con la parte superior redondeada. Así que el sonido y la imagen van juntos”, explica MacGregor.
Champollion tuvo dos grandes ventajas con respecto a Young, una fue que había aprendido copto, la lengua de los egipcios cristianos que era descendiente directa de la lengua del Antiguo Egipto; la otra es que visitó Egipto y pudo ratificar en papiros y monumentos que su teoría era la correcta.
3. Qué dice y por qué está redactado también en griego
La disputa por Egipto no comenzó en el ocaso del siglo XVIII entre ingleses y franceses.
A pesar de haber sido una de las civilizaciones más poderosas de la Historia Antigua, o quizás justamente por eso, la tierra que alberga al Nilo fue invadida por persas, griegos, romanos, bisantinos, árabes y turcos otomanos, antes de que Londres y París pusieran sus ojos en ella.
Cuando la piedra fue inscrita en el año 196 antes de Cristo, en el primer aniversario de la coronación de Ptolomeo V, la dinastía ptolemaica había gobernado Egipto desde un siglo antes. El primer Ptolomeo fue uno de los principales generales de Alejandro Magno, quien invadió Egipto y luego Persia, antes de morir en Babilonia en el año 323 A.C.
“Los ptolomeos no se molestaron en aprender egipcio, simplemente hicieron que todos sus funcionarios hablaran griego, y así el griego sería la lengua de la administración estatal en Egipto durante mil años”, explica MacGregor. Desde la poderosa Alejandría, que permanecería por siglos como la ciudad más importante del Mediterráneo, con su biblioteca y su faro, los ptolomeos crearon una dinastía que se perpetuaría hasta la muerte de Cleopatra, su última exponente, en el 30 a.C.
Pero en la época de Ptolomeo V la dinastía estaba en problemas, su padre había muerto repentinamente, su madre fue asesinada y las revueltas en todo el país postergaron por años la coronación de este rey niño. Aunque siempre habían necesitado el apoyo de los sacerdotes egipcios, pocas veces en su historia la monarquía griega estuvo tan necesitada de este respaldo local. Y ese respaldo se convertiría en texto en la piedra Rosetta y otras 17 inscripciones similares, todas en tres idiomas.
“Se trata de un decreto emitido por los sacerdotes egipcios, aparentemente para marcar la coronación y declarar el nuevo estatus de Ptolomeo como dios viviente -la divinidad iba con el trabajo de ser faraón-. Los sacerdotes habían concedido a Ptolomeo una coronación egipcia completa en la ciudad sagrada de Menfis, lo que reforzó enormemente su posición como legítimo gobernante de Egipto”, describe MacGregor.
Pero el respaldo no fue gratis, como explica la profesora emérita de la Universidad de Cambridge Dorothy Thompson:
“La ocasión que dio lugar a este decreto supuso en algunos aspectos un cambio. Ya había habido decretos anteriores, y se parecen mucho, pero en este reinado en particular -el de un rey muy joven cuyo reino estaba siendo atacado desde muchos frentes- una de las cláusulas del Decreto de Menfis, la Piedra de Rosetta, es que los sacerdotes ya no debían ir cada año a Alejandría -Alejandría era la nueva capital griega-. En su lugar, podían reunirse en Menfis, el antiguo centro de Egipto. Esto era nuevo y puede ser visto quizás como una concesión por parte de la casa real”.
Otras concesión fue una serie de exenciones fiscales para el sacerdocio egipcio, tan atractiva en la Antigüedad como en la actualidad.
“Así que la piedra es simultáneamente una expresión de poder y de compromiso, aunque leer todo el contenido es tan emocionante como leer un nuevo tratado de la UE escrito simultáneamente en varios idiomas. El contenido es burocrático, sacerdotal y árido, pero eso, por supuesto, no es lo importante”, concluye MacGregor.
4. ¿Cómo terminó la piedra en el Museo Británico si fue descubierta por los franceses?
“No puedes separar el hallazgo y la interpretación de la piedra Rosetta del contexto geopolítico en el que tuvieron lugar. Egipto tenía una enorme importancia porque facilitaba el acceso al sudeste asiático. Antes de la construcción del canal de Suez, a finales del siglo XlX, tenías que atravesar por tierra Egipto para llegar al mar Rojo y así acceder a las posesiones de los imperios europeos. Entonces había una auténtica carrera armamentística para controlar esta zona”.
Así explicó a la BBC Campbell Price, curador de Egipto y Sudán en el Museo de Manchester, la situación estratégica que tenía Egipto para Europa cuando los soldados napoléonicos hicieron su hallazgo en el-Rashid. Debido a esa carrera armamentística entre Inglaterra y Francia, aunque las copias hechas en 1799 viajaron a París y terminaron en manos de Champollion, la piedra nunca llegó a la capital francesa.
“Perseguido por (Horatio) Nelson, Napoleón fue derrotado, y en 1801 los términos del Tratado de Alejandría, firmado por los generales franceses, británicos y egipcios, incluían la entrega de antigüedades, y la piedra de Rosetta era una de ellas”, recuerda Neil MacGregor.
Es por eso, como indica el anterior director del Museo Británico, que en la piedra no hay textos solo en tres idiomas... “Si se fija en la parte rota, podrá ver que en realidad hay cuatro. Porque allí, estampado en inglés, se puede leer: “Capturado por el ejército británico en 1801, presentado por el rey George III”.
Durante décadas, arqueólogos egipcios reclamaron el regreso de la piedra a su lugar de origen. Este esfuerzo, encabezado por antiguo ministro de Antigüedades Zahi Hawass, cobró nueva fuerza en este aniversario.
“La piedra de Rosetta es el icono de la identidad egipcia. El Museo Británico no tiene derecho a mostrar este artefacto al público”, dijo Hawass a la publicación The National, en el marco de una campaña para enviar cartas a los principales museos europeos para que devuelvan esta y otras piezas, como un busto de la reina Nefertiti en Berlín y un techo esculpido del Zodíaco en el Louvre de París.
Para el profesor Parkinson, quien estuvo a cargo de la piedra como curador del Museo Británico, la piedra Rosetta tuvo un pasado complicado, pero a pesar de eso habla muy bien del futuro del ser humano: “No es muy atractiva, está dañada, tiene una historia problemática, pero aún así capturó la imaginación humana: la gente la quiere ver, quiere comprar souvenirs de ella, porque contiene la idea de que tú puedes entender otra cultura, es un gran símbolo de que la humanidad quiere entender al otro”.
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