Programa de ocio
¡Recital Olímpico!, de Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomas
La obra estaba lista para estrenarse cuando empezó la pandemia. Incluso habían llegado a hacer un ensayo general con público pero, después de que se decretara la cuarentena, tuvieron que poner todo en pausa hasta que la situación se normalizara. Hace unos meses, cuando Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomas, mentoras del proyecto en cuestión, se pusieron a trabajar nuevamente para el estreno de ¡Recital Olímpico! en el Teatro Sarmiento, temían que se perdiera parte de lo realizado en los ensayos ya que no contaban con registros fílmicos. Sin embargo, al subirse de nuevo al escenario todo volvió a aparecer rápidamente. “La obra es generosa y profusa y da cuenta del proceso de creación que tuvimos. Incluido el parate del aislamiento que, por supuesto, a todos nos modificó, tal vez de maneras que aún no sabemos nombrar”, cuenta Fabbri, que además de dramaturga acaba de ser elegida por la revista Granta como una de las 25 de las mejores narradoras menores de 35 años, de habla hispana.
El punto de partida es audaz: un encuentro imaginario entre la poeta ucraniana Nika Turbiná y la atleta rumana Nadia Comaneci. Dos personajes con vidas y personalidades diferentes pero conectadas por su naturaleza de niñas prodigio. Turbiná escribió su primer poema a los 4 años y publicó su primer libro a los 10 y Comaneci transformó el mundo de la gimnasia artística a los 15 años, al convertirse en la primera atleta en conseguir una puntuación perfecta. Partiendo de estos datos biográficos, las autoras dejan fluir su imaginación en una serie de cartas y encuentros que evidencian una fascinación mutua y un latente enamoramiento juvenil. “La obra se pregunta cómo armar un vínculo y cómo establecer amorosidad en un mundo que reclama productividad a través de una serie de mandatos y expectativas y también la idea romántica de querer escapar juntas de eso”, plantea Eugenia Pérez Tomas.
Ya desde el título, se juega con la idea de dos instancias en tensión que buscan un encuentro: la palabra y el movimiento. En esa dinámica se ubican Nika y Nadia –una como dueña del discurso y la otra, del cuerpo– del mismo modo que los recitados de poemas y las rutinas de gimnasia artística se van intercalando como si su convivencia fuera inconcebible. Sin embargo, a medida que la obra avanza la puesta en escena empieza a desdibujar el espacio y a mezclar los tiempos hasta crear una nueva dimensión en la que los personajes se confunden en la música y el baile. “Intentamos señalar algo del desencanto de la mercancía, cómo todo tracciona para que las experiencias amorosas, poéticas, vitales y la juventud terminen siendo devoradas y devueltas como objeto / mercancía–explican las directoras–. Nadia Comaneci en la actualidad tiene una escuela para sacarse 10, Nika se suicidó. Sin temor a spoilear el final, la obra termina casi con el despojo total y recuperando algo casi religioso del ritual de una presencia sola, cantando, una intención de callar los ruidos del mundo.”
Algo de esa dualidad se reconoce también en el trabajo en conjunto de las autoras. Si bien se perciben rasgos propios de cada una –la melancolía por un pasado perdido de Pérez Tomas o el sentido inasible característico de la literatura de Fabbri– terminan encontrando un devenir común. “El trabajo en colaboración fue muy auspicioso. A partir de disparadores que nos interesaban intercambiamos ideas y posibilidades de abarcar una ficción nueva. Una vez que terminábamos, nos intercambiábamos esos textos para agregarles elementos nuevos o que iluminaran las zonas de una o de otra.”
En esta misma sala, hace 20 años, Vivi Tellas inauguraba el género Biodrama con su propuesta de teatro documental. Por esa línea trabajan Fabbri y Pérez Tomas pero, en sus manos, esas vidas reales dejan de ser objeto de estudio para convertirse en caleidoscopio de sus fantasías. De jueves a domingos a las 20 en el Teatro Sarmiento (Av. Sarmiento 2715)
La gota en la piedra, de Mercedes Álvarez
La publicación de La gota en la piedra marca el regreso de Mercedes Álvarez a la novela después de 10 años de transitar por formatos diversos como el cuento, el ensayo y, sobre todo, la poesía. Este recorrido, que podría parecer un mero dato biográfico, tiene sin embargo implicancias directas sobre una narración que no solo se preocupa por contar historias sino también por la descripción poética y el intercalado de reflexiones generales. Más allá de esta heterogeneidad estilística, Álvarez consigue establecer consistencia a través de una visión del mundo pesimista y melancólica que atraviesa a sus personajes. Por un lado, hay una mujer a la que la amputaron la mano y que se rehúsa a recomponer su vida aceptando la pérdida. Por el otro, el cirujano que estuvo a cargo de esa amputación y que carga sobre sus hombros con una seguidilla de muertes familiares. Entre estas dos voces se organiza una narración que vuelve una y otra vez sobre las figuras del deseo y la falta, pero sin caer en el universo psicoanalítico que sería lo más fácil de hacer y que suele acompañar estas temáticas (de hecho, esquivarlo con tanta destreza es el gran hallazgo de la novela). Así, alejada de las divagaciones teóricas, la autora presenta el deseo de sus personajes mediante una serie de escenas sexuales de crudeza poco común y acompaña sus emociones por medio de un estilo sencillo y directo. En ese punto radica lo más interesante de una propuesta que busca escapar constantemente a los artificios literarios para enfrentarnos, sin filtros, al dolor de la pérdida. Editorial Mardulce