Qué es el "cocavino" y por qué fue prohibido
Corría el último cuarto del siglo XIX y en las boticas europeas un elixir tonificante se prescribía a diestra y siniestra para mitigar todo tipo de dolencias. Sus efectos eran vigorizantes y el mismo Papa León XIII lo promocionaba con devoción.
Se trataba del vino Mariani y su creador abastecía los pedidos día y noche al tiempo que iba amasando una interesante fortuna con las ventas de su afamado tónico, elaborado a base de dos elementos muy accesibles: vino tinto y hojas de coca.
Lo que podría considerarse como el vermut que logró hermanar a las culturas más antiguas de Europa y Sudamérica en una sola botella fue creado por Ángelo Mariani, un boticario francoitaliano nacido en Córcega en 1838 y radicado en París desde muy joven.
El tónico comenzó a venderse tímidamente en las droguerías francesas en 1863 y para 1871 era conocido en todo el Viejo Mundo.
El éxito de ventas animó a Mariani a construir un imperio sostenido por este combinado a base de vino tinto de la región francesa de Burdeos, técnicamente un blend de las cepas tintas Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Merlot, Petit Verdot y Malbec, con el agregado de hojas peruanas de tres variedades de Erythroxylum coca, nativas de los Andes sudamericanos. Al parecer, todo quien probaba el vino Mariani se quedaba prendido de la botella.
Las soluciones para dolencias estomacales y gripes venían acompañadas, sin embargo, de un efecto colateral: la dependencia.
Del otro lado del Atlántico
Como experimentó cien años más tarde el investigador Laurent Rivier en 1981, los alcaloides de la hoja de coca son fácilmente extraíbles en soluciones alcohólicas.
En el caso de la pócima creada por Mariani, los alcoholes del vino de Burdeos actuaban como solvente y extraían las sustancias activas de la hoja; es decir, la cocaína, entre otros alcaloides como la ciscocaína, la transcocaína y la cinnamoylcocaína.
Estas sustancias no solo funcionaban como conservante del vino, también provocaban el efecto que lo había hecho famoso: euforia, vivacidad y perspicacia, sensaciones tan intensas como momentáneas, vehiculizadas rápidamente en el organismo humano por la acción del tinto. Y eran la razón por la cual los clientes no dejaban de comprarlo.
Con el éxito de su vino, Mariani diversificó el negocio. Llegó a vender otros productos derivados, como pastillas vigorizantes a base de extracto de hoja de coca o pastas anticaries.
Pero el invento más aclamado de Mariani fue el cocavino. Es cierto que tenía un promotor de renombre: Vincenzo Gioacchino Raffaele Luigi Pecci, que era el nombre de nacimiento del papa León XIII, quien solía manifestarse públicamente muy energizado con el brebaje y hasta le otorgó al alquimista corso una medalla de oro.
La receta de Mariani prescindía del agregado de cocaína pura, sustancia que no era popular en 1870 pero que ya se conocía en los círculos científicos de la época. En 1859, el químico austríaco Albert Niemann había conseguido aislar los alcaloides de la coca mediante solventes como ácidos y alcoholes, y para fin de siglo los laboratorios alemanes Merck ya la vendían en farmacias.
Mariani aseguraba que el cocavino no sólo era bueno para el estómago sino para todo el organismo en general. Su pócima no tardaría en cruzar el Atlántico.
En los Estados Unidos, a mediados de 1880, la poción de Mariani inspiró una serie de imitaciones, una de las cuales lo superó en fama. Se llamó Pemberton’s French Wine of Coca (vino francés de coca).
El autor de la réplica fue también un boticario, empleado en la farmacia Jacobs de la ciudad de Atlanta. Se llamaba John Pemberton y había inventado su elixir para tratar una adicción que se había hecho fuerte en las décadas posteriores a la Guerra Civil estadounidense (1861-1865): la dependencia a la morfina.
Pero Pemberton se superó y creó un elixir nuevo, único, inimitable. En 1887 sacó a la venta un brebaje espumoso que al principio contenía alcohol. Estaba hecho a base de extractos de coca y semillas de nuez de cola. Unos años después ajustó la fórmula, sumó extractos vegetales y le quitó el alcohol. La llamó Coca-Cola. Pero esa es otra historia.
En diciembre de 1914 se promulgó en los Estados Unidos la "Harrison Act", una ley que regulaba y prohibía la producción de una serie de drogas entre ellas la cocaína y sus productos derivados.
Fue el golpe de gracia para el cocavino Mariani y para todas sus imitaciones con vino y hoja de coca. Mariani no llegó a enterarse. Había muerto 8 meses antes en París a los 76 años.
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