Qué hacer cuando los malos pensamientos boicotean el cumplimiento de nuestros objetivos
Las ideas asociadas a la ansiedad, el miedo o la incapacidad pueden convertirse en un obstáculo a la hora de cumplir nuestros anhelos
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Muchas personas tienen sueños, proyectos y desean conseguir logros, pero al mismo tiempo sienten que sus pensamientos y emociones no se los permiten. Hoy te invito a que reflexionemos juntos sobre este tema.
Imaginá que estás conduciendo un ómnibus y suben unos pasajeros. De repente, te desviás del camino habitual. Los pasajeros se te acercan, te empiezan a gritar y se quejan: “¡Pero, ¿cómo tomaste este camino?!”. Para evitar que te sigan molestando, retomás el camino anterior. Al otro día, nuevamente estás conduciendo el ómnibus, suben los mismos pasajeros que el día anterior y se vuelven a molestar cuando ven que tomás otro camino. Se acercan otra vez, te gritan y te insultan. Para suprimir dicho malestar, enseguida regresás al camino anterior. Y la misma escena se repite a diario interminablemente.
¿Qué podrías hacer en esa situación? Por supuesto, no permitir que esos pasajeros suban al ómnibus, o echarlos una vez que están arriba. ¡Pero qué difícil es hacer lo mismo con los pensamientos de ansiedad, de miedo, de incapacidad! No es tan sencillo. Retomando el ejemplo anterior del ómnibus, una posible opción sería que tomes el camino B sabiendo que te van a molestar, que vas a vivir un momento incómodo; pero, a pesar de ello, mantenerte firme pues sos vos quien tiene las manos en el volante y quien toma la decisión de tomar por un camino u otro. Probablemente con el tiempo, al ver tu firmeza, dejen de molestarte.
Si yo menciono la palabra “flan”, ¿qué imagen viene a tu mente? Seguramente la de un postre muy sabroso de tu infancia. Cada palabra que escuchamos nos genera un impacto positivo o negativo. Pero la sensación sería muy distinta si yo ahora mencionara la palabra “limón”. Y, ¿qué sucedería si ahora repitiera “limón, limón, limón, limón”. Ya no te generaría impacto alguno. ¿Por qué? Porque la repetición constante ha vaciado de contenido a la palabra.
Las palabras que hablamos y escuchamos no son la realidad. En este segundo caso del ejemplo del limón, mantenerte en la repetición, en la constancia, ha hecho que la palabra que al principio te generaba una reacción negativa ya no lo haga. Exactamente lo mismo ocurre cuando albergamos en nuestra mente pensamientos negativos del tipo “No valgo”, “No sirvo”, “No tengo”, “No se puede”, “No lo voy a lograr”.
Imaginá ahora que hay un cesto lleno de basura de muchos días y yo te pido que introduzcas tu mano hasta el fondo. “¡Ni loco, Bernardo! ¡Me voy a ensuciar!”, me dirías. Sin embargo, si te dijera que en el fondo del tacho hay una barra de oro, ¿meterías la mano? ¡No te quepa la menor duda! ¿Vas a sentir asco? Claro que sí, pero el propósito es más grande que el malestar.
Cuando nosotros nos fijamos un objetivo noble y bello, que es de bendición para los demás y para nuestra propia vida, siempre aparecen esos “pasajeros” molestos e, incluso, podemos sentir un poco de rechazo; pero el fin que perseguimos nos proveerá de la fuerza necesaria para seguir adelante hasta que los pasajeros dejen de molestar y hasta que el logro a obtener, eso que tanto anhelamos, supere la incomodidad y deje de ponernos un freno.
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