Es considerado “milagrosa” por ingenieros agrónomos especialmente por su capacidad de regenerar los suelos
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“Entre más diversidad de mierd... haya, mejor queda el bokashi”, le dice Jairo Restrepo a BBC Mundo, y lo que parece una poco atractiva carta de presentación es en realidad la introducción a una historia revolucionaria.
El bokashi es una técnica de abono japonés que se ha desarrollado en los últimos 40 años que es considerada “milagrosa” por ingenieros agrónomos como Restrepo, especialmente por su capacidad de regenerar los suelos. No es un secreto cómo lo logra: es gracias a su rica composición de microorganismos que estimulan la biodiversidad de la tierra.
Y en los últimos meses el término ha adquirido notoriedad porque, de acuerdo a distintos organismos en África, a raíz del encarecimiento de los suministros para la agricultura como consecuencia de la invasión rusa a Ucrania, el bokashi se convirtió en una de las alternativas más usadas.
En países de África Occidental como Benin, Togo, Burkina Faso y Senegal, se ha comenzado a utilizar este método de producir abono orgánico que tiene como base la fermentación.
De hecho la Alianza Africana por la Soberanía Alimentaria (AFSA, por sus siglas en inglés) ha destacado el aumento en el uso del abono y lo describió como “la revolución del bokashi”.
Sin embargo, cada historia tiene un comienzo: aunque el bokashi es originario de Japón, fue un encuentro en 1993 en Costa Rica lo que ayudó a su expansión como método.
Y en esto tuvo que ver el ingeniero agrónomo colombiano Jairo Restrepo, quien supo del bokashi cuando conoció a personas de la Agencia Nacional Japonesa de Cooperación le enseñaban el método a campesinos costarricenses.
Restrepo estaba allí con su programa de talleres para granjas sostenibles en países en desarrollo, que dictaba en varios países alrededor del mundo. Muchos de ellos, en África.
“El bokashi tiene como principal característica que produce un abono biológico que permite la regeneración de la tierra en poco tiempo, por eso algunos lo llaman milagroso”, le dice a BBC Mundo, quien al conocer los beneficios del bokashi lo incorporó como parte de sus talleres.
El experto señala que esto se debe a que la base de la producción del abono es el excremento de los animales, lo que lo hace rico en microorganismos que ayudan a fermentar con efectividad los residuos que componen el abono.
“Entre más diversidad de mierd... haya, mucho más rica la base biológica del abono. Porque a diferencia de otros abonos orgánicos, este es resultado de la fermentación hecha por estos organismos”, señala Restrepo.
Los microorganismos
Durante décadas el método más utilizado -aunque no el único- para la creación de abono natural fue el llamado compostaje, que es básicamente la degradación de residuos orgánicos, desarrollado en Europa en el siglo XIX.
Sin embargo, hacia principios de los años 80, el investigador japonés Teruo Higa, de la Universidad de Okinawa, comenzó a buscar una alternativa natural para fertilizar los suelos en su país, al observar los efectos que tenían los agroquímicos en la tierra cultivada.
Entonces comenzó a experimentar con varios microorganismos de forma individual para ver cuál se adaptaba mejor al suelo, pero durante cinco años los avances fueron mínimos. Fue solo cuando puso los restos de varios experimentos juntos dentro de un balde que comenzó a ver efectos positivos.
“Yo no quería desperdiciar esos restos, entonces los mezclé con un poco de tierra y grama. A los pocos días el cambio de la tierra fue notable”, le dijo Higa al Japan Times.
“Entendí que entre mayor la población de microorganismos, mejor el ecosistema donde actuaba”, agregó. Al método se lo llamó “bokashi”, que en japonés significa “materia orgánica fermentada”.
Era una revolución frente al compostaje: mientras con este método se trataba de dejar “pudrir” los desechos, en el bokashi se buscaba la combinación de desechos con esta base que contiene los microorganismos, con poca o ninguna entrada de aire, para que estos hicieran el trabajo.
Esos desechos tenían como base la combinación del estiércol de varios animales, con sobras de arroz, melaza y carbón vegetal. Y mientras el compostaje se puede demorar hasta tres meses en llegar al estado en que puede ser utilizado, el bokashi puede estar listo en 21 días.
Restrepo señala que un abono con esa riqueza de microorganismos, a diferencia de otros abonos naturales, logra degradar más rápido los productos que lo conforman (por lo general desechos orgánicos) y generar un abono más pronto.
“Para regiones afectadas por la sequía o donde el suelo ha sido dañado, eso es un factor fundamental, porque permite sembrar y producir con mayor eficacia”, señala el experto.
Otro factor fundamental es que el producto del bokashi no tiene los malos olores de otros abonos orgánicos, por lo que no atrae insectos. “Todo el proceso, al estar presente esta combinación de microorganismos, elimina ciertas características. Eso hace que no se vean animales cerca de los lugares donde se produce este tipo de abono”, señala el agrónomo.
Efecto en la tierra
Uno de los principales efectos que han observado no solo Restrepo e Higa, sino otros expertos en la materia, es que a diferencia de lo que ocurre con otros fertilizantes naturales, el bokashi activa la composición biológica de los suelos donde es aplicado.
“Es un abono que trabaja la activación del ecosistema con productos naturales. O sea, regenera el suelo donde es aplicado y es sostenible en el tiempo”, señala Restrepo.
“Esa regeneración hace que el suelo también pueda convertirse en un fijador de dióxido de carbono, que es un aspecto fundamental en la lucha contra el cambio climático”.
Una de las principales virtudes que han visto los agricultores en África es la rapidez con que este proceso ocurre y, sobre todo, los bajos costos: se usan restos de las propias cosechas.
Por ejemplo, de acuerdo a AFSA, campesinos en Senegal han logrado duplicar la producción de sus campos una vez cambiaron del fertilizante artificial al bokashi.
Restrepo anota que el bokashi es el resultado de lo que predijeron varios analistas años atrás sobre el uso de los agroquímicos en la tierra.
“Muchos investigadores vieron que el uso de esos petrofertilizantes iba a acabar con la fertilidad de los suelos y que era necesario desarrollar nuevos métodos donde fuera el campesino el que tuviera la respuesta para optimizar su producción”, señala.
“El bokashi es una respuesta natural. Una respuesta que nos da el bosque. Y si nos alejamos de las respuestas que nos da el bosque, cada vez vamos a estar más cerca del apocalipsis”, concluye.
*Por Alejandro Millán Valencia
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