Un día llegó el clic y decidió dejar todo en Argentina para ir a Irlanda; a partir de entonces su vida se expandió, pudo ahorrar como nunca y abrir las puertas a sucesos inesperados: “Es crucial preguntarse para qué hacés lo que hacés”, dice.
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El día parecía fluir con normalidad. Vanesa Miniello repasó la lista de pacientes, miró la hora y supuso que el próximo no tardaría mucho en llegar. Y fue allí, en la espera entre cuatro paredes, que de pronto percibió una sensación extraña en su cuerpo, al tiempo que los pensamientos, desordenados, se agolpaban sin permiso. ¿Qué hacía allí? Esta vida que llevaba, ¿era su vida? ¿Era acaso este un presente que deseaba perpetuar? Entonces recordó sus sueños adolescentes, esas ganas de cruzar las fronteras, vivir un tiempo en otro país, hacer un intercambio estudiantil, un deseo que se había frustrado y que quedó atorado entre su garganta y su corazón.
Sí, le gustaba la odontología, a pesar de ser joven ya hacía casi tres años que ejercía y, de a poco, iba creciendo. Allí, en Rosario, los pacientes que llegaban quedaban conformes y recomendaban nuevos, ¿de qué se podía quejar? De nada, salvo por aquel descubrimiento que no podía ocultar bajo la alfombra: se estaba adentrando a una vida que no sabía si quería tener a su edad.
Vanesa volvió a pensar en aquel sueño de vivir en otro país. ¿Acaso era tarde? No, y sin más, ese fue el día en que decidió pintar su deseo de otros colores y buscar el camino para concretarlo por su cuenta.
Un camino hacia Dublín: “Es fuerte escuchar otras voces, ver al otro que alguna vez estuvo en tu posición, pero no tomó la oportunidad”
La joven rosarina no solo había estudiado odontología, también era una apasionada del inglés, idioma que estudiaba desde los 8 años, gracias a sus padres. Con la decisión tomada, pensó en sus abuelos italianos y su trámite de ciudadanía inconcluso. También visualizó a sus dos amigas viviendo en Irlanda, hubiera querido seguirlas en su momento, parecían estar bien, a veces con frío, pero felices. ¿Y si se ocupaba de los papeles?, nada se lo impedía.
Con el deseo en claro, Vanesa se dedicó a trabajar, ahorrar, hacer el seguimiento de la ciudadanía y comprar euros, la divisa vigente en Irlanda. Poco a poco, les contó a sus pacientes acerca de sus planes, dejó de tomar nuevos y comenzó a derivar a aquellos con tratamientos prolongados. ¿A qué te vas?, le decían algunos. ¿Tenés trabajo allá?, interrogaban otros. Sabés, alguna vez tuve la posibilidad de hacer una experiencia en el extranjero, pero la dejé pasar, le escuchó decir a más de uno.
“Es fuerte escuchar otras voces, ver al otro que alguna vez estuvo en tu posición, pero no tomó la oportunidad”, asegura Vanesa, mientras rememora aquellos días. “Para mi familia fue un impacto emocional, fue repentino, no se lo imaginaban, fueron días de mucha nostalgia, pero yo sentía que lo tenía que hacer. Me organicé, logré la ciudadanía y dejé todo. Saqué un pasaje y me fui”.
La etapa del enamoramiento en Irlanda: “Fue muy fuerte, con 26 años, nunca había estado más que en Rosario”
Llegó sin contactos ni trabajo a una casa compartida en Dublín, Irlanda. Allí estaban sus dos amigas, y una tercera inquilina. Tuvo suerte de poder compartir un cuarto en la casa de dos dormitorios. Ya le habían dicho que el problema habitacional en la ciudad era un asunto evidente, todo era pequeño, escaso y caro, y ser admitido en un cuarto por un propietario, una odisea.
Pero allí estaba Vanesa, con un techo sobre su cabeza y una emoción que la desbordaba. Tenía miedo, pero se sentía ligera, acompañada por una paz interior provocada por el coraje de lanzarse a lo nuevo, motivada a dejarse llevar por la experiencia.
“Ni me importaba de qué iba a trabajar, más me importaba enriquecerme en la cultura y el idioma”, afirma. “Me dediqué a hacer los trámites, banco, número de seguridad social para poder trabajar y demás. También a recorrer. Fue muy fuerte, con 26 años, nunca había estado más que en Rosario y algún que otro rincón argentino. Todo lo vi muy diferente, desde los colectivos, las calles y la planificación de la ciudad, a la gente. En la etapa de la luna de miel apenas inmigrás: querés sacarle foto a cada cosa, todo es especial, todo es bonito. La cultura celta es muy interesante”.
Extrañas costumbres de la sociedad del Riverdance: “Todo ello aporta una atmósfera muy especial en el ambiente”
Tras la “luna de miel” algunos aspectos de Dublín quedaron al descubierto. Vanesa había arribado en la época estival, pero con la llegada de noviembre la luz comenzó a desaparecer a las 16 para retornar recién a las 9 del día siguiente. La cuestión del clima, sin dudas, no resultaba algo menor, afectaba el humor de la gente, los paseos, la dinámica social. En su caso, pudo notar cómo se habían modificado los ciclos del sueño, y se había incrementado la sensación de tristeza y nostalgia por el desarraigo. Aun así, la joven fue capaz de distinguir otros detalles relacionados con la cultura de un pueblo lleno de curiosidades.
“Me llamó la atención cómo la escritura manuscrita es el medio de comunicación de preferencia para expresar el afecto. Se envían cartas y postales para los cumpleaños y las fiestas y, por un tiempo, las exhiben en un mueble para prolongar la sensación de cariño”, observa.
“Dublín es una ciudad muy cosmopolita y es recién en el interior, en las zonas rurales, que se vive realmente la cultura local”, continúa. “Las familias suelen ser numerosas y, al igual que nosotros, suelen juntarse mucho en un almuerzo tardío”.
“La música celta está muy presente en todos lados, en las calles y en los pubs, así como su baile, el Riverdance, que es muy saltado y mayormente individual. Todo ello aporta una atmósfera muy especial en el ambiente. Algo que no hice, pero suelen practicar, es meterse en el mar helado en Navidad , es una costumbre que ellos tienen, ¡no lo logré porque es demasiado!”
Relaciones humanas en Dublín: “Les cuesta la confrontación”
Durante los siguientes tres años en Dublín, Vanesa aprendió acerca de la paciencia de los irlandeses, así como de su simpatía y especial gusto por hacer bromas. La amabilidad fue la característica reinante en sus encuentros, salvo por aquella vez que tuvo un desacuerdo con un empleado público.
Ella, que tenía ciertas dificultades para confrontar disgustos, encontró en los irlandeses a su espejo: “Son reservados en su vida íntima. Les cuesta la confrontación. Me pasó en el trabajo y en la convivencia con una irlandesa. Esto me impulsó a repensar si mi comunicación era lo suficientemente asertiva”, dice, pensativa.
“La cantidad de alcohol que consumen impacta, también se ve mucho abuso de la droga. Asimismo, observé mucho consumismo, que en algunos casos lleva a actitudes superficiales, en comparación con mi lugar de origen. Es cierto, no son espontáneos, pero cuando te conocés más, salen planes en el mismo día, aunque, por supuesto, siempre en un restaurante o pub. Nada de una juntada a tomar mates en casa”.
“Siento que es cuando sienten que te vas a quedar, que empiezan a confiar en vos. Si saben que te vas a ir (algo que sucede mucho en un lugar cosmopolita como Dublín), les duele si se involucran demasiado. Es normal, les ha pasado, entonces, a mi modo de ver, son distantes con los que llegan como mecanismo de protección, para después no sufrir y extrañar”, sonríe.
Trabajar en Dublín: “Siempre pude ahorrar, comprarme lo que quería, viajar”
Para Vanesa, hallar trabajo fue mucho más fácil de lo esperado. Ni bien se instaló en Dublín comenzó a enviar su CV, a los diez días tenía entrevistas y a los doce ya estaba empleada, a pesar de no tener aún el número personal de servicio público pertinente (Personal Public Service Number o PPS en Irlanda), aunque sí el comprobante que probaba que estaba en trámite.
Sin preocuparse en absoluto, su jefe le dijo que comenzara y le anunció que el primer mes le descontarían los impuestos correspondientes a la falta del PPS. Al mes siguiente, ya con el número en mano, Vanesa fue a la oficina de contaduría y le devolvieron el dinero.
Comenzó como asistente en una clínica dental y, al cabo de un año y medio, le ofrecieron liderar el equipo de enfermeras: “No podía ejercer como odontóloga por no tener el título revalidado, pero oportunidades laborales y para crecer hay muchísimas. Si tenés ganas de trabajar y te hacés entender en el idioma, son muy abiertos a recibir al extranjero. Confían en vos y tu forma de trabajo. En algunas compañías hasta te ofrecen pagar estudios, te suben de cargo si tu desempeño es bueno. En el CV no te piden ni edad, ni foto, se concentran en tu experiencia, actitud y tu responsabilidad. Los valores no se entrenan, las habilidades, sí”, asegura Vanesa.
“Es un país caro, pero se surfea muy bien con el sueldo. Eso sí, la calidad de vida depende mucho de la situación habitacional. Si convivís con tres personas en la casa de un dueño que no mantiene, baja mucho. Pero si trabajás full time (40 hs) ya vivís bien. Se le complica la calidad a los estudiantes, que solo pueden trabajar 20 horas mientras cursan. También se complica cuando tenés que irte porque el dueño quiere vender, en ese sentido se viven muchas situaciones estresantes. En mi caso tuve suerte, con los dueños y contratos. A nivel de poder adquisitivo, siempre pude ahorrar, comprarme lo que quería, viajar”, continúa.
“En Dublín, a pesar de que es la capital, en ningún momento me sentí insegura. Los inviernos son duros, sí, pero si podés llevar bien el tema del clima, se vive muy bien, lo importante es tener una buena relación sueldo-costo de alquiler”.
Expansión, amor y Argentina: “No es lo mismo haberse ido y volver, que nunca haberse ido”
Entre el trabajo y la vida social, Vanesa aprovechaba cada oportunidad que tenía para viajar, con el tiempo descubrió que aquello que se había propuesto años atrás en el consultorio odontológico que alquilaba, podía transformarse en el mantra de su vida: las oportunidades no se pierden, se transforman; no había podido hacer un intercambio de adolescente, pero sí podía diseñar ella su camino de enriquecimiento cultural y apertura al mundo.
Y fue en noviembre de 2019, en un viaje a España, que una puerta más se abrió ante ella: el amor. A él, Tim, lo conoció en un hostel justo antes de la pandemia. Al tiempo, empezaron a hablar y acordaron encontrarse en Budapest, pero la cuarentena los dejó distanciados, ella en Dublín, él en Inglaterra. Pero el amor fue más fuerte y, cuando se reencontraron en el 2020, consolidaron sus sentimientos y mantuvieron una relación a distancia durante los años siguientes.
“Yo, después de tres años en Irlanda, me vine en el 2022 a la Argentina por un tiempo prolongado. El vino en diciembre del año pasado a conocer a mi familia y al país -quedó fascinado, y en marzo de este 2023 volvió y nos casamos”, dice con una sonrisa. “Él regresó a Inglaterra y cuando culmine mi proceso de visa me voy a vivir con él”.
“Regresar a la Argentina es muy emotivo. Quiero hacer muchas cosas, comer todo lo que extraño, ver a toda mi gente, hacerme unos mates e ir al parque a que me pegue el sol. Me conmueve mucho, pero noto más el impacto económico, cómo influye en las charlas, cómo la gente consume mucha energía hablando de dinero, seguridad, política. Eso en Irlanda no sucede a este nivel”.
“Pero me conmueve la espontaneidad, el amor, la contención. Allá son más solitarios. Me emociona la cercanía y el soporte emocional, pero, aún así, pienso en empezar de cero en Argentina y me hace ruido”, continúa. “Así se construyó mi vida, con gente en distintos rincones del mundo. Me enseñó a vivir en expansión. Pasar por tantas experiencias te transforma. Todo tiene sus claroscuros, pero el mundo no es tan malo como te lo pintan”.
“Este camino que un día decidí tomar me enseñó que es importante escucharse, la apuesta será entonces en relación a cuáles son tus deseos y motivaciones. La respuesta para cada uno será distinta, por ello lo que a uno le sienta bien, no será lo que a otro. No hay lugar perfecto para vivir, pero algo es indudable: si sos una buena persona, siempre habrá gente que te ayude y es fundamental confiar en lo que uno siente que tiene que hacer en el momento”.
“Emigrar no es para todos, te plantea desafíos constantemente, te convierte en un pulpo emocional, te invita a conocerte muchísimo, a trabajar tu interior, si eso está bloqueado la experiencia de emigración será muy difícil. Es importante tener una caja de herramientas emocional (en mi caso escribir un diario, meditar, hacer yoga), en especial en los malos tiempos, que suceden. Estás fuera de la zona de confort casi todo el tiempo, entonces también hay que ser consciente de quién es uno y del amor que te rodea”.
“Tal como el día de mi primer clic, es crucial indagarse, preguntarse para qué hacés lo que hacés. En el camino, no ser muy duro con uno mismo, divertirse, ser curioso, entender que la vida es corta y que si queremos algo, hay que ir por ello. Nadie te regala nada, pero con esfuerzo se puede, con tener buena actitud y sin dejar de intentarlo. Y si uno vuelve no pasa nada. Siempre digo: no es lo mismo haberse ido y volver, que nunca haberse ido. Hay que apostar por la vida que uno está creando; Argentina, mientras tanto, siempre está en el corazón”.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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