"¿Qué hacen?" El impacto de ver series y películas sin distanciamiento social
Acostumbrados al distanciamiento social como una nueva normalidad, es notorio el contraste con el contenido audiovisual que consumimos. En el universo de las series y las películas, no saben de tapabocas ni escatiman en abrazos, los viajes son moneda corriente y las fiestas son más multitudinarias que nunca. Y quienes estamos del otro lado de la pantalla no podemos evitar incomodarnos al ver que los personajes comparten la comida o no se lavan las manos al entrar a casa. ¿Acaso nos estamos volviendo locos? ¿Por qué no nos pasa a todos lo mismo?
La psicóloga Valentina Galeazzi explica que el distanciamiento social no tiene los mismos efectos en todas las personas. "Esto varía según la estructura de la personalidad, los recursos para afrontar la adversidad y la capacidad de adaptación a los cambios de cada uno. Una persona puede desarrollar la capacidad de resiliencia y la creatividad, valorar más los vínculos y el contacto humano y hasta disminuir la necesidad de estar constantemente sobreestimulado con actividades y cuestiones sociales. Pero también pueden aparecer la angustia, la ansiedad, la paranoia y el miedo a enfermarse. Se observa una mayor dependencia de la tecnología, que en algunos casos facilita y a en otros dificulta el desarrollo de habilidades sociales. En resumen, las consecuencias dependen de la salud y el estado de la psiquis en determinado momento", aclara.
"No se pueden tocar así, no están cumpliendo con la norma", pensaba María Andrieu al ver una serie en la que había contacto físico. "No me impactó al principio de la cuarentena, sino cuando ya me había acostumbrado a la nueva normalidad", agrega. Algo similar vivió Delfina Arroyo cuando repasaba fotos viejas de sus amigas en una fiesta. "A medida que fue transcurriendo el tiempo, me desacostumbré tanto al contacto que me empezó a hacer ruido. Lo primero que pensé fue que estábamos todas amontonadas y nos podríamos haber contagiado cualquier cosa, después me dieron ganas de volver a ese tipo de encuentro", recuerda. Y la experiencia de Magdalena Bozzani reafirma este hábito. "Una vez que me habitué a mantener la distancia, me pareció mal que en una película no estuvieran cumpliendo con estos recaudos. No podía evitar pensar ‘¿por qué no se cuidan?’, aunque sabía que era ficción y que había sido filmada hacía muchos años", relata la licenciada en economía empresarial.
"La psiquis se acostumbra a los estímulos que recibe porque los humanos somos seres de hábitos. Además, en el último tiempo, recibimos mucha información en relación al salir: ahora el riesgo está puesto afuera y el cuidado está adentro. Por lo tanto, es lógico que al ver una imagen o película relacionada a eso, codifiquemos esa información como algo negativo. Por todos los estímulos que estamos recibiendo, el cerebro nos dice ‘esto es peligroso’", ilustra Galeazzi. Esto explica, por un lado, el impacto que causa ver –aunque sea en pantalla– la falta de distanciamiento social; y por el otro, que el fenómeno no haya sucedido al principio, sino una vez que el cerebro se acostumbró a la nueva normalidad.
Para Milagro Pereyra, que está en Tandil, volver a cambiar el chip fue casi automático. "Ya avanzada la cuarentena, me empezó a llamar la atención ver películas con bares llenos de gente y personas que se abrazaban. Pero cuando acá a fueron abriendo los restaurantes y habilitando las reuniones, no me costó nada volver a adaptarme. Ahí fue cuando me acordé que la verdadera normalidad era esta", relata. Victoria Genoud, radicada en Barcelona, también está retomando la rutina habitual. "Todavía me parece raro que en las series la gente se toque, bese y abrace tanto. Me acostumbré a que la interacción es con distancia. El otro día iba en metro y no me di cuenta de que todos teníamos un barbijo. Lo naturalicé por completo. Tanto, que me impacta ver series como The Morning Show, donde no se tapan la cara y andan por la calle como si nada", expresa.
Milagros Puig Moreno comparte una perspectiva diferente. "En las series, me llamaba la atención que la gente estuviera tan cerca, compartiera comidas, se moviera con naturalidad y viajara libremente. Con el tiempo, dejó de hacerme ruido. Entendí que mi cuerpo me está pidiendo volver a la normalidad. Por más que pasen 120 días de cuarentena, el distanciamiento social es un hábito que no quiero adquirir. Ya naturalicé el uso de barbijo y empecé a soltar obsesiones de limpieza", acota la directora de proyectos de una agencia de publicidad.
De la incomodidad a la nostalgia
Nicole Viton recuerda una escena de This Is Us que le llamó particularmente la atención. "No podía creer que Kevin se perdiera la cena familiar para ir a ver Titanic con su novia. Automáticamente pensé ‘¿Pero cómo va a ir al cine? ¡Si no puede salir de la casa!’", resume.
Belén Braun, que trabaja en marketing, cuenta cómo fue cambiando su perspectiva. "Cuando vi Parasite, me generó aprensión la cantidad de personas juntas, sentí el encierro y la falta de higiene. Pero ahora es más lo que añoro la libertad que otra cosa. Veo el documental de Netflix de Zac Efron y pienso en cuánto extraño poder viajar y hasta comer sin pensar qué tan desinfectados están los alimentos", expresa.
Para Kevin Stabholz, no deja de ser sorprendente que el personaje de una serie salga de su casa sin barbijo. "Viendo Master of None con mi novia, nos costó ver una escena en la que dos personas compartían la misma cuchara para tomar helado. Lo mismo me pasa cuando veo un videoclip nuevo. Pienso en cómo lo habrán grabado, cuánta gente habría en el rodaje y ese tipo de cosas", comparte. El detrás de cámara es otro tema que causa incertidumbre. "Apenas vimos que, en una escena de The Sinner, una persona le escupía la cara a otra, nos miramos con mi mujer como diciendo: ‘Esto es impensado ahora’. Aunque sean dos actores, ¿cómo podrían filmar eso hoy en día?", cuenta Álvaro Zambonini al respecto.
Eventualmente tocará readaptarse a una nueva realidad y, para eso, la licenciada en psicología invita a que cada uno haga los cambios a su tiempo. "Recomiendo generar rutinas que faciliten nuestro transitar en el día a día, mantener el contacto con nuestros seres queridos, crear hábitos de sueño y alimentación saludables, registrar las emociones para darles un lugar y expresarlas de manera adecuada (y pedir ayuda si nos están sobrepasando). Si buscamos espacios que nos brinden las cuestiones que antes teníamos satisfechas, vamos a poder amortiguar el cambio tan drástico que estamos viviendo".