Llegó al hospital veterinario en coma. Cuando lo revisaron, pudieron reconstruir el sufrimiento que había soportado en su corto año de vida.
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Fue en junio de este año, en una de las tantas recorridas que los voluntarios de Caballos de Quilmes realizan periódicamente por el municipio para detectar caballos en situación de peligro. Y allí, donde otras veces habían visto animales cuyas vidas pendían de un hilo, encontraron a un potrillo de menos de un año tendido en un basural. Estaba inconsciente y era la triste y fiel imagen de lo que produce el flagelo de la tracción a sangre en nuestro país.
“Lilo llegó a nuestro hospital con un cuadro comatoso. Probablemente fue alejado de su mamá y puesto a trabajar. A su corta edad, desnutrido y con su estructura ósea en formación, los carreros azotaban su débil cuerpo para que pudiera seguir tirando del carro. Gran parte de esos golpes los recibió en la cabeza y le provocaron un traumatismo craneoencefálico. Lilo pasó 48 horas inconsciente, recibiendo atención constante: colgado para que sus órganos no colapsaran y con rotaciones a cada hora para que sus pulmones no se llenaran de sangre”, recuerda Karina Dotto, presidente de la Asociación Caballos de Quilmes, que rescata equinos en estado de abandono y maltrato en esa localidad de la provincia de Buenos Aires.
No comía, no bebía, no respondía a estímulos. Fueron horas dramáticas que pasaron los veterinarios y voluntarios junto a él. Mientras se le administraban fluidos y medicación, se le retiraron las herraduras. “Aunque tenía un año de vida y sus huesos en formación, los carreros ya lo estaban explotando”.
Un cuerpo marcado por los golpes
El primer intento por ponerlo de pie fue angustiante. Lilo no reaccionaba, no podía mover sus miembros y quedó colgando del malacate totalmente inconsciente. Todo su cuerpo temblaba. Intentaron estimularlo, una vez más, con un pequeño puñado de comida. Sin embargo, Lilo no daba signos de ningún tipo. Hasta que en medio de la madrugada comenzó a mover su lengua y sus labios y finalmente despertó.
Pero el peligro todavía no había terminado. Lilo no podía mantener el cuello erguido, ni mucho menos ponerse de pie. Sofía Maiztegui Marcó, la veterinaria a cargo, indicó comenzar con un proceso de realimentación y una terapia de electroestimulación para la zona del cuello. “La electroterapia provoca analgesia y relajación muscular. Después de la primera sesión, acostado, Lilo pudo finalmente acomodar su cuello de forma recta. Un rato más tarde, luego de un descanso, lo pusimos de costado, le hicimos masajes y le administramos oxígeno. Todo apuntado a favorecer la recuperación”.
Las siguientes horas no quiso comer. Sin embargo, las sales rehidratantes que le ofrecían con una jeringa le encantaron. Días más tarde finalmente, y con la ayuda de un arnés, pudo ponerse de pie y también mostró reacción a algunos sonidos. “En el hospital todo es monitoreado: desde la alimentación, las terapias y los remedios hasta el comportamiento que va mostrando cada uno de los caballos que ayudamos a rehabilitar. En el caso de Lilo, fueron varios los días que permaneció conectado al fluido y la mediación. Le costaba poder masticar y tragar pequeñas cantidades de pasto. Incluso, en ese momento, no lográbamos que tomara agua por sus propios medios. Hasta que pudimos hacerlo y también descubrimos que había que cortarle el pasto con las manos para que lo comiera, ya que la alfalfa no era de su agrado”, detalla Maiztegui Marcó.
Pequeños grandes pasos para el potrillo
Una vez que Lilo logró pasar la primera noche de pie, el panorama cambió. Se le armó un plan de ejercicios para estimular su musculatura, su coordinación y ayudarlo a caminar de a poco. “El caso de Lilo no es aislado. Con tan solo un año de edad y una estructura ósea en formación, sin fuerzas por la falta de alimentación, fue sometido a las varas de un carro en Quilmes, conurbano Bonaerense y cuna de tracción a sangre animal. Es moneda corriente en este contexto que las yeguas den a luz en lugares nada adecuados. Incluso muchas lo hacen atadas al carro. Cuando nacen, los bebés son apartados largas jornadas de sus madres que son explotadas. Los potrillos quedan horas sin mamar, algo tan necesario en esas primeras horas de vida, por tal motivo retrasan su crecimiento. Lilo hoy se encuentra todavía en recuperación, con ejercicios para fortalecer su musculatura y alimentándose con ración”, explica Karina Dotto.
Lilo hoy pasa sus tardes al aire libre. Y cambia de ambiente con regularidad para que no se deprima en su recinto y su recuperación pueda seguir en forma favorable. “Los caballos en los carros no pueden existir más. Se ha normalizado ver a los pobres caballos tirar de los carros sin piedad. La tracción a sangre es un flagelo que no solo encierra maltrato y explotación animal sino precarización laboral del cartonero y trabajo infantil. También claramente es la violación de ocho leyes nacionales y provinciales -Ley de Tránsito 24.449, Ley 26.390 de Trabajo Infantil, Ley 13.627 art. 1 y art. 2 DUE Documento Único Equino, Ley 25.761 art. 13 Autopartes robadas, Ley 25.890 Abigeato Robo Calificado, Ley 7.360 y Ley 22.939 de Marcas y Señas y Ley 14.346 Maltrato Animal”, asegura Dotto.
Y continúa: “La única manera de avanzar y evolucionar es con verdadera decisión política: que haya un plan de erradicación de la TAS con verdadera inclusión laboral del las personas que viven del reciclado, utilizando herramientas de trabajo, motocarros, bicicarros o carros de mano. Mientras, los ciudadanos tenemos que comprometernos a respetar la vida, denunciar el abuso y exigir a nuestros gobernantes pronta acción para terminar con este verdadero equinocido en nuestro país”, concluye.
Si tenés una historia de adopción, rescate, rehabilitación o ayudaste a algún animal en situación de riesgo y querés contar su historia, escribinos a bestiariolanacion@gmail.com
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