Osvaldo Principi: “Si Tinelli hubiera sido boxeador, habría sido un golden boy”
Crítico de boxeo de LA NACION y conductor de Artistas del Nock-out, en TNT Sports y de Tango Libro Boxing Club, por la radio La 2x4, Osvaldo Principi es una de las voces más reconocidas del periodismo y una de las palabras más respetadas en el universo del boxeo. En este Cuestionario Sehinkman, cuenta cómo pudo hacer convivir el humor con la crítica seria.
–¿Cuál es tu recuerdo más temprano en relación con el boxeo?
–Cuenta la leyenda que, en la década del 40, durmió en casa de mi abuela el campeón argentino de los livianos Víctor Castillo cuando fue a mi ciudad, Mercedes, a una exhibición. Y pasados los 90 años, mi papá me relató cómo una vez Luis Ángel Firpo llevó a arreglar unas ruedas de sulky a su herrería. Le dije: "¡Pero papá! ¿Me hablás del boxeador más importante de la Argentina, que estuvo en tu herrería, y me lo contás recién ahora?" Me contestó: "Nunca se me ocurrió decírtelo".
–¿Por qué no te habrá contado algo así?
–Porque su relación con el boxeo era de indiferencia. Mi casa fue una casa de fútbol, sobre todo de Estudiantes [de La Plata], y de Turismo Carretera. Mi primer contacto con el boxeo fueron los anuncios del sábado en el diario la nacion, donde salían las fotos en guardia de los boxeadores, sobre todo de raza negra. Aquellos que venían a pelear con Goyo Peralta, Jorge Fernández o Nicolino Locche. Me generaba curiosidad ver en acción a uno de estos monstruos fotográficos cuando sonaba la campana. Hasta que apareció la radio, de noche, tarde. Una noche escuché una pelea de Acavallo en el Luna Park. Para mí era un placer llevar la radio eléctrica a la cama y escuchar muy bajito. Tenía 9 años. Mis primeros contactos con el boxeo fueron con el oído.
–Suele criticarse al boxeo por el daño neurológico que pueden producir los golpes y por tantas historias de boxeadores que, luego del retiro, se convierten en chatarra humana, como dice el psicólogo deportivo Jorge Rocco de muchísimos futbolistas cuando se retiran.
–¡Cuánta gente se transforma en chatarra humana! La historia de auge y ocaso le puede ocurrir a un futbolista, a un boxeador, pero también a un artista o escritor. Entrevisté a muchos boxeadores consagrados y si la pregunta es cuánto dura la fama, la respuesta es distinta: lo que se acaba no es la fama, sino la plata. Creo que aquel que no tuvo contención de papá y mamá, una guía, desbarranca. Cualquiera sea el oficio. Yo me resisto a amplificar el ruido de los derrumbes de la fama. Y sobre el daño neurológico, te digo: ¿genera lesiones? Sí. Y te pregunto: ¿cuántos albañiles cayeron de la silleta? ¿A qué filósofo o pensador le interesa ir a la Uocra a pedir los accidentes de trabajo en el año? Hoy día la desprotección de la vida no está en el boxeo.
–¿Cuándo se termina de consolidar tu identidad profesional con ese estilo que une precisión técnica con giros humorísticos? Dicho de otro modo: ¿cuándo nace el personaje Osvaldo Príncipi?
–Mi primer contacto con las radios de Buenos Aires lo hice por gestión de Ulises Barrera para entrar en Radio Belgrano en 1977. Barrera fue el catedrático máximo y quizás la opinión de boxeo más respetada en la Argentina en el siglo XX. Pero mi gran mentor es Julio Ernesto Vila. Vila tenía una gran curiosidad por el uso del idioma, más allá de ser el historiador máximo del boxeo de lengua hispana. Y me aniquilaba cuando yo cometía algún error.
–¿Cuándo se populariza tu estilo?
–Cuando empezó Videomatch, en 1990. Videomatch, en su inicio, fue una selección de expertos que podían hablar de los deportes que bajaba el satélite de ESPN en Telefe. Yo hablaba con una propiedad absoluta hasta que los muchachos del programa me invitaron a ser más popular. Ahí yo impuse condiciones: yo me prendo a lo popular, pero cuando hablo de boxeo lo hago con mi terminología y mi seriedad.
–Vos estuviste en el primer equipo que integró el programa. ¿Qué recordás del Tinelli de aquella época?
Con Marcelo Tinelli habíamos sido muy buenos compañeros en Radio Rivadavia. Él nos recibió muy bien, mientras todo el equipo de José María Muñoz veía como un enemigo al que llegaba. Pero Marcelo, no. Y te digo algo: Marcelo siempre tuvo el ángel que tienen los baby face y los golden boy en boxeo. Tinelli a los veintipico tenía cara de golden boy y de baby face. Él era ya papá de dos nenas, pero tenía cara de ángel. Tinelli, si hubiera sido boxeador, habría sido un golden boy. Era un tipo elegido. Videomatch sin Tinelli hubiera cerrado a los tres meses. El único que tenía ese ángel para llevarlo adelante era él.
–Pero tu entrada a Videomatch también produjo algo impensado: cortó tu relación con alguien a quien vos respetabas mucho y que te dio tu primera gran chance profesional: Ulises Barrera.
–Ulises Barrera me cortó definitivamente la relación, me dejó de saludar. Con el tiempo llegué a la conclusión de que él dejó de darme trato porque entendió que yo era, no sé, una ofensa a la profesión. Nunca lo entendí, pero sé que esa fue la razón. Y me dolió. Fijate que cuando murió, yo decidí no escribir su necrológica en LA NACION porque pensé: "Barrera se sentiría irrespetado si yo hago su réquiem en el día de su fallecimiento".
–No te perdonó la informalidad. Si eras un crítico de boxeo serio, no podías estar en ese programa de humor.
–No. Pero yo fui un serio y tremendo crítico de boxeo, que además fue concubino de la informalidad. Cualquier escuela de periodismo diría: "Esto no puede ser, hay que tirarlo al tacho de basura", pero yo sobreviví a ese concubinato.
–¿Y sos feliz con el estado civil que te inventaste?
–Totalmente feliz.
–Para el final: ¿qué gran pelea te gustaría cubrir?
–Te cambio la pregunta: "Si te diera todas las peleas para relatar, ¿dónde te hubiese gustado estar?". Te digo: me hubiera gustado estar en el Madison, cuando Joe Frazier le saca el invicto a Muhammad Alí. Ahí, delante de los relatores, estaba Frank Sinatra sacando fotos. Yo le hubiera dicho: "¡Córrase, Sinatra, que ese no es su lugar! ¡Déjeme relatar!".