Las únicas cuatro estaciones de servicio que aún exhiben la cartelería de la empresa venezolana se encuentran en estado de abandono, y acumulan embargos judiciales
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El 1 de febrero de 2005, bajo un intenso sol de verano, centenares de militantes de organizaciones sociales se reunieron frente a la exEsma, en Núñez, para presenciar la apertura de la primera estación de servicio Pdvsa-Enarsa, producto del acuerdo energético entre la Argentina y Venezuela. Entre aplausos y cánticos, Hugo Chávez inauguró uno de los surtidores, cargando con nafta SuperTango -como se llamaba- el tanque del primer vehículo, que no era cualquier auto, sino el mismísimo Chevrolet rojo modelo 1939 con el que Juan Manuel Fangio había corrido la carrera “Buenos Aires-Caracas” en 1948. Sin dudas, un acto de gran simbolismo para los dos países, que se unían en un proyecto energético monumental.
“Aquí se están rompiendo las barreras del neoliberalismo salvaje, del capitalismo -pronunció el mandatario venezolano en su discurso-. Vamos a seguir abriendo estaciones y vamos a comenzar a perforar pozos petroleros para que en el futuro Argentina no tenga que importar petróleo”. Representando a la mitad local del acuerdo, Julio De Vido, entonces ministro de Planificación Federal argentino, anticipó: “es el comienzo de la apertura de otras 600 previstas para lo que resta del año”.
El panorama parecía próspero dentro del rubro de los combustibles. Los directivos de la estatal Petróleos de Venezuela hablaban de un plan de crecimiento sostenido dentro del territorio argentino, de comprar la red local de Shell, de tener su propia planta refinadora y hasta su propio puerto.
Pero, en este caso, la realidad no superó a la ficción. Incluso en su momento inicial de gloria, que pronto devino en ocaso, la empresa no logró tener más de 65 estaciones de servicio. El número es bajo si se lo compara con las 600 anunciadas en la inauguración para ese mismo año, pero, a la vez, parece alto si se lo contrasta con el panorama actual. Hoy, a poco más de 17 años del acto inaugural, las únicas cuatro estaciones de servicio que aún exhiben la cartelería de la empresa venezolana se encuentran en estado de abandono, y acumulan embargos judiciales, deudas millonarias y al menos 80 juicios de empleados y proveedores por salarios y pagos atrasados.
Pese a no tener ninguna boca en funcionamiento, Pdvsa Argentina aún existe. La empresa, que conserva unos pocos empleados, tiene una deuda global con la AFIP que a principios de este año ascendió a 450 millones de pesos, según pudo confirmar LA NACION. De acuerdo a ex empleados, la compañía tuvo que abandonar su oficina en Libertador y Cerrito por adeudar millones de alquiler y expensas, y tiene embargados tanto su depósito en Dock Sud como sus barcazas.
De la ilusión al desencanto: ¿por qué no prosperó Pdvsa Argentina?
“De todo lo que supuestamente iba a pasar, no pasó nada”, afirma Sebastián Laviana, cuarta generación de estacioneros de la localidad de 30 de Agosto, en el partido de Trenque Lauquen. Durante 8 años, de 2005 a 2013, la estación de servicio de su familia estuvo embanderada como PDV Sur.
Tras el fracaso en el intento de compra de la red local de Shell, la petrolera venezolana decidió comprar la cadena Sol Petróleo (Petrolera del Conosur S.A), que era propiedad de la empresa pública uruguaya Ancap. Así, todas las estaciones de servicio independientes que tenían contratos temporales con Sol fueron empapeladas con los afiches violetas del flamante PDV Sur. Este fue el caso de la estación de Laviana.
Como tantos otros, él es testigo del deterioro progresivo de la firma que proveía combustibles líquidos y GNC a su negocio familiar. “Para 2013, ya era previsible que la cosa iba a terminar mal: veías que empezaban a echar a la gente de la empresa con la que te comunicabas. Cuando se nos terminó el contrato de cinco años, no nos lo renovaban. Eso fue una alarma. Nos seguían vendiendo, pero no sabíamos hasta cuándo. En un momento, nos dejaron de atender. Seguíamos así porque no teníamos otra opción. Apenas nos salió la posibilidad de un contrato con otra marca, nos fuimos”.
La familia Laviana se desvinculó de PDV Sur justo antes de que la compañía empezara a tener problemas de abastecimiento. Según Guillermo Lego, gerente de la Confederación de Entidades de Comercialización de Hidrocarburos y Afines, la falta de combustible fue la principal razón por la que, de 2014 en adelante, muchas estaciones de servicio empezaron a romper sus contratos con la marca o a no renovarlos, para luego firmar convenios con otras empresas o simplemente quedar sin bandera.
Pero, ¿por qué el desabastecimiento? ¿A qué se debe el fracaso del proyecto de Pdvsa en la Argentina? Daniel Gustavo Montamat, ex presidente de YPF y ex secretario de Energía, subraya dos razones. La primera, dice, tiene que ver con el proyecto frustrado de comprar la red local de Shell y la posterior compra de la cadena SOL.
“Pdvsa tuvo una irrupción marginal en el mercado argentino, con una cadena de estaciones que ya venía dando pérdida por la localización de sus estaciones, que no vendían lo suficiente. Los que hicieron un buen negocio fueron los de Ancap, que lograron transferir Sol a Pdvsa. Habría que felicitarlos”, resume el doctor en Economía y en Derecho. Y agrega: “Si hubieran comprado Shell, hubiesen tenido más estaciones y hubieran tenido refinación propia. Pero no lo lograron, entonces tenían que comprar combustible en el país, porque traer combustible de Venezuela también era a pérdida, y después venderlo a su cadena de estaciones. Durante un tiempo, vendían el combustible a un precio menor al que vendían las otras marcas. Eso lo bancó un tiempo Venezuela. Pero después ya no, porque todo eso se traducía en pérdida”.
Montamat destaca, a su vez, un segundo factor: el hecho de que la casa matriz de la empresa dejara de financiar al proyecto argentino. “Pdvsa implosionó en la propia Venezuela. Al principio del chavismo, y antes también, la empresa producía 2.800.000 barriles de petróleo. El chavismo la terminó atrofiando. Hoy produce 600.000 barriles. Una empresa que era líder dentro de las petroleras estatales de la región por su profesionalismo y su capacidad de planificación terminó implosionando por todas las políticas populistas que estableció el gobierno venezolano. Y eso alcanzó a todos los proyectos que tenía Pdvsa en el exterior, incluyendo el proyecto argentino”, explica.
Pdvsa desembarcó en la Argentina en 2005, el mismo año en que Néstor Kirchner y Chávez anunciaron la creación del Gran Gasoducto del Sur, el proyecto de integración energética más ambicioso de Latinoamérica, que iba a conectar Venezuela con Argentina, pero que nunca se llevó a cabo. “Pdvsa Argentina y el gasoducto son parte de la misma narrativa. Al menos, el planteo de una red de estaciones tenía más sentido que el de un gasoducto en línea recta, cruzando Brasil, pero fracasó también”, suma Montamat.
La gran debacle de Pdvsa Venezuela y el consecuente cese de financiamiento de su filial argentina comenzó a mediados de 2013, tras la muerte de Chávez y el inicio de la presidencia de Nicolás Maduro. Fue a partir de entonces, destacan fuentes cercanas a la empresa, que Pdvsa Argentina dejó de recibir dinero del exterior y debió empezar a valerse por sus propios medios, que, según ex empleados, eran inexistentes. “La empresa nunca generó un centavo”, afirma uno de ellos. “Todos los meses llegaba dinero de afuera y se pagaban los gastos. Fluvialba, el sistema de barcazas que tenía Pdvsa Argentina, y las estaciones de servicio generaban algo, pero muy poquito. Los empleados sabíamos que vivíamos de aportes externos, que la empresa no tenia ingresos reales. Pero durante los primeros años tenía todos los pagos al día. Hasta que se cortaron los aportes”, detalla otro ex empleado, que, al igual que la mayoría de sus compañeros, fue despedido el año pasado, a pesar de tener meses de salarios adeudados.
LA NACION intentó comunicarse con la compañía y con su presidente, Carlos Corredor, en reiteradas ocasiones, pero no tuvo éxito. Consultado por un medio local del rubro energético hace más de un año, la empresa explicó que su falta de liquidez es consecuencia del bloqueo económico internacional impuesto a Venezuela.
La situación actual: “Nunca más nos pagaron”
Además de las estaciones independientes que habían firmado contrato con Pdvsa, y poco a poco fueron abandonando el acuerdo con la compañía, Pdvsa Argentina tenía -y aún tiene- cuatro estaciones de servicio propias, ubicadas en San Isidro, Glew, San Francisco Solano y Paraná. Estas estaciones son las que hoy se encuentran en estado de abandono, vandalizadas y, en algunos casos, saqueadas. “Todo lo que te imagines se lo llevaron. Desde computadoras, escritorios, surtidores, chapas. Ni ventanas quedaron”, afirma Juan Manuel Lasso, ex administrador de la estación de San Francisco Solano (av. Monteverde y calle 898) y representante de los más de 40 trabajadores de PDV Sur que aún reclaman meses de salarios adeudados. Las cuatro estaciones no funcionan hace más de dos años, pero todavía ninguno de sus ex estacioneros ha recibido un telegrama de despido.
“La última vez que cobré mi sueldo fue en noviembre de 2019. Desde 2018 que teníamos los salarios atrasados tres, cuatro meses. Pero a partir de noviembre de 2019 nunca más cobramos. En enero de 2020, por todas las deudas que tenía la empresa, nos cortaron la luz. A partir de ahí, nos quedamos sin trabajar. No podíamos vender GNC porque los surtidores no funcionaban. De enero a marzo, íbamos en turnos a la estación para evitar robos. Hasta que empezó la pandemia. Cuando se cerró todo, desde la empresa nos avisaron que no nos presentáramos más a trabajar. Y nunca más se comunicaron con nosotros”, detalla Lasso.
Además de Petrolera del Conosur, Pdvsa Argentina tenía una segunda empresa subsidiaria, la compañía de logística Fluvialba, en la cual trabajaban más de 50 personas. Todas ellas fueron despedidas a principios de este año, aunque sin cumplir con los requisitos legales de despido. “Antes de los despidos, en febrero, hicimos una movilización frente a la Embajada de Venezuela. Después de eso, el presidente de la empresa, nos llamó a una reunión, en la que nos pidió unos días para solucionar la situación de los tripulantes. Pero, mientras estábamos en la reunión, un trabajador recibió un mensaje de su esposa, diciéndole que había llegado a su casa un telegrama despido. Imaginate cómo terminó esa reunión. No puedo ni decirte. Era todo una farsa lo que nos decían”, detalla Alejandro Vargas, secretario de Relaciones Laborales del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU).
Según Vargas, todos los demás empleados fueron despedidos vía carta documento en las siguientes semanas. “No les pagaron ni los salarios que estaban adeudando, ni las indemnizaciones por despido. La mayoría de ellos accionaron legalmente con interdicto. Esto hace que todas las embarcaciones estén embargadas. Por eso, ante cualquier intento de sacarlas del país, no pueden. Y, si las venden, la plata va directo a cubrir salarios”, suma. Hace unos 30 días, el sindicato le entregó en mano al presidente Alberto Fernández un petitorio con sus reclamos, y el mandatario se comprometió a intentar solucionar los problemas que ahí figuran. Sin embargo, Vargas no cree que el problema se resuelva en el corto o mediano plazo.
Hoy, más de dos años después de que dejaran de funcionar sus últimas estaciones de servicio, la filial argentina de la petrolera venezolana todavía existe en el país. En 2019, sin embargo, los directores de la compañía echaron a la gran mayoría del personal administrativo, al mismo tiempo que tuvieron que abandonar su oficina, en el piso 20 de la torre Chacofi II (Libertador 602), ante una intimación del propietario por meses de retraso en el pago del alquiler y las expensas. Pdvsa y sus dos empresas subsidiarias pasaron por diferentes oficinas desde entonces, y en todas tuvieron la misma complicación. Actualmente, los menos de seis empleados que aún quedan trabajan en una oficina sobre la calle Reconquista.
La compañía también carga con una causa por tráfico ilegal de dinero de Bolivia a la Argentina, de enero de 2020. Los US$100.000 no declarados incautados en un aeropuerto boliviano eran transportados por una mujer, María Palacios, quien estuvo presa durante unos meses. Palacios declaró en su momento que los fajos de dólares estaban destinados al pago de sueldos de Pdvsa Argentina. Frente a este panorama, el flujo de dólares desde Bolivia, donde la petrolera venezolana también tiene negocios, se cortó, pero solo por un tiempo, detallan personas cercanas a la empresa. Según las fuentes, la empresa reactivó luego de unos meses el financiamiento exterior por vías no convencionales. “No es que entraba un dineral. Eran unos 20.000 o 30.000 dólares. Lo poco que entraba era para saldar deudas importantes, como la luz, el internet, pero nada más”, detalla un ex empleado.
Lo que muchos de los ex trabajadores del área administrativa no terminan de entender es cómo es posible que, por ahora, la empresa no tenga mayor conflicto con el Estado. Según detallan, la AFIP envió varias intimaciones a las tres empresas -Pdvsa, Fluvialba y Petrolera del Conosur-, pero no fueron atendidas, y el reclamo no avanzó. Sin embargo, no parece que la situación vaya a extenderse durante mucho más tiempo, ya que algunos de los juicios de ex trabajadores ya tienen sentencia firme, y varios están pidiendo la quiebra para poder cobrar.
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