Por una sociedad menos violenta
En memoria de su hijo asesinado, Adrián Marcenac busca, a través de una asociación civil, fomentar el desarme
El 6 de julio de 2006, Adrián Marcenac recibió la peor noticia: su hijo, Alfredo, de 18 años, había sido asesinado en la avenida Cabildo al 1700 por Martín Ríos, que ni siquiera lo conocía. El tirador de Belgrano, como se lo conoció, disparó al menos nueve balazos con su pistola, con la que también hirió a otras seis personas. Hoy Ríos está detenido en el pabellón psiquiátrico del penal de Ezeiza. El asesino fue detenido en la localidad bonaerense de Munro cuando portaba la misma pistola, con legítima tenencia, con la que ocho días antes había truncado para siempre los sueños de Alfredo de ser kinesiólogo.
"Uno no sabe cómo va a responder cuando le matan a un hijo. Nosotros optamos por la acción, por generar cambios. Hay bibliotecas infinitas sobre la violencia, pero escasea la información sobre cómo construir la paz. En eso trabajamos", dice Adrián Marcenac, que un año después, empujado por su familia y alumnos de escuelas de Necochea, donde vive, formó una asociación civil que lleva el nombre de su hijo, ofrece talleres en colegios contra la no violencia e integra la Red Argentina para el Desarme (www.redparaeldesarme.org.ar). "Los chicos suelen repetir el discurso de los mayores y era frecuente escucharlos decir: hay que matarlos a todos. Hoy la mayoría habla de una sociedad menos violenta y sin armas, porque las armas no ofrecen seguridad, ni siquiera al portador", asegura Marcenac. Construir la paz es el mensaje que Marcenac, su esposa, Mónica Bouyssede, y su gente aspiran a que los alumnos transmitan a los mayores. Por los talleres, con reconocimiento oficial, en horario escolar y a cargo de miembros de la asociación (profesores de artes plásticas, lengua, música, educación física y psicopedagogas, entre otros) pasaron más de 1500 alumnos, de entre 10 y 15 años.
"No queremos que los chicos tomen nota sentados lo que dice un tercero. Algunas escuelas pintaron murales en el hospital local, otras lo hicieron en la plaza del barrio, también se elaboraron y distribuyeron afiches en puntos estratégicos de Necochea. La consigna es participar, poner el cuerpo para prevenir la violencia social", explica este ingeniero agrónomo, de 58 años, que hace cuatro también hizo foco en los docentes: en 2012 casi 200 maestros de Necochea, San Cayetano, Lobería, Tandil y Balcarce se asesoraron sobre el proyecto de desarme.
Ahora, Marcenac encuentra cierto consuelo al pensar que el asesinato de su hijo fue clave para la puesta en marcha del Plan Nacional de Entrega Voluntaria de Armas de Fuego. Lanzado en julio de 2007 en Necochea por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, permitió hasta hoy destruir 140.465 armas, entregadas en forma voluntaria por sus dueños. Unas de las primeras en ser destruidas fueron las suyas. "Los hermanos varones usábamos armas desde muy chicos en el campo paterno de Pigüe, era algo cultural y cotidiano. Cuando se lanzó el programa fui al campo a buscarlas, pero de las seis o siete que teníamos sólo encontré dos. El resto se las habían llevado los delincuentes en asaltos que sufrimos en esa casa", dice Marcenac.
Si bien cada arma destruida es un paso adelante, la campaña aún no ha tenido los resultados esperados. Desde su creación fueron más las personas que renovaron sus permisos para tener armas o lo obtuvieron por primera vez que aquellas que las entregaron, a cambio de entre 200 y 600 pesos. Marcenac lo explica en la falta de un plan de difusión serio y prolongado por parte del Estado.
Y una de las facetas por destacar es el perfil solidario de la campaña (www.desarmevoluntario.gob.ar): lo obtenido por la destrucción de armas y municiones permite la compra de materiales para la Fundación del Garrahan.
Con poco más de un millón de armas en manos de civiles, la deuda sigue pendiente. Pese a que los hombres representan el 97% de las personas con permiso de tenencia, las mujeres son clara mayoría a la hora de dejar las armas en las prensas hidráulicas para su destrucción. "Cuando las ves entregando el arma con la que muchas veces eran amenazadas por sus maridos en sus casas advertís en toda su magnitud lo que es la valentía", asegura Adrián.
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