Son primos y tienen un objetivo común: cambiar las reglas en la industria de la alimentación y apostar por un cambio a favor del planeta.
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Aunque los cuatro tienen un título universitario bajo el brazo, les gusta decir que la formación más importante que consiguieron en lo que va de sus años de vida, llegó a través de la naturaleza. Criados en una chacra en la provincia de Buenos Aires, son primos pero crecieron con el lazo que une a los hermanos. Con los caballos y las gallinas como compañeros inseparables y respirando la libertad que el campo abierto otorga, de adolescentes definieron sus personalidades viajando durante meses a dedo por la Patagonia. Y allí, en la inmensidad de lo desconocido, desafiaron los límites de sus mentes en los lugares más hostiles donde el viento y el frío ponían las reglas. “Recordamos nuestra infancia con lágrimas de felicidad y un poco de melancolía también. Siempre fuimos libres, corrimos riesgos por nuestra cuenta y nos sentimos íntimamente apoyados por la confianza que nuestros padres ponían en nuestras decisiones. Lo que fuimos de chicos define en gran parte los proyectos que hoy llevamos a cabo”, asegura Tobías Merlo (28).
Tobías (28), Ramón (31), Lucas (27) e Ignacio (30) aseguran que en todos esos años aprendieron de las conversaciones espontáneas que surgían con gente del campo, con cocineros antroposóficos y con la abuela que siempre tenía valiosos mensajes para ellos. “Nuestra formación está basada en la prueba, el error y el aprendizaje. Nuestra universidad es el aire libre, la tierra y las relaciones respetuosas que se dan entre los diferentes sistemas de un ecosistema natural. Somos cuestionadores y observadores de espíritu”.
Todos los caminos conducen a la naturaleza
Los cuatro estaban transitando caminos diferentes pero con un horizonte en común: pensar en alguna forma de generar un impacto positivo en el mundo. Lucas es médico veterinario y estaba recién llegado de un viaje que lo tuvo durante dos años en Alemania, donde se fue a conocer sobre cultivos agroecológicos. Tobías es fundador de ReforestArg, una ONG que lleva plantados más de 40.000 árboles en bosques incendiados. Lucas es un granjero de alma y se desempeña en una granja holística en San Antonio de Areco. Ignacio es Ingeniero Agrónomo, vive en la ciudad de Buenos Aires y viaja todas las semanas a los campos de la familia.
Cansados de ver cómo su forma de pensar se alejaba cada vez más de las empresas para las cuales trabajaban, ya habían tomado consciencia acerca del peligro que generan los contaminantes agroquímicos en la salud y buscaban una forma de canalizar su energía. “Ramón e Ignacio trabajaban en corporaciones convencionales antes y allí vieron la crueldad del actual modelo agroalimentario basado en los agroquímicos y el trabajo poco saludable. Tobías estaba centrado en su proyecto de restauración de bosques y se sintió fuertemente atraído por el sueño de transformar el sistema agroalimentario. Lucas es veterinario y siempre estuvo muy concentrado en la búsqueda del bienestar animal y de la creación de granjas holísticas donde diferentes especies de animales y vegetales cohabiten un mismo espacio imitando el funcionamiento de un ecosistema natural. Con eso en mente nos encontramos un día, después de un partido de paddle y decidimos llevar la idea a la acción y cambiar todo lo que nos molesta de la cadena de producción de alimentos”.
Escribir las propias reglas
Arrancar con el emprendimiento -al que llamaron Épicos- fue la respuesta a una pregunta que les pareció crucial: ¿quién pone las reglas? “Estamos aprendiendo a independizarnos de la industria de la alimentación. Compramos en tiendas naturistas, y en mercados agroecológicos, pero también fallamos. Estamos en el largo camino de la transformación profunda. Vamos eliminando uno a uno productos que no nos representan. Hacemos cursos de cocina alternativa basada en fermentos para entender nuestras propias harinas. Nosotros somos agricultores, pero como nos apasiona la alimentación holística, estamos aprendiendo a cultivar y cocinar nuestros propios alimentos”.
Así se asociaron con dueños de campos y cultivan junto a ellos de manera agroecológica. Luego industrializan las cosechas en origen con el objetivo de generar trabajo local. Todos sus alimentos son cultivados por ellos mismos. Saben de dónde viene, a dónde va y como se trató cada uno de los ingredientes. “Sembrar una semilla y verla convertida en un alimento en la góndola de una dietética me hace sentir que nuestro sueño se está haciendo realidad. Podemos cambiar las reglas y lo vamos a hacer”, asegura Lucas.
Ya liberaron 355 hectáreas de 3.743 litros de agroquímicos y 71.700 kg de fertilizantes. Tienen 14 alimentos agroecológicos en las góndolas de 2300 dietéticas. Y ahora van a crear un restaurante dentro de una de sus granjas donde los comensales puedan cosechar sus propios alimentos. Estará ubicado dentro de su granja holística, a 100 kilómetros de Buenos Aires. Quieren dar forma a un centro educativo donde las personas puedan generar una relación verdadera con los alimentos que consumen. “El mundo necesita que las personas se conecten y entiendan de donde provienen sus alimentos. Es a través de la alimentación que las personas podemos curar el planeta. Regenerando ecosistemas a la vez que generamos empleo y alimento es una gran alternativa para cuidar el mundo. En nuestro restaurante se servirán alimentos cultivados por nosotros en la granja, y los comensales podrán cosechar lo que luego comerán. Todavía no existe nada similar en el país”.
Explican que quieren unir a las personas con el alimento. Que la gente sepa de donde viene lo que están comiendo. Si la industria oculta sus ingredientes, ellos van en el sentido contrario: muestran absolutamente todo. Por eso, todos los productos de la marca vienen con un código QR que explica exactamente cómo se cultivó y por qué.
“El dinero es uno de los mayores recursos que tenemos para transformar y apoyar lo que no nos gusta del mundo. Entonces, ¿por qué seguimos comprando alimentos a empresas que no representan nuestros valores? En un mundo capitalista la verdadera democracia está en votar a través de nuestro dinero a las empresas que nos representan. ¿Quién votaría a alguien que está contaminando ríos o talando bosques?”, se pregunta Tobías. Pues, de acuerdo con su manera de ver la vida, los consumidores pueden cuidar el planeta comprando a empresas que cuidan el planeta. “¿Tenemos que seguir las reglas impuestas por otras personas en un momento del mundo diferente al mundo que habitamos hoy? Creemos que no, que las reglas están hechas para un momento en particular, y en este momento el planeta necesita escritores de nuevas reglas”.
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