Qué parte de mi vida estoy viendo: claves para afrontar las situaciones de manera inteligente
Desde la Programación Neurolingüística se dice que lo que uno crea internamente, es lo que va a ver en el afuera
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Hoy quisiera compartirte la experiencia que viví con un señor que me detuvo en una muy transitada avenida de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Durante varios minutos, con insistencia, intentó convencerme del fundamento de su negativismo continuo. Como él estaba muy mal, veía todo negativo en su vida.
Esta fue mi respuesta: “Usted tiene razón”. Henry Ford decía: “Si creés que podés, tenés razón; y, si creés que no podés, tenés razón”. Desde la Programación Neurolingüística, se dice que, así como algo está en el mapa interno, estará en el territorio. Es decir que, lo que uno crea internamente, lo va a ver por fuera.
Un día, el doctor Paul Watzlawick, padre de la terapia sistémica, estaba dando una conferencia, cuando un asistente del público se puso de pie y le gritó. “¡Usted está muy equivocado!”. Hubo silencio en el auditorio hasta que Watzlawick lo miró y le respondió: “Usted tiene razón, desde su punto de vista”, y continuó con su ponencia.
Te propongo realizar el siguiente ejercicio: durante cinco segundos observá las cosas de color azul a tu alrededor… Ahora, nombrá tres cosas de color verde. Nuestra percepción es selectiva. Cuando nos enfocamos en una única opción, dejamos de ver las otras.
Supongamos que tengo que viajar 500 kilómetros para llegar a la Costa Atlántica por una ruta por la que nunca transité anteriormente y necesito detenerme para almorzar. Tres son las posibles variables:
— Primera variable: Declaro, cuando estoy a punto de salir que, “hay un restaurante en el camino y estoy seguro de que lo voy a encontrar”. Pero, a medida que avanzo, me doy cuenta de que no hay ninguno hasta llegar a destino. Eso se llama “optimismo necio”.
— Segunda variable: Viajo 450 kilómetros y no encuentro ningún restaurante en el camino. Entonces, digo: “Esto está cada vez peor, no hay ningún lugar donde comer”. Esto se llama “negativismo necio con razón” (porque me quedé sin comer).
— Tercera variable: Voy viajando por una ruta a la que no conozco y repito: “No hay ningún restaurante en el camino, esto está todo mal”; pero, a mitad del recorrido, veo que hay uno. ¿Cómo me va a caer la comida? Mal, porque estuve quejándome y mi cuerpo segregó cortisol y adrenalina. Esto se llama “negativismo necio sin razón” (porque me cayó mal la comida y, para colmo, ¡estaba equivocado!).
¿Cómo actuaría un optimista inteligente? Como tiene que emprender un viaje de 500 kilómetros, piensa: “Yo creo que debe haber algún restaurante en el camino”. Es decir, piensa en positivo. Pero, en caso de que no lo hubiera, se lleva algunos alimentos para ingerir en el trayecto. Planificá un escenario positivo y uno negativo.
Esto me lo enseñó un trapecista amigo a quien un día le pedí: “Contame cómo es tu profesión”. Él me dijo: “Bernardo, yo vuelo por los aires. Estoy seguro de que me va a ir bien; pero, por las dudas, coloco una red abajo”. Así nos conduce a actuar el optimismo inteligente. Recordá: si creés que podés, tenés razón; y, si creés que no podés, también tenés razón.
Hoy más que nunca, ensanchemos nuestra mirada. No para negar lo malo, sino para ver las diversas posibilidades, las fortalezas, las bendiciones, la gente hermosa y todo lo bueno que nos rodea.
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