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“¿Qué te gustaría hacer para estar contenta y no estresarte más?”, le preguntó esa tarde mientras la ayudaba a recostarse para poder descansar. Hacía meses que su esposa transitaba una enfermedad que por momentos la dejaba literalmente sin poder moverse de la cama. Él también estaba atravesando un momento complicado en lo personal. Pero sabía que no podía bajar los brazos, ni mucho menos, dejar de ayudar a su compañera de vida.
Se habían conocido por una amiga en común. Coincidieron en un festejo de cumpleaños. Allí, al mejor estilo de las novelas románticas, con tan solo verla, él supo que ella era la mujer con quien quería compartir su vida. Pasaron los años, formaron una familia y todo de golpe se complicó cuando, en 2010 las condiciones laborales se complicaron en su Uruguay natal.
Una mochila que pesaba demasiado
“El ejercicio independiente de nuestras profesiones viene cargado de muchos niveles de estrés. Esa situación se agudizó a partir de las políticas que ese año estableció el Gobierno uruguayo para el control de lavado de activos que delegó la responsabilidad de control -una función del Estado- en profesionales como el escribano y el contador, sobre todo en el primero. Esa mochila pesada fue desencantando a mi esposa Carina y comenzaron algunos problemas de salud tanto en ella como en mí pero con mayor repercusión en ella”, rememora Alén Machado.
Criada en el departamento de Canelones, en la ciudad de Santa Lucía, en el interior del país, Carina Prandini había convivido desde pequeña con todo tipo de animales, con un cariño especial por los gatos. “Mi infancia fue perfecta. Fui una niña feliz rodeada de amor, diversión, libertad y sin preocupaciones. En mi casa siempre hubo todo tipo de animales. Pero entre todos, los gatos que convivían como un integrante más de la familia. Siempre me ocupé de ellos desde que tengo uso de razón, los cuidaba con mucha responsabilidad y amor. Mi madre, de profesión partera, fue quien me transmitió ese cariño especial por cada vida que llega a este mundo”.
Nunca dejó de tener contacto con aquellos animales tan especiales. Ya de adulta y casada, siempre se hacía un espacio para rescatar, rehabilitar, esterilizar y dar en adopción a los que sufrían maltrato, eran abandonados o sobrevivían en las calles. “Fue ella quien me transmitió el amor el amor por estos animalitos. En los primeros años, poder vincularme y aprender sobre los gatos era una condición excluyente para tenerla a ella. Más adelante, poder proyectar un futuro con ella implicaba convivir con gatos. Después se convirtió en una necesidad propia compartir con ellos cada momento de mi vida. Es una compañía necesaria, obligada y recomendada”, asegura Machado.
“Desde el punto de vista financiero era una locura”
Sus profesiones los habían llevado a tener una vida acomodada. Sus hijos asistían a un colegio privado, podían irse de vacaciones y darse algunos gustos que se pagaban con mucho esfuerzo y horas de trabajo durante la semana y algún que otro fin de semana. Hasta que en 2010 el plan de vida que habían armado se desmoronó. Carina enfermó y comenzó a tener dolores que por días, la dejaban inmovilizada. Desde luego, su familia la asistió y ayudó incondicionalmente en esos tiempos difíciles. Pero fue la compañía de un gato llamado Tigre la que verdaderamente hizo la diferencia.
“El disparador de todo fue sin duda alguna el estrés. Pero también la necesidad de Carina de abandonar la profesión y buscar una actividad que le llenara el alma. Ese camino se lo indicó Tigre. Su ronroneo era una suerte de terapia diaria para mi esposa. Y fue él quien nos motivó a pensar que debíamos hacer un cambio, buscar una actividad que nos diera lo que las profesiones ya no nos estaba dando”.
Fue en ese contexto que surgió la idea. Esa tarde, cuando Alén le preguntó qué necesitaba para volver a sentirse bien y sonreír, Carina simplemente respondió desde lo profundo de su corazón: “hacer lo que amo pero a mayor escala: rescatar gatos y darles una segunda oportunidad”.
La idea parecía fantástica pero ¿cómo hacían para que las personas se interesaran y entraran a lo que habían pensado como un centro de adopción con vidriera a la calle? “¿Cómo íbamos a hacer para solventar los costos de tantos gatos? Una cosa era costear algunos pocos en forma doméstica como hacíamos desde una década atrás. Otra cosa era costear decenas de animales como algo sostenido en el tiempo y teniendo en cuenta que la financiación no fuera solamente de donaciones de la gente. Desde el punto financiero era una locura y desde la lógica diríamos que también. Porque además no contábamos con los fondos suficientes para lograr un centro como queríamos. Pero cerramos los ojos, apretamos los dientes e hicimos lo que sentimos”.
Con vidriera y en el centro de Montevideo
Al comienzo pensaron que el mejor lugar para dar forma al emprendimiento era el barrio de Pocitos o Punta Carretas. Sin embargo, el análisis de mercado era muy riesgoso: los costos de alquileres eran muy elevados en esas zonas y el proyecto iba a requerir de mucho espacio para hotelería para los gatos, espacio de recreación en donde los animales pudieran interactuar con quienes los visitaran y la cafetería. Entonces apareció el centro de la capital como opción.
“Al centro de Montevideo le faltaba una cafetería de especialidad como conceptualmente lo entendemos y ahí comienza la búsqueda. Hasta entonces no nos habíamos dado cuenta de que teníamos el local que buscábamos frente a nuestras narices. Un día que llegamos a nuestra consultora que está precisamente ubicada en el centro de Montevideo, Carina me señaló el local de la planta baja del edificio y me dijo es ahí. Y se dio todo, como se tiene que dar cuando hay buenas vibras. El lugar cumplía con el espacio que necesitábamos (subsuelo para la hotelería de los michis, planta baja para el Cat Lounge y la cafetería). El local estaba vacío desde la pandemia y teníamos que meterle mucha obra para lograr nuestro sueño”.
“La verdad no sé cómo hacemos”
Convocaron a un equipo liderado por una arquitecta que diseñó el subsuelo y diferentes ambientes con climatización para el verano e invierno, sistema de renovación y extracción mecánica de aire, luces led, cámaras, espacios para atención veterinaria; un cat lounge para que los visitantes estuvieran cómodos y, además, la cafetería. También se diseñó un ventanal colonial que separa el espacio de la cafetería del cat lounge, en cumplimiento al Decreto Bromatológico, que permite que desde cualquier mesa donde uno se siente pueda visualizar el otro lado. Eso habilita que todos puedan disfrutar de la experiencia, quienes quieran estar con gatos y quienes no.
Cafelino (@cafelino.uy) como bautizaron al centro de adopción, cuenta con un poco más de 100 metros cuadrados. Allí cada gato tiene su espacio: puede moverse, esconderse, jugar, estar en alturas. Para hacer su sueño realidad tuvieron que hipotecar su casa y ajustarse a un presupuesto que terminó siendo mucho más holgado de lo que habían pensado en un comienzo. Desde que abrió sus puertas en julio del año pasado, por Cafelino pasaron 150 gatos en un período de seis meses y recientemente celebraron la adopción responsable número 125. Actualmente Alén y Carina alojan y brindan atención veterinaria, alimento y cuidados a más de treinta gatos promedio cada mes.
“La verdad no sé cómo hacemos, Cafelino nos demanda todo el día todos los días. Pero como económicamente vivimos de nuestras profesiones, tenemos que atenderlas”, asegura Machado que es especialista en materia Tributaria y asesor y consultor del Estado. “Además somos padres de dos niños de 14 y 8 años con sus respectivas actividades. El estar en el mismo edificio de donde tenemos nuestra consultora fue la clave, como también integrar a nuestros hijos a las tareas que tienen que ver con el cuidado y la atención de los gatos. Ello nos permite estar juntos y hacer los cuatro lo que amamos hacer. El amor que tienen nuestros hijos por este animal es un amor que me hubiese encantado que mis padres me lo transmitieran desde niño. Creo que es un valioso capital para toda la vida”.
Mantener la infraestructura, aseguran, es costoso, y hubo meses en los que tuvieron que poner dinero de su propio bolsillo para cubrir todos los gastos. Machado, con su cabeza más empresarial, ya había advertido que necesitaban “un plus” que convocara gente. Por eso el esfuerzo en abrir la cafetería como pata comercial. Amante del café, hizo un curso de barista y fue acreditando conocimiento. El resultado fue un café de especialidad desde la finca a la taza, producido de forma sostenible. Se trata de un blend de dos cultivares (Caturra y Mundo Novo) tostado por Cafetto Prado y con una receta única de su autoría. Por el momento, el emprendimiento no genera ingresos para el matrimonio ya que le rentabilidad de la cafetería se vuelca en su totalidad para el sustento del centro de adopción.
Quizás trabajan más horas que antes, quizás se levantan temprano y se acuestan tarde. Pero la satisfacción de saber que hacen lo que su corazón desea no la cambian por nada. “Hacer lo que a Carina le apasiona y descubrir que compartía esa pasión, sentir la paz y tranquilidad que los gatos te brindan, aprender cada día de su sabiduría, conocer gente que sienta la misma pasión, alejarnos de la gente que no comparte nuestra forma de vivir y con la que no tenemos nada en común, hacer algo con el corazón y no con la cabeza, compartir en familia este amor por los gatos: ganamos todo eso y mucho más. Muchas culturas creen que el gato trae suerte. Nosotros creemos que no es suerte. Son buenas vibras que hace que conozcas personas que vale la pena tenerlas al lado, hace que las cosas sucedan y fluyan”.
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