¿Por qué tanta gente se separa hoy en día?
Si bien pueden ser diversas las razones que lleven a una pareja a romper su vínculo, algunas características de la era posmoderna alimentan y explican esta tendencia cada vez más presente en la sociedad global
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Hoy en día mucha gente se separa. ¿Cuál es la razón? El tema es complejo y responde a una multiplicidad de factores.
Al comienzo, toda pareja construye un ideal (el ideal de pareja). Cuando dicho ideal por distintas circunstancias no es alcanzado, como resultado sobreviene el quiebre.
Ahora bien, es importante tener presente que siempre, antes de una separación física, tiene lugar una separación emocional. Algunos expresan con resignación: “Me dejó de un día para el otro”. Pero lo cierto es que nadie se separa intempestivamente.
Hay personas que, cuando se separan, no tienen deseos de volver a estar en pareja. Esto es normal y el hecho de que todo el mundo tenga que estar en pareja no es otra cosa que un mandato cultural. Nunca deberíamos formar pareja para ser felices; uno debería ser feliz sin compañía, para luego compartir su felicidad con otra persona, lo cual es un gran desafío.
Muchos arman pareja (y les urge hacerlo) porque se sienten solos. En el fondo, tienen baja estima y parten de una carencia, en lugar de partir de su propio deseo interno. La cultura es un gran bazar de ideas que construimos entre todos, donde quedamos, sin quererlo, presos de nuestros propios pensamientos. Y hay ideas que son muy buenas y otras que son tóxicas.
Entonces, uno debe saber qué tomar de la cultura y qué no. El deseo interno es: “Quiero o no quiero formar pareja”; mientras que el deseo externo sería: “Tenés que formar pareja”. Lo ideal es pararnos en nuestro deseo interno. Hay personas que no quieren estar con alguien a su lado, y otras que han tenido pareja desde siempre, terminan una relación y comienzan una siguiente porque no toleran estar solos.
Por otro lado, si comparamos a la pareja moderna con la posmoderna, vemos que hay ventajas y dificultades en ambos modelos. Por ejemplo, la poca tolerancia que observamos ahora es una ventaja. Antes, la relación era “hasta que la muerte nos separe”. Entonces, aunque el vínculo estuviera deshecho, seguían juntos por los hijos, por el qué dirán, etc. Hoy ya no importa la opinión externa y hay más sinceridad.
Antes, todo era rutina y monotonía y se buscaba el armado del proyecto de familia por encima del eros, de la pasión, de la alegría de estar juntos. La palabra compromiso era muy grande, mientras que la palabra eros muy pequeña y muchas parejas eran infelices por esa falta de disfrute, de placer, a fin de cumplir con las obligaciones externas. Hoy en día, el eros es muy grande y el compromiso es muy pequeño. Como si el péndulo se hubiera ido al otro extremo.
Antes, el compartir y el cuidar al otro eran mandatos fuertes. Hoy, el individualismo es un mandato fortísimo y “lo importante es que yo esté bien”. Como consecuencia, algunas parejas jóvenes tienen dificultad para construir el cerebro de pareja, el “nosotros”. Precisamente por el exceso de individualismo, entre otros factores.
Sea cual sea la razón de la separación, lo ideal es saldar hacia atrás. Es decir, reconocer las cosas buenas que hubo y agradecerlas; y, al mismo tiempo, aceptar las cosas malas sin victimizarse ni satanizar al ex. Después de todo, fracasar no es quebrar una pareja, sino mantener una pareja que no funciona.
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