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La noche parecía especial para el misterio. Entre la neblina, y la incógnita de cuándo la lluvia llegaría, la entrada del poco conocido Polo Cultural Saldías era el centro de las miradas de los invitados al encuentro. Cerca del cruce de las calles Alcorta y Salguero, detrás del Malba y a la entrada del Barrio 31, el ex mercado de frutos y actual espacio de ensayo de músicos locales revelaría, al abrir sus puertas poco después de las 20:30, la dinámica de lo que fue Argenta ft, una experiencia que terminó en fiesta y se difundió de boca en boca a la espera de una nueva edición.
Abriendo el telón
Código QR en mano para entrar, una cinta de admisión con el color que marcaba el destino de la noche y vaso en mano, también entregado en la entrada, la expectativa crecía. Algunos escalones arriba, un pesado cortinado esperaba ser corrido para develar en la sala Luis Alberto Spinetta cómo un grupo de “guías” buscaba bajo una luz color rojo -entre risas y comentarios variados de quienes esperaban un tanto perdidos- las cintas coincidentes para empezar a disfrutar. ¿De qué? de música y comida, pequeños shows para grupos de no más de 15 personas en cuartos ambientados para la experiencia. El “pasen y vean” invitaba a participar entre vinos y platos gourmets.
Sin reservas: Niño Gordo, Julia, Chila, Bándalos chinos, Dante Spinetta
Los restaurantes del momento, esos en los que cuesta encontrar lugar para ir a comer, y un seleccionado de bandas emergentes en la escena local, se sumaron a la idea de Lucas Pombo (responsable “del Saldías”) y Andres Parisier (Bigbox): mostrar el espíritu argento, apasionado por la gastronomía y la música, que se vive en distintas experiencias de todo el país. Así, detrás de la puerta de cada espacio un chef y una banda esperaban a sus invitados que, pasados los 8 minutos destinados, pasarían a vivir otro festín.
Una pequeña barra de cemento para tomar el primer gin tonic y, copa en mano, atravesar la puerta donde Bandalos chinos cantaban mientras Mariano Ramón de Gran Dabbang proponía que estires la mano para recibir su roll de vegetales lleno de sabor con lluvia de batatas.
“La carta es comestible” decía en otro cuarto Germán Sitz de Niño Gordo al servir su tataki en una carta de poker sobre una mesa de juego entre la sugestiva música de Sex Six, representantes del “ravetón” local
Tras la tercera puerta, unos grafitis de Tres monos anticipaban la barra de Sebastián Atienza que con su amplia sonrisa estaba listo para ofrecer su trago a base de sidra de pera y almíbar de campari. Para amenizar el momento, Clara Cava aportaba una melódica bossanova.
Tomando el ritmo
Pasadas las primeras experiencias llegaba la hora del entusiasmo, con la mecánica aprendida y ya relajados, los invitados estaban listos para todo tipo de sorpresas. Y así resultó. Una jungla de naranjos fue el espacio armado por Julia restaurante: a la lograda ambientación se sumó el gran Julio Baez que recibió a todos con su cebiche de boniato y compartió escenario musical con su hermano al ritmo de “promesas sobre el bidet” de Charly Garcia para que, después de “una que cantamos todos”, diera paso a que Silvestre y La Naranja siga con su repertorio.
El recorrido seguía y salir a un pasillo musical, a cielo abierto, se presentó como indispensable para tomar aire y permitir el uso de parrillas: el aroma daba pistas de lo que vendría. El ingreso al próximo destino se hizo por un gran ventanal que condujo a pararse frente al cantante Dillom con su rítmico rap y escucharlo con la brioche de mollejas, una exquisitez de Facu Kelemen de Mengano Bodegón, que ayudó a recuperar el apetito.
¿Tan poco tiempo?
La evacuación del espacio, por la puerta, es apurada por los que entran nuevamente por la ventana. Los 8 minutos ya parecen escasos pero la curiosidad por saber dónde continúa la noche alienta a recuperar el ritmo. El próximo cartel indica: Pedro Chila Ft. Acus & Kastiello. Personas con mamelucos descartables y botellas de vino nos ayudan a ponernos pilotines y tener los vasos llenos. En el espacio destinado al show advierten: “Todos al lado del andamio” y una crema de berenjenas empieza a caer sobre la barra especialmente acondicionada para comer, de pie y con la mano. Como si fuera una pintura de Pollock, los vegetales en forma de bastones para probar invitan a distenderse al ritmo de la banda mientras Camila Malvido de @encamarte dibuja sobre un atril.
“¿Esto es dulce?” pregunta alguien del grupo frente a la puerta donde Caro Ferpozzi de Mostrador Santa Teresita y Stefan Ditzen de Punto Hache presentan un profiterol con relleno de frosting de queso patagonzola, praliné y una ensalada waldorf. Marcos colgados y cómodos sillones invitan a escuchar a El Zar. Y se agradece el descanso.
Los pasillos ya no son lo que eran, entre los grupos que van de un lado a otro la gente se saluda, algunos se reconocen y las risas se comparten. Otras figuras conocidas llaman la atención. Un cuarto azul y rojo da la bienvenida a los sabores coreanos de Lis Ra de Naum. Y una voz conocida, muy conocida, hace focalizar la mirada en la banda: Fito Páez desde los teclados acompaña a Lo de Hendrix. El zorrito Von Quintiero lo comenta con la gente. Mercurio, el guía del grupo avisa que es hora de cambiar de escenario.
A esta altura, nadie está seguro de si vio todas las bandas o pasó por todas las estaciones. Alguien habla del sushi de trucha, anchoa y pez limón de Fede y Ceci de Nare Sushi, otros se refieren a la performance de Dante Spinetta, el coequiper musical.
Es el último show que queda por ver (a este grupo, otros habrán tenido un recorrido diferente). En la sala hay más de 15 y Manu de Donnet, sirve sus shitakes prensados en sal con paté de nuez en el pasillo lindero. El cantante tiene un pasa montaña con orejitas, tira frases sueltas mientras todavía no empezó a cantar. Entre el público, y lejos del espacio donde tocó, la voz de Fito arenga: “Dale Toto, cantá”, la música de la banda del actor de la película “El ángel”, Lorenzo Ferro, empieza a sonar con su Kiddo Toto, y los invitados entran y salen del lugar y se empiezan a mezclar. El final se acerca, no hay dudas.
El recorrido termina en la misma sala en la que comenzó, hay helados y están los vinos de Sierra Lima Alfa sobre una mesa a la que la gente no deja de acercarse. En las bandejas (de música) La Coneja China y Dyhzy están al mando del fin de fiesta. Nadie sabe si llovió o no, y ya no importa. Música, baile y risas toman el escenario principal. Nadie sabe si habrá una próxima edición, pero todos los que se preguntan ¿qué pasó en el Saldías? quieren develar el misterio: ¿por dónde sigue el nuevo recorrido?. Parece que en septiembre, habría revancha.