Qué difícil es delegar
Hola, Andrea
Me había jurado que lo que nunca haría en la vida era volver a trabajar en la empresa familiar, una distribuidora mayorista de alimentos y bebidas fundada por mi abuelo en 1943. Después de un breve paso como cadete y "tareas generales" al terminar el secundario, comprendí que no quería para mí el desgaste, la malasangre y el estrés con que había visto transitar a mi padre sus mejores años. Finalmente, sus problemas de salud lo obligaron a retirarse el año pasado. Yo, hijo único de 36, tomé la decisión de dejar mi empleo en el área comercial de un banco para hacerme cargo de la dirección de la distribuidora.
Siempre supe que el problema era que mi padre no sabía delegar. Mejor dicho, que no quería hacerlo. Era el rey del lugar, eso le encantaba. Nadie conocía del negocio como él, ni entendía mejor los números. Estaba en todo, desde el trato con los clientes al menor detalle de la facturación, desde las negociaciones con los bancos hasta el turno para cambiar los amortiguadores a un flete. Por eso siempre era el primero en llegar y el último en irse, el que casi no se tomaba vacaciones, el que estaba siempre con el ceño fruncido, desconfiando y quejándose de los empleados.
Me imaginaba que yo iba a lograr cambios en unos pocos meses. Después de todo, yo soy administrador de empresas, ¿no?, y en el banco tuve gente a cargo (aunque nunca más de 10, y ahora son 25). Quería que nos transformáramos en una empresa ágil, donde cada uno supiera lo que tiene que hacer y lo hiciera bien y a tiempo, donde todos trabajáramos con más orden y menos estrés. No tenía idea de la fuerza que tienen las costumbres. A cada rato viene alguien a preguntarme algo, a pedirme que intervenga, a contarme cómo va un pedido, a traerme una orden para autorizar. Están esperando que les diga lo que tienen que hacer y cómo lo tienen que hacer, y que les resuelva cada una de sus necesidades, como lo hacía mi padre.
¿Cómo salgo de esta locura? ¿Cómo hago para delegar si las personas dependen tanto de mí y no tengo confianza en que lo pueden hacer solas?
Antonio
Hola, Antonio
Cada empresa es un mundo. La dinámica de un banco como el que trabajabas es muy distinta a la de una pyme liderada durante décadas por un jefe omnipresente. Es un gran desafío cambiar la manera en que se hicieron las cosas durante tanto tiempo, y es de esperar que haya resistencia a salir de lo cómodo y lo acostumbrado. Estos hábitos, que respondían al estilo personal de tu padre, seguramente fueron útiles para que la empresa llegara a su estado actual de desarrollo. Pero, como bien decís, para seguir compitiendo en un mercado cambiante, es necesario tener más agilidad, y para lograrlo, ayuda descentralizar las decisiones.
Lograr la autonomía de un equipo no depende solo de la intención, las ganas y la claridad del objetivo. Es un proceso gradual en el que vas a tener que acompañar a las personas mientras van aprendiendo y ganando seguridad en lo que hacen, mientras se van empoderando. Es un camino que se recorre paso a paso, empezando por la delegación de tareas sencillas, comunicando con claridad el propósito que cumplen en el contexto de las tareas de otros y de los objetivos de la organización. Es importante que las personas conozcan los criterios para actuar (cómo esperás que se haga siempre una tarea determinada) y los márgenes de decisión (en qué situaciones pueden actuar por su cuenta y en cuáles te tienen que consultar). A medida que vos y ellos se sientan confiados en que lo pueden hacer, las tareas se irán haciendo más complejas y los límites más amplios, hasta que llegue el momento en que ya no necesiten que intervengas salvo en casos excepcionales.
"¡No tengo tiempo para esto! ¿No hay una manera más rápida?", estarás pensando. Para desmantelar la dependencia es necesario hacer una inversión de tiempo y energía. Porque primero tenemos que transformarnos a nosotros mismos, trabajar sobre nuestras propias resistencias, vencer la propia impaciencia y la tentación de volver a meternos en todo, de decidir todo, de solucionar todo. Nos engañamos creyendo que es más rápido así. Un cliente me decía: "¡Tardo 2 horas en explicarle a una persona algo que yo puedo hacer en 10 minutos! Y encima después tengo que supervisar que lo siga haciendo". Si miramos sólo lo inmediato, el corto plazo, tiene razón. Pero si miramos más largo, ¿qué da mejores resultados?¿Hacerlo uno mismo miles de veces, o invertir unas horas para no hacerlo nunca más? ¿En qué preferimos ocupar nuestro valioso y escaso tiempo? ¿En tareas para las que estamos sobrecalificados o en aquellas en las que realmente agregamos valor?
¿Y las personas que trabajan con nosotros? ¿No es más motivador para ellas, no se sienten más responsables y comprometidas cuando ven que están aprendiendo, que están desarrollando sus habilidades, que se están preparando para desafíos más importantes?
Paso a paso. De a poco. Respetando el ritmo de aprendizaje del otro. Con consistencia. Cuidando de no volver atrás. Así es el camino de la delegación. Es difícil, pero no imposible. Progresivamente te vas a ir dando cuenta de que tenés más tiempo para pensar en lo importante, en las estrategias para seguir creciendo, en la satisfacción de tus clientes y los proyectos de innovación que pueden llevar a tu empresa a otro nivel.
Para sostenerte en tu objetivo, Antonio, te invito a que mires el mediano y largo plazo, cuando todo ese esfuerzo se vea recompensado con el orden y la agilidad que buscás y todos puedan trabajar en un clima más relajado.
Saludos,
Andrea
Consultorio digital Terapia de Negocios
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