Qué hacer con un fondo lleno de arena
Un consejo, antes de empezar: nunca dejen que sus perros merodeen al piletero y a sus mangueras. No por evitar molestas mordeduras o ese tipo de accidentes con perros, tan comunes e inocuos, sino porque las mangueras del piletero suelen tener olor a otros perros, y los perros entonces se acercan a ellas para marcar territorio, orinándolas, y el piletero difícilmente va a lavar sus mangueras orinadas antes de sumergirlas en una pileta. Y no sería lo más agradable.
Y aunque quizá exista la orinoterapia con orines de mascotas, entiendo que práctica semejante nunca sería una práctica involuntaria. Así que si alguien tiene perro, y pileta, y piletero, cuando llegue el piletero, ate al perro, enciérrelo. No sólo les va a estar haciendo un bien a las mangueras del piletero, sino también a él. Y, fundamentalmente, a sus piletas y a ustedes mismos.
El personaje de hoy es mi cliente jubilado de Aerolíneas Argentinas. Miembro de una familia de aeronavegantes, donde entre todos llenaron el escalafón completo de la empresa, desde administrativos hasta pilotos, pasando por azafatas, comisarios de a bordo y hasta delegados sindicales, hoy tiene un grave problema, porque resulta que llego a su casa y tiene la pileta totalmente cristalina, pero con el fondo lleno de arena.
-¿Se rompió el filtro? -le pregunto entonces.
-Es la bomba de agua -me dice, siempre enfundado en su pijama de finas líneas amarillas. Luego explica que tiene toda la casa llena de arena, que el agua que saca la bomba, ahora, sale así, y que arreglarlo cuesta una fortuna.
Miro la pileta. Tiene solución, sería sólo limpiarla con cuidado, despacio, intentando que la limpieza no remueva mucho el fondo, y rezando para que la turbina de mi bomba aguante bien el paso de toda esa arena.
Sin embargo, el problema exige algo más definitivo. ¿Podrá el piletero resolverlo?
A mi cliente no le funcionaron los filtros que improvisó con telas variadas en la boca de la manguera que usa para llenar la pileta. Se trata de una arena muy fina que atraviesa cualquier tejido. Sin embargo, no se lo ve desesperado. Más bien se lo ve resignado a una vida que podría convertirlo, a él y a su familia, en médanos. La idea, entonces, es diseñar un recipiente donde la arena decante antes de pasar a la pileta. Y eso hago. Uso un tacho grande de cloro, esos que cargan 50 kg de polvo. Le hago un agujero arriba por el que hago pasar un caño, al que sello con silicona. El objetivo es que al llenar ese tacho de agua con la manguera de llenado de la pileta, la arena vaya quedando en el fondo y salga el agua, limpia, por el caño de arriba. No estoy del todo seguro de que mi experimento pueda funcionar, pero allá vamos y allá dejo el tacho en lo de mi cliente. Él mira mis acciones casi con devoción. Me ofrece pagar por semejante obra de ingeniería, pero le digo:
-¿Para qué?, puede que no funcione. Además, me gusta improvisar esas cosas. Después hablamos- y me voy.
Si va a funcionar o no, lo sabremos mañana, cuando la pileta muestre, o no, su capa de arena en el fondo. Mientras tanto...
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