¿Qué es el arte contemporáneo?
Instalaciones interactivas, megamuestras que se anuncian hasta en los subtes, intervenciones en carteles publicitarios... En esta nota, teóricos y artistas intentan explicar el arte de estos tiempos
El arte contemporáneo plantea más de un dilema: cómo acercarse a su universo sin quedar fuera del pulso de las propuestas, esas que muchas veces nos descolocan invitándonos a entrar en una caja de luz o parodiando la realidad de un modo extraño en las paredes de un baño público.
Parecería que gran parte del público quedó anclado en una vieja certeza: aquella que asociaba el trabajo del artista con el de un virtuoso artesano que se tenía que diferenciar del hombre común por poseer una habilidad extraordinaria. El arte conceptual, aquel que se sirve de ideas para construir un discurso, demostró en el siglo XX que no hace falta ser Miguel Angel para ser un buen artista. Los teóricos del arte refuerzan esta idea: "Lo que impone el siglo XX es estar atentos a cómo entrar en la obra, cómo está expuesta, qué me propone. Si no, lo que todo el tiempo está reclamando el espectador es la relación entre el artista y la técnica. Y aparece el comentario: Ah, esto lo puedo hacer yo, pero el problema es que no lo pudo imaginar cualquiera, lo imaginó y lo plasmó un artista", reflexiona Graciela Schuster, docente de la carrera de Artes de la Universidad de Buenos Aires.
La pregunta es por qué es tan difícil entender el arte contemporáneo: ¿es el arte o somos nosotros? ¿Está bien enojarse frente a una carpa con agujeros o un video de un señor que se imagina muerto en distintos lugares de la ciudad? ¿De quién hay que desconfiar?
"Lo que ocurre en nuestro país es que no hubo tradición de abstracción: estamos muy anclados al realismo. Si vas al Museo Nacional de Bellas Artes la instancia de la abstracción es muy remota y eso conforma la percepción del público. Lo primero que uno tiene que saber, por más espectador superficial que se sea, es que lo artístico no es igual a nosotros y que tenemos que hacer un trabajo para conocerlo", agrega Schuster.
Un ejemplo reciente que escandalizó a muchos y planteó la pregunta acerca de las fronteras del arte es la obra de Nicola Costantino, que realizó jabones con grasa de su propio cuerpo, obtenida a través de una lipoaspiración. Cuando le preguntaban por su trabajo, Costantino negaba la relación con el Holocausto, aunque a los ojos de todo el mundo la asociación era inmediata. La crítica y curadora Valeria González considera que "en el mismo escándalo frente a los jabones hechos con grasa de la artista hay una lectura que yo no desecharía como ignorante. Es un problema de discusión que la obra pretende instaurar, aun cuando ella salga a decir que su obra no refiere al Holocausto. Entonces, esa persona que se escandaliza está instaurando una relación adecuada, interesante, sin necesidad de tanto saber".
¿Es necesario el saber intelectual? ¿Por qué los museos y galerías convocan al espectador común si la obra es sólo para entendidos? Schuster opina: "A estas altura yo ya no sé qué es entender y qué es no entender. Me parece que lo interesante es abrir una pregunta, marcar un límite; tal vez no entender nada, pero participar y hacerlo desde un lugar de apertura y vínculo con la obra que sí rescata lo bello en un sentido más amplio. Pero entender o no entender es un límite borroso. No alcanza la mirada especializada para involucrarse con lo artístico; lo que sí se necesita es una conciencia de reflexión".
Parece un trabajo arduo y más aún si las obras no están dirigidas al gran público. Para el artista plástico Pablo Siquier, "el espectador ideal es un colega o un artista que me gusta, no el público masivo. Cuando surgen las obras parten de cosas más misteriosas que algo objetivo, racional, que puede ser pensar qué le pasa al espectador".
Lo cierto es que la apertura del mercado del arte es un proceso que no tiene retorno. Y sea como fuere el acercamiento a las obras, el fenómeno existe y la gente pide más: ArteBA lo demuestra año tras año y las galerías son reflejo de esta tendencia.
Hernán Zavaleta trabajó 11 años en la clásica galería Ruth Benzacar; en 2003 decidió independizarse y abrir su propio espacio en el circuito de la calle Arroyo. Su objetivo es vender obras a precios accesibles: "Me interesa que los jóvenes puedan tener obras y que el artista y el coleccionista crezcan juntos. Pero a la hora de elegir las muestras que visten la galería me guío mucho por mi gusto personal e intuición. En algunos casos, como recientemente fue la muestra de Nahuel Vecino, resultó un éxito rotundo; en otros no tanto. Pero el objetivo es convertirme en el espacio más exitoso". Arroyo es el circuito del arte porteño tradicional, mientras que otra marca del fenómeno de avanzada del arte es la aparición de Palermo como nueva ruta, con sus códigos y lenguaje propios. Por otra parte, cuando el Malba publica avisos publicitarios en medios de comunicación masivos está convocando a un espectador no especializado y el museo no es ingenuo respecto de esa convocatoria. Quiere decir que la misma institución se está preparando para recibir a un público que debería poder acceder a lo que el museo le ofrece.
Schuster piensa que "cuanta más gente participe de lo artístico, bienvenido sea. El problema es creer que lo artístico debe ser popular; ahí ocurre una transformación, y es posible que deje de haber arte y aparezca el entretenimiento. No es que una cosa le quite valor a la otra, pero son dos experiencias completamente distintas. ¿Qué es escuchar a Beethoven mientras barro el piso de mi casa? Es la popularización de algo elitista, que no está mal, pero eso no es lo artístico, es un registro estético de otro orden. Lo artístico implica una tarea".Una tarea que implica pararse con cierta humildad frente a una disciplina con sus propios códigos, que muchas veces "parece" vacía, descoloca, molesta, aburre y en verdad está poderosamente cargada de sentidos.
A la hora de arriesgar una definición del arte en la actualidad, Siquier se anima: "Es muy difícil definirlo porque es muy amplio, porque parecería que casi cualquier cosa es posible. Pero ocurrió algo interesante: después de las vanguardias, todas las prácticas artísticas retrocedieron, se tranquilizaron. La tormenta pasó, y la batalla última de la radicalidad y de la experimentación quedó reservada a las artes visuales. Estas siguen siendo el terreno de la experimentación por excelencia. Y eso me parece una aventura y un reto interesantes".
¿Quién se animaría a vislumbrar cómo seguirá la historia?
Fotos: gentileza Fundación Telefónica y Fundación ArteBA
Para saber más
www.arco.ifema.es
www.artecontemporaneo.com.ar
¿Qué es esto?
Surrealismo y Dadá: dos movimientos que marcaron a fuego el siglo XX y siguen despertando cuestionamientos. Recientemente, el Malba les rindió tributo, y la obra que se destacó fue el clásico mingitorio de Marcel Duchamp. En 1917, fue presentada por el autor –que estaba integrado en los círculos artísticos de la época– en el Salón de los Independientes de Nueva York, y causó un revuelo en la cultura que ya no tendría retorno. De este tipo de obras, que parecen la negación misma del concepto de belleza, muchos se siguen preguntando qué hay que ver en ella: ¿Duchamp quería que se convirtieran en algo bello? ¿Quería indiferencia? ¿Importa qué quería Duchamp si ya pasó casi un siglo desde su gesto revolucionario? Valeria González aplaca los ánimos escandalizados de muchos de los que asistieron a esa muestra y se enojaron con el artista: "Si algo puede servir como definición del arte contemporáneo es su intención de incomodar, de cuestionar, de seguir reeditando la pregunta: ¿esto es arte? Para que esta pregunta sea una ventana a otras, como ¿cuál es el mundo en el que vivo?, ¿quién dice qué es arte y qué no?, ¿quién dice qué es verdadero y qué falso? Entonces, cuando alguien se planta frente al urinario y se pregunta casi despectivamente «¿esto es arte?», está haciendo la pregunta correcta".