Premios IgNobel: primero reír, después pensar
Es obvio: todos están comentando los ganadores de los premios famosos, los Nobel, esos que se dan en Estocolmo, con frac, reyes y todo lo demás. Pero… tenemos otros métodos, y otros premios. Todos los años, hacia septiembre, en un hermoso teatro de la universidad Harvard se apagan las luces y una lluvia de aviones de papel cubre el escenario, una señora vestida de reina Victoria da su discurso de bienvenida (que se limita a decir "Bienvenidos… bienvenidos"), y el maestro de ceremonias anuncia que, por fin, llegó el momento de la entrega de los premios IgNobel, aquellos que primero te hacen reír ("pero ¿qué disparate es esto?") y después pensar ("Ahh…").
Ahí, en primera fila, algunos Nobel de verdad (este año estuvieron presentes Eric Maskin, premio en Economía; Rich Roberts, Medicina, y Jerry Friedman, Física) para demostrar que sí, la ciencia se ríe de sí misma. El tema de 2019 fue hábitos y sobre eso se representa una mini-ópera, conferencias de 24 segundos o 7 palabras, charlas científicas (de verdad) en el MIT y otras delicias. Pero el plato fuerte son, claro, los premios IgNobel, que fueron otorgados a… (suenen clarines, pífanos y redoblantes):
- Premio IgNobel de Física: al equipo de David Hu (Universidad Tecnológica de Georgia; ya habían recibido otro premio por descubrir que todos los mamíferos hacen pis en alrededor de 21 segundos), por determinar cómo es que los marsupiales wombat hacen caca en forma de cubo.
- Premio IgNobel de Medicina: el italiano –obvio– Silvano Gallus determinó que la pizza italiana –obvio– protege contra el cáncer y el infarto agudo de miocardio. Comer para creer.
- Premio IgNobel de Anatomía: a investigadores de Toulouse por determinar que la temperatura del escroto de los carteros (franceses, tanto vestidos como desnudos) es asimétrica: el lado izquierdo está más caliente. Ya lo saben.
- Premio IgNobel de Química: el Dr. Shigeru Watanabe demostró con precisión que los niños de 5 años de edad pueden producir 5 litros de saliva por día.
- Premio IgNobel de Ingeniería: un iraní inventó la máquina de cambiar pañales, y la patentó en 2018. Solo falta lograr que los bebés se queden un poco quietos.
- Premio IgNobel de Economía: ¿Qué pasa con las bacterias presentes en el papel moneda? ¿Cuál billete es más peligroso para la salud? La respuesta: el leu rumano, que puede mantener cepas bacterianas por más tiempo. El billete croata resultó ser el más limpito.
- Premio IgNobel de Psicología: como todo el mundo sabe, sostener un bolígrafo entre los dientes nos hace sonreír, y con eso, el cerebro nos hace más felices. Y lo demostró el psicólogo alemán Fritz Strack (¡aunque veinte años más tarde no pudo replicar el hallazgo!).
- Premio IgNobel en Educación Médica: ¿por qué no entrenar a los futuros cirujanos con un programa preparado para perros? Cada vez que los estudiantes hacían bien un procedimiento sonaba un clic. ¡Y funcionó!
- Premio IgNobel de Biología: aunque parezca increíble, las cucarachas muertas magnetizadas se comportan de manera diferente que las cucarachas vivas magnetizadas.
- Premio IgNobel de la Paz: fue para un grupo de científicos que publicó en la revista británica de dermatología el estudio del placer que produce rascarse una picadura. Más datos: rascarse la espalda da más placer que rascarse el antebrazo.
La ciencia da para todo. Para reír y, sobre todo, para pensar.