Tras sufrir dengue, el cuerpo carga con las consecuencias del agotamiento y el obligado reposo. ¿Qué se debe tener en cuenta al volver a la actividad deportiva?
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Cada vez se suman más casos de dengue en el país y si bien no afecta a todas las personas de la misma forma, uno de los síntomas que casi todos padecen al contraer el virus es, además del dolor de cabeza, articular y muscular, mucho cansancio. Falta de fuerza y de aire al realizar el mínimo trabajo físico. El cansancio y los calambres musculares pueden presentarse incluso en estado de reposo absoluto. Por esto, algunas personas que entrenan regularmente manifiestan que los primeros síntomas del dengue se confunden con el cansancio post entrenamiento. Un agotamiento similar al que acompaña un esfuerzo muy prolongado o exigente.
Sin importar la gravedad del cuadro, una de las principales indicaciones a cualquier persona infectada con el virus, es hacer reposo. Y esto por supuesto comprende el reposo deportivo o de ejercicio físico. Pueden ser una semana de inactividad, dos, o incluso más dependiendo de su gravedad. Esto dependerá de cómo se evolucione según se vayan restableciendo los valores que fueron alterados por la enfermedad: principalmente las plaquetas, el hematocrito y las enzimas hepáticas.
No todas las personas tardan lo mismo para reponerse, pero lo cierto es que quienes entrenan regular y sistemáticamente tienen las defensas más altas y mejores recursos para combatir cualquier virus. Por un lado porque todos sus órganos y sistemas funcionan mejor y responden más rápido, y por otro porque están acostumbradas a responder al estrés. Su organismo se somete constantemente al estrés que significan los entrenamientos. Existe algo llamado “supercompensación”: tras un estímulo agresor externo se llega a un estado inferior al anterior, y a partir de eso el cuerpo pone en funcionamiento un montón de mecanismos para reparar ese estrés hasta alcanzar un estado superior al inicial. De ese modo se producen las adaptaciones y mejoras físicas de un deportista.
Algo similar se da frente a una enfermedad. Por esto por ejemplo puede verse algunas veces en los análisis de sangre de una persona ya curada posdengue, valores de plaquetas y glóbulos blancos más altos que antes de haber contraído la enfermedad. Esos mismos valores que bajan drásticamente al contraer el virus.
De todos modos, tanto para los deportistas de alto rendimiento como para las personas que realizan ejercicio de forma no competitiva, retomar la actividad física después de un parate con el debilitamiento que conlleva una enfermedad que baja tanto las defensas, no es fácil. Seguramente llevará un buen tiempo y mucha paciencia, recuperar el estado que se tenía antes del contagio.
Es muy importante tener un seguimiento profesional y esperar el apto médico para retomar, especialmente para los ejercicios intensos o prolongados. Y una vez de nuevo en acción será clave no desanimarse frente a las primeras malas sensaciones. Frente a esto habrá que bajar la intensidad, escuchando y respetando al cuerpo.
Indistintamente al deporte o ejercicio que se haga, la carga de los trabajos se compone de cinco factores: duración, intensidad, volumen, densidad y frecuencia. Todos estos deben llevarse muy de a poco a los niveles habituales.
Si se estuvo quieto dos semanas, no sería atinado, por ejemplo, de un día para el otro empezar a entrenar todos los días. El cuerpo va a precisar un tiempo mayor de descanso al de antes para reponerse entre las sesiones: la frecuencia semanal deberá incrementarse progresivamente. Lo mismo ocurre con la duración y la intensidad. Si antes de enfermarnos corríamos 50 o 60 kilómetros por semana, seguramente al empezar se tenga que arrancar casi con la mitad de eso o menos. Si se pedaleaba a 30 kilómetros por hora, muy probablemente al principio haya que hacerlo bastante más despacio que eso con el mismo o mayor esfuerzo. La densidad, que hace referencia a la relación entre pausas y trabajo, también es otro factor que debe manejarse con cuidado al volver: seguramente se precisen mayores descansos entre series, sea corriendo en un trabajo de intervalos, pedaleando, nadando, levantando pesas en el gimnasio, etc. O bien se puede optar por incluir pausas pasivas en los mismos trabajos que antes se realizaban de forma activa.
La duración es otra cuestión a atender: las primeras sesiones deben ser más cortas e ir aumentando el tiempo total en cada una, sin exagerar. Un buen consejo para quienes corren puede ser no arrancar de golpe a correr. Pasar del reposo en cama a correr sin escalas no es una buena idea. Primero se puede empezar con caminatas, quizás después con algo de bicicleta si se tiene la posibilidad, y luego recién con trotes suaves, aumentando el ritmo en cada salida hasta llegar finalmente a correr como antes.
Otro punto determinante es la hidratación. Si ya de por sí beber suficiente líquido es crucial para la actividad física, con dengue o después de haber tenido dengue; muchísimo más. Y es importante entender que hay que hidratarse constantemente y no sólo antes, durante, y después de la actividad; sino a lo largo de todo el día. Llevar siempre encima una botellita de agua será una excelente estrategia.
Y por último, algo para no desestimar es, una vez curados, cuidarse. No salir sin repelente, cumplir con todas las medidas de prevención en el hogar, y hacer un seguimiento profesional: respetar los chequeos y pautas que el médico indique y no volver a las actividades sin su aprobación.
A algunas personas cuando retoman el ejercicio les genera bastante frustración notar cuánto decayó su rendimiento tras el receso. Les angustia sentirse tanto más lentos, más débiles, menos resistentes. En estos casos será muy bueno recordar los momentos cuando se estaba mucho peor: dolorido y cansado; aún quieto, producto de la enfermedad. Valorar y agradecer el haberse curado y volver a la acción con paciencia y cuidado, serán los mejores aliados para recuperar el estado físico perdido de la mejor forma y sin riesgos.
* Carolina Rossi, es entrenadora nacional de atletismo y corredora @CarolinarossiOk
Asesoró: Dr Miguel Toderi, especialista en medicina del deporte
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