Todos los chicos tienen emociones que no son ni buenas ni malas, todas están para decirnos algo y como adultos debemos ayudar a traducir ese mensaje y acompañarlos
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La infancia, por naturaleza, suele caracterizarse como una etapa de mucha curiosidad, creatividad, alegría, temores, expectativas frente a lo nuevo y construcción de vínculos. Y si bien cada niño es diferente, la vorágine con la que vivimos en el día a día y los estilos de crianza se reflejan en el desarrollo emocional de ellos. Como común denominador, se observan muchos niños con grandes desafíos en relación a la ansiedad y a la baja tolerancia a la frustración.
Alegría, tristeza, miedo, enojo, rabia, sorpresa y asco son las principales emociones que, en menor o mayor medida, suelen aparecer en los chicos.
“Es importante hablar con ellos sobre las emociones de una forma respetuosa, validando y habilitando la expresión de lo que sienten. No hay emociones buenas o malas, pero por supuesto algunas se asociarán a vivencias lindas y otras que generan malestar. Lo importante es transmitir que todas están para decirnos algo y nuestra tarea como adultos es ayudar a traducir ese mensaje y acompañar de un modo u otro. Crear vínculos de confianza y momentos donde se sientan seguros, abriendo paso al dialogo y escucha activa, es clave”, expresa Lucrecia Thompson, licenciada en Psicopedagogía.
¿Qué relación hay entre las emociones y el aprendizaje?
El desafío se da cuando las emociones aparecen con gran intensidad. En esos casos, el mensaje es contundente porque generalmente inhabilita al niño en muchas esferas de su vida, principalmente en sus habilidades sociales y cognitivas. Por ejemplo, un niño con poca tolerancia a la frustración, difícilmente pueda construir vínculos y aprendizajes significativos porque cada experiencia la transitará con mucha ansiedad y temor a equivocarse. En estos casos, las expectativas, autoimpuestas o heredadas, suelen ser demasiado grandes y su autoestima tambalea en cada nueva experiencia. Sobre eso hay que poner la lupa y trabajar haciendo equipo con su familia.
No es lo mismo sentirse triste que sentirse enojado
Su importancia se refleja en su principal objetivo: registrar, diferenciar y traducir cada emoción. En otras palabras, ponerle nombre y significado a lo que sentimos: no es lo mismo sentirse triste que sentirse enojado. Muchas veces, “todo parece lo mismo”, pero si nos detenemos e intentamos mayor introspección, lograremos mayor registro y, por ende, mayor bienestar y autoestima. Es un proceso complejo, un aprendizaje que lleva tiempo.
Además, la educación emocional hace hincapié en que todos somos diferentes por lo que sentimos diferente: ante una misma experiencia, algunos la viven con alegría, otros pueden vivirla con temor y en ambos casos es igual de valido.
La educación emocional a temprana edad es fundamental porque da herramientas para gestionar cada emoción, evitando posibles desafíos futuros y favoreciendo los vínculos interpersonales, toma de decisiones, rendimiento académico, resiliencia. En definitiva, los desafíos de la vida son inevitables, contar con una buena base para poder transitarlos se vuelve fundamental.
¿De qué manera los adultos podemos validar esas emociones?
Principalmente, el adulto debe trabajar y validar sus propias emociones, ya que es referente del niño. Validando sus emociones, indirectamente, se validarán las de ese niño.
Además, es importante nutrir la confianza, la escucha activa, la empatía, evitando minimizar o subestimar y buscando soluciones en conjunto.
¿Qué puede llegar a ocurrir a mediano o largo plazo si las emociones no son validadas por adultos?
Posiblemente repercutirá, en mayor o menor medida, en su salud, bienestar, autoestima, resolución de problemas y, por ende, en la construcción de vínculos sólidos y proyectos personales duraderos.
En el consultorio son muchos los casos en los que suelen aparecer psicosomatizaciones: el cuerpo termina diciendo lo que no se ha podido registrar ni poner previamente en palabras (dolores de panza, dolores de cabeza, llagas en la boca, etc).
¿Qué herramientas se pueden utilizar para que los chicos aprendan a gestionar las emociones y a resolver conflictos?
Las herramientas que suelo utilizar son aquellas que resultan conocidas para las infancias y familias que acompaño: películas, videos, cuentos y juegos. Estos recursos son grandes disparadores para abordar las emociones con calidez. La participación de la familia es fundamental.
Una película que siempre recomiendo ver en casa es Intensamente, invitando a una charla-debate posterior.
Un juego que uso siempre es “El dado de las emociones”, en el que en cada una de sus caras aparece una emoción que quedará a la vista al lanzarlo. Según la emoción que salga, evocamos una vivencia que me hizo sentirla.
¿De qué manera los adultos puedan modelar una regulación emocional saludable?
Los adultos pueden modelar una regulación emocional saludable a partir de:
- La identificación de sus propias emociones.
- Comunicando a sus vínculos significativos aquello que sienten.
- Practicando la introspección, a partir de momentos de calma, encontrándose con ellos mismos.
- Construyendo una rutina que promueva bienestar y momentos de disfrute.
- Paciencia con ellos mismos, sus tiempos y procesos singulares.
- Buscando acompañamiento profesional sin prejuicios.
Promover prácticas de prevención y cuidado es súper importante. Es necesario que las familias y personas significativas que acompañamos a las infancias podamos interiorizarnos cada vez más al respecto.
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