Gonzalo Britos Venturini y Mauro Testa La Rosa, dos excelente pilotos militares, eran admirados por sus camaradas, tanto por sus habilidades en la profesión como por su calidad humana
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El 15 de julio, a las 21 horas, la vicepresidente Victoria Villarruel publicó un emotivo texto en su cuenta de X. “Con gran dolor doy mis condolencias a la familia del Capitán Mauro Testa La Rosa de la Promoción 78 de la Escuela de Aviación Militar quien murió hoy a bordo de un A4 en la V Brigada de Villa Reynolds en San Luis. Mi gratitud a nuestro piloto y mi apoyo incondicional a quienes velan por nuestra soberanía. QEPD Capitán Testa La Rosa, que Dios te reciba en sus brazos”, escribió la titular del Senado. Lo acompañó con una foto del capitán Testa La Rosa, que perdió la vida el lunes en un accidente aéreo durante una práctica de entrenamiento en la provincia de San Luis. Su avión, un A4AR Fightinghawk, se estrelló sobre la pista. Si bien el piloto logró eyectarse, no sobrevivió al accidente. Aún se desconocen las causas concretas del siniestro.
Con gran dolor doy mis condolencias a la familia del Capitán Mauro Testa La Rosa de la Promoción 78 de la Escuela de Aviación Militar quien murió hoy a bordo de un A4 en la V Brigada de Villa Reynolds en San Luis. Mi gratitud a nuestro piloto y mi apoyo incondicional a quienes… pic.twitter.com/72C1RYuUwM
— Victoria Villarruel (@VickyVillarruel) July 16, 2024
La fotografía publicada por Villarruel es un recorte de la imagen original, en la que Testa La Rosa posa junto al capitán Gonzalo Britos Venturini, su amigo y compañero de escuadrón, quien falleciera en agosto de 2020 en un accidente, también a bordo de un A4AR Fightinghawk. Ambos aparecen de cuclillas, con sus buzos de vuelo, debajo del ala de uno de los aviones caza bombarderos.
Un testimonio de su amistad
Desde el entorno de la Fuerza Aérea, una persona que supo conocer muy bien a ambos, dijo: “Bicho y Dogo, sus indicativos de combate, eran muy amigos. Generalmente en los escuadrones aéreos hay una cierta empatía entre los pilotos y hay algunos que se llevan mejor con otros, como ocurre en todos los ámbitos de trabajo. En este caso se había formado una ‘parejita de combate’. Dogo, Testa la Rosa, era el discípulo, el aprendiz, mientras que Bicho, Britos Venturini, era el maestro. Es lógico ya que Bicho era más antiguo en jerarquía y había empezado a volar el A-4AR unos años antes. Andaban siempre juntos. Estudiaban juntos los manuales de vuelo y operaciones del avión y desarrollaban tácticas de combate. Proactividad total, algo que es fundamental dentro de un Escuadrón para poder trasmitir el conocimiento y experiencias entre las distintas generaciones y camadas de pilotos. Al momento de los despliegues por el norte o sur del país, siempre estaban predispuestos a sumarse a tomar una cerveza y charlar sobre lo vivido en el día y lo que estaba por venir. Tras la triste partida de Britos Venturini en agosto de 2020, Dogo mantuvo contacto con la familia de Bicho. Hablaba regularmente por teléfono con su mamá, Celia. Crearon un vínculo hermoso donde Dogo sentía a Celia como una segunda madre”.
“Encarnación de la máxima expresión del servicio”
Horacio Clariá, periodista especializado en aviación que tuvo la oportunidad de conocer a Gonzalo Britos Venturini, no tiene dudas: “Era un tipazo, muy querido por todos. Un excelente profesional, siempre predispuesto a colaborar para todo tipo de tareas; lo que estuviera a su alcance, lo hacía. Ayudaba, estaba en todo, dedicado al 100 por ciento a la Fuerza Aérea y a su unidad aérea. La vida de un piloto militar no es solo volar, también hay muchas tareas administrativas y quehaceres tanto dentro del Escuadrón Aéreo como en el resto de la unidad. Y tener a alguien con esa energía y predisposición era muy importante para todos. Por eso, su fallecimiento pegó muchísimo, dejó un agujero enorme en el grupo”, dijo
Su indicativo de vuelo era Bicho, un apodo que eligió inspirado por su canción favorita de Los Piojos, “Bicho de ciudad”. Había nacido el 11 de diciembre de 1985, en Paraná. Provenía de una familia con una rica tradición aeronáutica, como si las alas y el cielo fuesen parte de su herencia. Cursó estudios primarios en la Escuela N° 1 del Centenario y secundarios en la escuela de Educación Técnica N° 3, en Paraná, de la cual egresó con el título de Técnico Aeronáutico. Mientras era estudiante, adquirió práctica en ese rubro, trabajando en mantenimiento de aeronaves en los hangares del GPO Técnico N° 2.
Sus colegas lo llamaban “el Messi de la Fuerza Aérea”. Britos Venturini realizó el curso de aviador militar entre 2010 y 2011. En los dos años siguientes realizó, en la IV Brigada Aérea el CEPAC, un curso avanzado para los mejores aviadores de caza del país, obteniendo los premios de Mejor Promedio General de Egreso, Mejor Promedio de Táctica Aire-Aire y Mejor Promedio de Táctica Aire-Tierra volando aviones IA-63 Pampa. En 2014, llegó a la V Brigada Aérea, donde continuó volando en la aeronave Cessna 182. Al año siguiente, hizo el curso básico operacional del caza bombardero OA/A-4AR Fightinghawk.
En 2020, Britos Venturini se desempeñaba como jefe de escuadrilla, con las categorías de instructor y piloto de vuelo de mantenimiento. El 5 de agosto, día del accidente, la nave había partido de su base, en la guarnición de la V Brigada Aérea, con asiento en Villa Reynolds, provincia de San Luis, para realizar un ejercicio militar. Bicho se eyectó en la zona que se conoce como ‘Campo la Primavera’ de Villa Valeria, a unos 50 kilómetros del punto de partida, pero no sobrevivió. La autopsia determinó que falleció antes de tocar tierra producto de una lesión en la médula ósea, provocada por la aceleración y la fuerza de gravedad.
Bicho estaba de novio con Mercedes Rodríguez, una cordobesa, hija de un comodoro retirado y también piloto de A4 como él.
Su sepelio reunió a los máximos jefes de las Fuerzas Armadas y al Ministro de Defensa, que por entonces era Agustín Rossi. Concurrieron el Jefe del Estado Mayor Conjunto, general Juan Martín Paleo; por la Armada, el contralmirante Julio Guardia; por el Ejército, el general Agustín Cejas y por la Fuerza Aérea, el brigadier Xavier Isaac.
Tras el rezo pronunciado por el capellán Luis Hetze, el jefe de la V Brigada lo describió como la “encarnación de la máxima expresión del servicio”. “El Bicho -añadió- sigue estando entre nosotros sólo que ahora vuela más alto”.
“Un Fangio, un Messi, un Favaloro de la aviación militar”
Testa La Rosa era oriundo de Mar del Plata, hijo de Olga y Gerardo. Había realizado sus estudios en el colegio Santísima Trinidad.
Conocido como Dogo entre sus compañeros, era jefe de Escuadrilla, instructor e inspector. Poseía amplia experiencia en su especialidad y una destacada trayectoria dentro de la Fuerza Aérea. De hecho, fue quien lideró la escuadrilla de A4 Fightinghawk que sobrevoló la ciudad de Buenos Aires en el desfile militar del 9 de julio. Falleció luego de que su avión sufriera un desperfecto, cuyas causas aún no se conocen, en un ejercicio de entrenamiento.
Tenía 33 años, estaba casado con Mariela y no tenía hijos. Había ascendido a capitán en enero de 2019. Su avión se estrelló cerca de la pista de la V Brigada Aérea, en Villa Reynolds.
Había sido designado para ir de pase a los Estados Unidos: “Como corolario de lo que representaba Testa La Rosa para la Fuerza Aérea, hacía un par de meses había sido designado para ir a una comisión, en 2025 y por dos años, a Estados Unidos para ser instructor de vuelo en la Escuela de Caza de la USAF (Fuerza Aérea de Estados Unidos). Esta designación es tomada como premio a los oficiales que más se destacan en la especialidad. El dominar idioma inglés es muy importante para el mundo de la aviación actual, especialmente en el ámbito militar ya que es el idioma usado en los ejercicios y operaciones internacionales. Testa La Rosa no era ajeno a esto y tenía un excelente nivel de inglés, también muy necesario para poder desarrollar la actividad a la que había sido designado. Y para dominar el inglés había que leer y estudiar, y él lo hacía en todo momento que podía. Incluso en los momentos de despliegue de los A-4AR al norte del país para custodiar el espacio aéreo, donde las aeronaves estaban en alerta, listo para despegar y realizar las intercepciones a los aviones no identificados que entraban al espacio aéreo argentino. En esas circunstancias, cuando a Dogo le tocaba estar de alerta, no importa si hiciera frío o calor, él estaba al lado del avión para minimizar los tiempos de despegue. Esta práctica la había tomado de su amigo Bicho. Entonces, durante esas horas de alerta, lo veías sentado abajo de lado del avión, apoyado en la pata del tren, con su equipo anti-G y chaleco colocado, y su casco al lado… y con un libro. Un libro en inglés de tácticas de combate…”, aporta Horacio Clariá.
A continuación, el recuerdo de sus compañeros del Grupo 5 de Caza, en un mensaje que hicieron llegar a LA NACION: “Dogo fue uno de los mejores pilotos de caza que tuvo el país en los últimos años. No solamente por sus habilidades psicomotrices para volar, sino también por su inteligencia, dedicación, capacidad de transmitir conocimientos, pasión por la aviación y amor a nuestra querida patria. Era todo lo que un piloto de caza desea y debería ser. Siempre tratando de SER MÁS, nunca regulándola. Se nos fue con el empuje aplicado a pleno, tal como a él le gustaba vivir. Sin medias tintas, sin tibieza. Un debriefing de él era como volver a ser alumno de la escuela de caza. Siempre sacando las mejores lecciones aprendidas de cada vuelo y aprendiendo algo nuevo todos los días. Se nos fue un Fangio, un Messi, un Favaloro de la aviación militar. Dios sabrá tenerlo en la gloria que se merece. Gracias por todo Dogo, te vamos a extrañar. Tal como reza nuestro lema del Grupo 5 de Caza Ad Astra Per Aspera, te fuiste a las estrellas por el camino más duro. ¡Descansá en paz camarada!”.
Por su parte, el Comodoro (R) VGM Héctor “Pipi” Sánchez, experimentado piloto de A-4B Skyhawk y Mirage III de la Fuerza Aérea Argentina, en el día del accidente escribió una reflexión: “Todavía resuena en mis oídos los consejos de nuestros instructores en el año 1978, cuando comenzamos a volar los gloriosos A-4B: ‘Sepan ustedes y preparen a sus familias, porque la actividad que comienzan a realizar, es peligrosa. Sus vidas estarán en riesgo en tiempo de paz y durante el adiestramiento cotidiano’. Solamente aquellos que abrazan la profesión militar saben lo triste y doloroso que es la pérdida de un compañero. Actividad abrazada por pocos y muy maltratada durante muchos años con relatos malintencionados. Sacrificada profesión que está al servicio de todos, que protege nuestros objetivos nacionales, nuestra cultura y trascendente destino como nación independiente”.
Horacio Clariá, que también lo conoció, dijo: “Tuve la suerte de cruzarme con Mauro en numerosas oportunidades mientras cumplía mi tarea de fotógrafo e investigador especializado en aviación. Lo que me llamaba la atención de él era su seriedad y concentración, al momento de la planificación del vuelo, cuando se dirigía a los aviones y en su cabina previo al despegue. Esto es algo de destacar, y que engloba a todos los pilotos de la Fuerza Aérea Argentina: es su gran profesionalismo, dedicación y amor con el que hacen su tarea. Ellos saben que tienen que aprovechar al máximo la hora de vuelo (que es algo carísimo), y para eso preparan la misión horas antes, lo ejecutan, y luego se vuelven a reunir para analizar lo que pasó, sacar conclusiones, todo en vistas de mejorar los procedimientos y sumar experiencia. Así es como se entrenan todos los días, donde una hora de vuelo requiere quizá 3 o 4 horas de planificación previa y análisis posterior. Mauro comenzó a volar el A-4AR y después de un par de años fue enviado a Mendoza para ser instructor en la Escuela de Caza de la Fuerza Aérea Argentina. Allí estuvo dos años cumpliendo con esta importantísima tarea, la de formar nuevos Cazadores, los futuros pilotos de combate. Luego a este 2024 regresó a la V Brigada Aérea en Villa Reynolds, y continuar volando el A-4AR Fightinghawk donde logró su ascenso a Jefe de Escuadrilla”.
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