Es uno de los tipos de personalidad más comunes en la TV, pero proyectan una concepción sensacionalista de la psicopatía que es contraproducente y sencillamente equivocada, sostiene la psicóloga autora de este artículo
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En cualquier día, millones de estadounidenses (como tantos otros millones en el mundo) se acomodan a ver sus programas policiales preferidos. Ya sea FBI en CBS, Dexter, Mindhunter en Netflix, Killing Eve en la BBC, repeticiones de La ley y el orden, o cantidades de otros shows parecidos, atraen una gran audiencia con sus vívidos retratos de villanos cuyos comportamientos son desconcertantemente crueles. Me confieso: soy parte de esa audiencia. Hasta mis estudiantes se burlan de la cantidad de crimen que yo -una investigadora que analiza el comportamiento criminal- veo por televisión.
Justifico mis horas dedicadas a la TV como trabajo, que provee material para mis clases universitarias y para mis seminarios sobre la naturaleza de la mente criminal. Pero también estoy cautivada por los personajes de estos dramas, a pesar de -o debido a- lo poco realistas que tantos son.
Uno de los tipos de personalidad más comunes de los programas policíacos en TV es el de psicópata: la persona que comete asesinatos brutales, actúa irresponsablemente y se muestra gélidamente impávida ante los agentes de la ley: aunque los programas son obviamente ficción, sus tramas se volvieron referencias culturales familiares.
Los televidentes ven al agente Hotchner en Mentes Criminales tildar a cualquier personaje que sea alarmantemente violento como “alguien con psicopatía”. Escuchan al doctor Huang en La ley y el orden: Unidad de Víctimas Especiales referirse a un delincuente juvenil que atacó a una joven niña como “un adolescente con psicopatía” de quien sugiere que es incapaz de responder a tratamiento.
Estas interpretaciones dejan a la audiencia bajo la impresión de que los individuos con psicopatía son descontroladamente malvados, incapaces de sentir emociones e incorregibles. Sin embargo, extensas investigaciones, incluyendo años de trabajo en mi propio laboratorio, demuestran que las concepciones sensacionalistas de la psicopatía que está en el centro de esas narrativas son contraproducentes y sencillamente equivocadas.
¿Qué es en verdad la psicopatía?
La psicopatía está clasificada por los psicólogos como un desorden de la personalidad definido como una combinación de encanto, emociones superficiales, ausencia de arrepentimiento o remordimiento, impulsividad y criminalidad. Más o menos 1% de la población en general cumple con esos criterios de diagnóstico de la psicopatía, una prevalencia que es casi el doble de la esquizofrenia. Las causas exactas de la psicopatía no se identificaron, pero la mayoría de expertos concluyen que tanto la genética como el entorno son factores contribuyentes.
La psicopatía impone un alto costo a individuos y la sociedad en su totalidad. Las personas con psicopatía cometen entre dos y tres veces más crímenes en total que otras que se inmiscuyen en comportamiento antisocial y representan aproximadamente 25% de la población reclusa. También cometen nuevos crímenes tras ser liberadas de la cárcel o supervisión a una tasa más alta que otros tipos de delincuentes.
Mis colegas y yo encontramos que las personas con psicopatía tienden a consumir sustancias narcóticas a menor edad y prueban más tipos de narcóticos que otros. Además hay evidencia de que la gente con psicopatía tiende a no responder bien a las estrategias terapéuticas convencionales.
La realidad es significativamente más sutil y alentadora que las lúgubres historias en los medios de comunicación. Contrario a la mayoría de las interpretaciones, la psicopatía no es sinónimo de violencia. Es verdad que los individuos con psicopatía son más propensos a cometer crímenes violentos que los que no tienen ese desorden, pero el comportamiento violento no es un requerimiento para un diagnóstico de psicopatía.
Algunos investigadores sostienen que ciertas características clave de la psicopatía están presentes en individuos que no manifiestan comportamiento violento pero que tienden a demostrar comportamiento impulsivo y riesgoso, se aprovechan de otros y muestran poca preocupación por las consecuencias de sus acciones. Esas características pueden ser observadas en políticos, ejecutivos de empresa y financistas.
Lo que la ciencia dice de la psicopatía
Muchos programas policíacos, así como las noticias tradicionales, asocian la psicopatía con la falta de emoción, particularmente de temor o remordimiento. Ya sea que un personaje esté calmadamente parado al lado de un cuerpo sin vida o esté dando la clásica “mirada psicópata”, los televidentes están acostumbrados a ver personas con psicopatía como casi robots. La creencia que las personas con psicopatía no tienen emociones está generalizada, no solo entre la gente común sino entre los psicólogos también.
Aquí hay un elemento de verdad: un número considerable de estudios encontraron que individuos con psicopatía exhiben una habilidad reducida de procesar emociones y reconocer las emociones de otros. Pero mis colegas y yo encontramos evidencia de que individuos con psicopatía sí pueden identificar y experimentar emociones bajo circunstancias apropiadas.
En mi laboratorio, estamos realizando experimentos que revelan una compleja relación entre la psicopatía y las emociones. En un estudio, examinamos el supuesto temor de individuos con psicopatía con una simple prueba. En una pantalla, le mostramos a un grupo de participantes la letra “n” y cajas de colores. El ver una caja roja significaba que el participante podría recibir un shock eléctrico; las cajas verdes significaban que no. De manera que el color de la caja señalaba una amenaza.
Cabe anotar que los shocks no eran dañinos, solo un poco incómodos, y este estudio estuvo aprobado por las juntas de revisión para la protección de sujetos humanos. En algunas de las pruebas pedimos a los participantes que nos dijeran el color de la caja (forzándolos a concentrarse en la amenaza). En otras pruebas, les pedimos que nos dijeran si la letra era mayúscula o minúscula (forzándolos a concentrarse en lo que no era una amenaza), aunque les seguíamos mostrando la caja.
Pudimos ver que los individuos con psicopatía manifestaban respuestas de temor basadas en sus reacciones psicológicas y cerebrales cuando tenían que concentrarse en la amenaza de recibir un shock. Sin embargo, manifestaban un déficit de reacción de temor cuando debían especificar si la letra era mayúscula o minúscula y la caja era una tarea secundaria.
Evidentemente, los individuos con psicopatía son capaces de sentir emoción; simplemente tienen una respuesta emocional mitigada cuando su atención está dirigida hacia otra cosa. Esta es una versión extrema del tipo de procesamiento que hacemos todos. En las tomas de decisiones rutinarias, rara vez nos concentramos en emociones explícitas. Más bien, usamos la información emocional como detalle de trasfondo para informar nuestras decisiones. La implicación es que los individuos con psicopatía tienen una especie de miopía mental: la emociones están ahí, pero pueden quedar ignoradas si llegan interferir con el alcance de una meta.
Muchos estudios demostraron que individuos con psicopatía son excelentes usando la información y regulando su comportamiento si es directamente relevante a sus objetivos; por ejemplo, pueden actuar encantadoramente e ignorar las emociones para engañar a alguien. Pero cuando la información está más allá de su foco inmediato de atención, suelen desplegar comportamiento impulsivo (como abandonar un trabajo antes de tener uno nuevo) y tomar de decisiones indignantes (como buscar publicidad por un crimen mientras son buscados por la policía).
Tienen dificultad procesando las emociones, pero contrario a los personajes de televisión comunes, no son inherentemente de sangre fría. La imagen del asesino impávido se basa en un concepto científico caduco sobre la psicopatía. En cambio, parece que las personas con psicopatía pueden tener acceso a las emociones -solo que las información emocional queda sofocada por la concentración en el objetivo.
Todos pueden cambiar
Una de las falacias más dañinas sobre la psicopatía -en la ficción, en las noticias y algunos antiguos documentos científicos- es que es una condición permanente, invariable. Esta idea refuerza el persuasivo tropo del bien contra el mal, pero los más recientes estudios cuentan una historia diferente.
Los rasgos de psicopatía disminuyen de forma natural con el tiempo en muchas personas jóvenes, desde finales de la adolescencia hasta la adultez. Samuel Hawes, un psicólogo de la Universidad Internacional de Florida, y sus colaboradores siguieron a más de 1.000 individuos desde la niñez hasta la adultez, midiendo repetidamente sus rasgos de psicopatía. Aunque un grupo pequeño mostró altos niveles persistentes de psicopatía, más de la mitad de los niños que al principio tenían altos niveles de esos rasgos tendieron a bajarlos con el tiempo y luego no los manifestaban en la avanzada adolescencia.
Con la intervención adecuada, las perspectivas de mejora son mayores. Estamos encontrando que jóvenes con rasgos de psicopatía y adultos con psicopatía pueden cambiar y responder a tratamientos que están modificados para sus necesidades. Varios estudios documentaron la efectividad de tratamientos específicos diseñados para ayudar a los jóvenes a poder identificar y responder a las emociones. Intervenciones en la crianza de los niños que se concentran en aumentar el calor emocional del cuidador y la ayuda a jóvenes para que identifiquen sus emociones parecen reducir los síntomas y el comportamiento problemático.
En una serie de experimentos, investigamos videojuegos diseñados para entrenar los cerebros de individuos con psicopatía ayudándoles a mejorar la manera en que integran la información. Por ejemplo, le mostramos a un grupo de participantes una cara y les instruimos a que respondan en base a las emociones que ven y la dirección en que miran los ojos, enseñándoles a que integren todos los rasgos de la cara.
O jugamos un juego en el que le mostramos a los participantes una serie de cartas para ver si detectan cuando variamos las reglas, cambiando qué cartas son las ganadoras o perdedoras. A los participantes no se les dice cuándo sucederá el cambio, así que deben aprender a prestar atención a los sutiles cambios contextuales a medida que juegan. Nuestros datos preliminares muestran que ejercicios de laboratorio como estos pueden cambiar los cerebros y el comportamiento en el mundo real de individuos con psicopatía.
Dichos estudios abren la posibilidad de reducir el daño social y personal causado por la psicopatía. Creo que la sociedad necesita rechazar los mitos que los individuos con psicopatía son fundamentalmente violentos, insensibles e incapaces de cambiar.
El comportamiento de individuos con psicopatía es fascinante; tanto es así que no necesita ser adornado para crear tramas dramáticos. Deberíamos esforzarnos más para ayudar a los individuos con psicopatía para que puedan percibir más información de su entorno y usar más de su experiencia emocional. La cultura popular puede ayudar en lugar de poner trabas a esas metas.
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