Punta del Este desconocido. Los naufragios de película y los tesoros rescatados cerca de la costa
Barcos hundidos con tesoros, tempestades y batallas: los secretos que esconce el mar frente a las playas esteñas
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En el fondo del mar, frente a las costas de Punta del Este, resuenan los ecos de incontables naufragios y decenas de embarcaciones hundidas durante la época de la conquista y de la colonia, cuando se transportaban enormes cargamentos de oro, plata, perlas y esmeraldas desde América hacia Europa.
La pasión por estos pecios, vestigios de grandes tempestades y batallas navales que hoy conforman algunos de los tesoros recuperados a lo largo de casi tres siglos, llevó al periodista y escritor uruguayo Andrés López Reilly (@lopezreilly) a escribir Un buceo por la historia, naufragios y tesoros de Punta del Este, donde da cuenta de los hallazgos más importantes recuperados frente a sus costas.
De esta manera, el autor retoma su investigación por la exploración submarina en busca de antiguos barcos de vela, que hace exactamente veinte años lo había llevado a publicar su primer libro Galeones, naufragios y tesoros, sobre los hallazgos del buscador de tesoros argentino Rubén Collado en las costas uruguayas. También escribió otros dos libros sobre la temática: El patrimonio sumergido, un tesoro oculto en la bahía de Montevideo y El infierno de los navegantes.
“Hacía ocho años que no escribía sobre antiguas tragedias navales y rescates de tesoros, aunque mi nombre ha estado vinculado al tema por esos libros y por distintos artículos que he escrito para El País de Montevideo y para otras publicaciones en todo este tiempo. Tenía como materia pendiente enfocarme específicamente en Maldonado y Punta del Este, porque allí ocurrieron algunos de los naufragios más emblemáticos”, apunta Reilly.
En este caso, la investigación hace foco en el hundimiento del San Rafael, del Agamemnon y del Salvador.
El primero, fue una pequeña fragata francesa al servicio de España que se hundió en la playa Brava de Punta del Este en 1765, a causa de un temporal. De este barco proviene el nombre del barrio San Rafael y del hotel, hoy demolido.
“En ese incidente murió solamente una persona (algunos dicen que dos). El barco transportaba elementos ornamentales para la catedral de Buenos Aires, que se encontraba en construcción, y a un conocido diplomático enviado por el rey. Algunos de sus tripulantes se quedaron a vivir en Maldonado, entre ellos un sacerdote que terminó siendo el párroco de la ciudad. La embarcación fue encontrada por el argentino Rodolfo Filippelli que sigue viviendo en Punta del Este hasta hoy”, cuenta su autor.
En sus páginas se cita también un expediente del Archivo General de Indias de Sevilla de más de quinientas páginas previo a la partida del San Rafael, en el que se detalla minuciosamente toda su carga.
En este viaje final, los últimos cargamentos que se embarcaron fueron dos cajones para el comercio, caudales, quinientas bombas y aproximadamente mil balas, así como un conjunto de valiosos adornos que viajaban con destino a la catedral de Buenos Aires, todo lo cual fue celosamente estibado en los espacios destinados a los bastimentos de la Real Hacienda. El máximo templo del catolicismo en el Río de la Plata se venía edificando desde hacía más de una década con los bienes eclesiásticos y gracias a la cooperación económica del pueblo. Además de la tripulación, compuesta por sesenta y una personas, viajaban en el San Rafael dieciséis pasajeros y veinte polizones, a quienes seguramente se les había prometido un futuro esperanzador en el nuevo continente, a cambio de un precio razonable por un viaje que muy pocos podían pagar.
Por otra parte, Un buceo por la historia desarrolla el periplo del Agamemnon un barco icónico por haber participado en la batalla de Trafalgar de 1805, la última gran contienda de buques de madera. En ella murió el máximo héroe naval inglés, Horacio Nelson, aunque logró triunfar contra una escuadra combinada franco-española que era muy superior en número de barcos, hombres y cañones.
“Este barco se hundió en la bahía de Maldonado en 1809 mientras se encontraba patrullando la zona. Y fue encontrado en la década de 1990 por Sergio Pronczuk. La causa probable del hundimiento es que se desfondó al chocar contra un banco de arena; era un buque que venía muy castigado luego de haber participado en muchas batallas y de haber sido reparado varias veces. En este naufragio, que ocurrió lentamente, no murió nadie y se lograron recuperar los principales objetos de valor, entre ellos la mayoría de los cañones”, sigue Reilly.
La expulsión de los jesuitas del Río de la Plata estuvo vinculada a otro naufragio histórico, el del Nuestra Señora de la Concepción y San Nicolás de Bari. Y tras la pérdida del San Rafael ocurrieron otros tantos: en 1794 se perdió el buque de guerra La Liebre, proveniente de España; en 1821, el bergantín inglés Clyde; en 1840, el velero brasileño Carolina; en 1845, la embarcación inglesa Seagull; en 1850, el transporte británico Achilles; en 1891, el bergantín italiano Antonio Padre; en 1905, el vapor Ovidos, de bandera brasilera; y en 1911 varó, sobre la misma playa, la draga inglesa Lauro Müller, cuyos restos carcomidos aún pueden hallarse frente a la vieja torre de agua de L’ Auberge.
Pero de todos, el naufragio del Salvador, la tercera historia que profundiza el autor, fue la peor tragedia marítima en la historia del Río de la Plata. El barco transportaba más de 600 tripulantes, de los que murieron más de 500. En su mayoría eran tropas de élite del batallón de La Albuera, que venían a fortalecer la guarnición de Montevideo. Muchos murieron por no saber nadar, a tan solo 350 metros de la costa. Los restos de este buque español fueron encontrados por el buzo Héctor Bado, también en la década de 1990.
¿Qué dice la ley uruguaya sobre este tipo de hallazgos? “Actualmente, por un controvertido decreto del año 2006, no está permitido en Uruguay hacer prospecciones privadas en busca de antiguos naufragios. La última autorización se otorgó, como una excepción, al argentino Rubén Collado, una semana antes que terminara el gobierno de José Mujica en 2015, para el rescate del barco Lord Clive en Colonia del Sacramento. El casco está perfectamente ubicado a unos 300 metros de la costa. Este barco inglés naufragó en 1763 en una batalla contra los españoles que tenían el control de la colonia. Finalmente, por temas operativos y de financiamiento, el rescate aún no se pudo realizar”, explica Reilly.
Entre los elementos recuperados en los diferentes naufragios, se destaca un cañón del Agamemnon, que se sabe que participó de la batalla de Trafalgar. La pieza se encuentra actualmente en el museo del Puertito del Buceo, en Montevideo. También un sello personal con el que el almirante Nelson lacraba su correspondencia personal.
“El hallazgo de este diminuto objeto entre los restos del navío fue como hallar una aguja en un pajar, porque Nelson había muerto cuatro años antes de que se hundiera el barco (y no lo capitaneó en los últimos años de su vida), por lo que no debería haber estado allí. En cuanto al Salvador, se han recuperado piezas muy interesantes y hay una infinidad de objetos que continúan bajo el agua”, apunta Reilly.
Y concluye: “Creo que, a todos, en mayor o menor medida, nos atrae la idea de encontrar un tesoro perdido. De hallar algo que está oculto desde hace siglos. Y en lo particular, me gusta mucho la historia, por lo que estos temas y el trabajo de los buscadores de tesoros siempre me han interesado. La gran mayoría de los rioplatenses somos descendientes de europeos que bajaron de los barcos. Y con esos ancestros, llegaron muchas tradiciones y costumbres, con las que convivimos incluso hoy día”.
Para su investigación, consultó documentos históricos en el Archivo de Indias de Sevilla o el Archivo General en la Argentina, leyó literatura histórica y contemporánea y consultó valiosos testimonios de aquellos que hicieron los buceos y rescates. Así, a partir de documentos de época y testimonios de primera mano, se sumerge en un relato de misterios, leyendas y conflictos de intereses conservados hasta hoy como en una cápsula del tiempo.
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