Tras un encuentro casual en su país natal decidió vivir en Argentina, un país que lo llevó a atravesar una odisea llena de luces y sombras, pero de la que no se arrepiente.
- 9 minutos de lectura'
En un barrio de su Armenia natal, Emil Hovhannisyan quedó maravillado ante el espectáculo. Se encontraba visitando a un amigo, cuando en el balcón de enfrente divisó a un grupo de personas que reían y compartían una especie de bebida extraña. Junto a ellos distinguió una bandera celeste y blanca que no supo reconocer. Todo el cuadro le pareció sumamente atractivo. ¿Por qué estarán tan felices?, se preguntó. De pronto, un movimiento intervino su estado de ensoñación y, sorprendido, supo que lo habían descubierto. Eran los saludos que no cesaban, así como las sonrisas, que parecían indicarle que podía unirse al grupo. A los pocos minutos se encontraron.
"Ese fue mi primer contacto con la Argentina", revela. "A pesar de que no podíamos comunicarnos, trataron de explicarme qué era el mate. Aquella tarde me encontré con gente cálida, que produjo en mí sensaciones nuevas. Hacía mucho que deseaba radicarme en otro país, pero no sabía dónde. Este episodio, aunque parezca increíble, hizo que me decidiera por Argentina".
Hacia un país desconocido: Argentina
Desde su regreso del servicio militar en territorio ruso, Emil deseaba emigrar de su patria. En su suelo no se sentía a gusto, en especial con el sistema político, aunque desconocía en profundidad qué era lo que su espíritu anhelaba. Había elegido la carrera de medicina, por lo que decidió permanecer en la ciudad de Ereván hasta concluir sus estudios, algo que logró en 1997 cuando le otorgaron el título de médico especialista en dermatología y enfermedades de transmisión sexual.
"Comencé a ejercer, pero mi incomodidad continuaba. En Armenia quedaban muchos rasgos de la Unión Soviética con los que no simpatizaba, pero había algo más", continúa Emil. "Y ese día, cuando vi aquella imagen de los argentinos, lo que me había llamado la atención era ver gente libre. Sus movimientos, su transparencia emocional, me clamaban libertad, algo que le transmití a mi esposa, quien accedió a emprender el viaje junto a nuestra hijita. Mi familia me comprendió, pero el resto de mi entorno no tanto: ¿Por qué un profesional de la medicina se iría a empezar de cero a un país tan extraño y lejano?".
Sumido en un estado de ansiedad extrema, un avión con escala en Moscú llevó al matrimonio a su nuevo destino. Emil jamás olvidará el ambiente en la sala de espera del aeropuerto que embarcó en su mayoría a argentinos: allí estaban, sentados en el piso, una vez más conversando fuerte, riendo y tomando mate. "Mis conclusiones fueron: son muy libres, son cálidos entre sí, y el mate es fundamental. Y cuando llegamos a Ezeiza el personal de seguridad y la policía nos sonrió, ¡Qué impacto!, eso jamás sucedería en Armenia. La miré a mi mujer y le dije: Tomamos una buena decisión. Llegamos a un buen país".
De médico a albañil en Buenos Aires y pescador en Santa Fe
En aquel 1998, después de la comodidad de la vivienda propia, Emil y su familia tuvieron que acostumbrarse a compartir un baño y una cocina en un alojamiento porteño. De pronto fue evidente que, sin residencia legal y sin idioma, encontrar empleo sería una odisea titánica. A las dos semanas, sin embargo, surgió un trabajo en una obra.
"Fue un momento decisivo. Unas semanas atrás era un médico en un consultorio y ahora pasaría a trabajar como ayudante de obra. Nadie me había obligado a irme de mi país y mi título no era válido en Argentina, me dije: esta es ahora mi realidad, me presenté y me tomaron".
El empleo duró seis meses en los cuales Emil conoció buena gente que lo ayudó a aprender la lengua y apreciar el trabajo físico fuerte. Pronto quedó desempleado y en un estado de incertidumbre, aunque siempre atento a las nuevas oportunidades: "Surgió una posibilidad en Santa Fe, en una clínica de rehabilitación donde contrataban inmigrantes. Por los papeles no cumplía los requisitos, pero me quedé como voluntario".
El matrimonio había pagado un alquiler adelantado por unos meses, pero con la escasez de ingresos los alimentos comenzaron a faltar. La preocupación se extremó por su hija, lo que llevó a Emil a caminar incansablemente tras la búsqueda de algún empleo. "Así, un día terminé cerca del Paraná y vi pescadores, corrí hacia uno de ellos y con mi poco castellano comprendieron mi desesperación. Armaron una línea de pesca y me dieron carnada. ¡Qué alegría!, ese día saqué cuatro peces que cociné a la parrilla con leña".
Un trabajo casual de pintura ayudó a la familia a volver a Buenos Aires, donde Emil y su mujer rotaron por varios empleos, conscientes de que debían revalidar sus títulos si deseaban conquistar una mejor calidad de vida: "Para ello primero teníamos que hacer lo mismo con el secundario. En el 2001, sin documentos, idioma y mucho cansancio, mi esposa se volvió a Armenia con mis hijas (ya eran dos): nuestro matrimonio había fallado, pero yo me quedé luchando para salir adelante".
Hábitos y costumbres de una Argentina amada
A pesar de sus altos y bajos, Emil no duda en afirmar que su lugar en Argentina es digno y que jamás se sintió discriminado. Para el armenio, la propia voluntad y el respeto por el país anfitrión son el pilar de un buen pasar:
"La constitución argentina dice que los inmigrantes son bienvenidos; desde ese lugar, mi deseo es siempre aportar algo bueno, y agradezco el agua y el pan que me da cada día el país. Para mí las costumbres de esta tierra son maravillosas y se hicieron evidentes ya en Santa Fe. Allá descubrí al gaucho y me enamoré del folclore, del asado y de compartir mate con los vecinos. Me impactó el buen trato que la mayoría tiene hacia los animales y los niños", continúa con una sonrisa.
Pero para Emil, entre los hábitos argentinos hubo una sorpresa mayúscula: el permiso a disfrutar, relajarse y a mostrar las emociones: "En Armenia no le prestaba atención a los viernes, y fue increíble develar su importancia en Argentina, ¡viernes es sinónimo de fiesta!", exclama. "Para mí en Argentina la libertad está desparramada en el aire. Una simple caminata te hace sentir libre en este país, más allá de la situación económica. La libertad no se compra y no se vende, sin dudas, fue el mayor choque cultural. En Armenia una celebración, por ejemplo, concluye entre las 10 y 11 de la noche, acá a esa hora recién te bañas y salís. Sin querer caí en un lugar en el mundo donde descubrí que me siento cómodo con esos hábitos".
Calidad de vida y las frases mágicas del argentino
Emil no lo duda, para él la Argentina es el país de las maravillas y, Buenos Aires, un hermoso virus que penetra en la sangre y permanece. Como inmigrante atravesó días duros en extremo, impregnados de estrés, mudanzas e inestabilidad. Sin embargo, considera que la atmósfera en la que se vive es incomparable:
"Si tenés fe y voluntad de creer, cosas increíbles suceden en esta tierra. Cuando parece que la vida ya se terminó aparece algo o alguien que te da una mano y te abre el camino. Es impresionante", afirma conmovido.
"Los argentinos te cuentan sus mil problemas, pero después vienen las frases mágicas: `Vamos a ver qué pasa´, `Ya vendrán tiempos mejores´, `Vamos a estar bien´. Aprendí de eso y a permitirme vivir con mayor intensidad. Personalmente, siento que uno puede decir que tiene calidad de vida cuando tiene libertad y amistad; es sentirse feliz con el entorno, y los argentinos te abren esas puertas. Y, más allá de que hay gente buena y mala en todo el mundo, a mí me tocó toparme con grandes corazones, por lo que considero que la calidad humana es alta".
Las grandes enseñanzas argentinas
Para Emil, el reencuentro con su tierra natal siempre es emocionante, aun así, a los pocos días extraña a su Buenos Aires querida, un sentimiento que le provoca una tristeza dulce, que le reafirma que ya se siente argentino: "Volver a mi patria es lindo, pero allí añoro mi libertad, y en los viernes armenios recuerdo más que nunca esa falta que me provoca ahogo. Pero no se puede ir en contra del otro país, hay que aceptarlo, entonces simplemente vuelvo y al primer viernes destapo un vino con amigos y ya me siento bien. Esa es la realidad", ríe con ganas.
Hace veinticuatro años entrecortados que Emil Hovhannisyan vive en la Argentina. Alguna vez intentó retornar definitivamente a Armenia, pero no funcionó: soñaba con las calles de Buenos Aires, su gente cálida y, por sobre todo, con la libertad. En el 2006 revalidó su título de secundario, que exhibe con el mismo orgullo que su añorada residencia. En el 2007 inició el camino para autenticar su título de médico, algo que quedó trunco, pero que le abrió las puertas a la Cruz Roja Argentina, a un título como técnico en radiología y a un empleo en el área. Sin embargo, como observador nato, le dio un nuevo giro a su vida: en la actualidad se dedica a las investigaciones y la criminalística, luego de cursar los estudios pertinentes.
Hoy, el hombre de 55 años no siente más que un profundo agradecimiento por las grandes enseñanzas que le brindó el suelo austral: “Argentina me enseñó a vivir más calmado. Acá aprendí a valorar la libertad, aprendí a mirar el cielo y los árboles, a escuchar folclore y tomar mate. Esta tierra me instruyó acerca del gaucho y el compartir. Acá aprendí a caminar y sentirme feliz; a sentarme a tomar un café en esos bares, con esas mesitas y esos camareros tan especiales, y sentir el viento de alegría, las buenas emociones. En esta nación aprendí un idioma y hasta pude escribir poesías en castellano”.
"Hoy estoy impactado en lo laboral, pero la libertad y la dulzura de la argentina nadie me lo va a quitar. ¡El hecho de que pueda contar mi historia es mi confirmación de que en este país pasan maravillas! Acá siempre voy adelante; uno tiene que amar y valorar, y yo amo a la Argentina, no quiere decir que olvide mi patria, pero me enamoré de este suelo, y estoy orgulloso y agradecido de esta tierra. Cuando uno tiene la fortuna de caer en su lugar en el mundo, simplemente es feliz".
*
Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir . Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
Más notas de Argentina inesperada
“Necesitaba respuestas”. Viajó para hallar sus raíces y lo que descubrió lo dejó perplejo
A pesar del café argentino y la inestabilidad. Vino por un tiempo y eligió quedarse: “No entiendo por qué no es potencia”
Su padre es argentino. Nació y creció en el extranjero, y cuenta por qué eligió el país para vivir: “Estoy en lo mejor”
Más leídas de Lifestyle
Alimentación. Las 11 reglas para vivir más años, según la familia más longeva del mundo
Para considerar. El alimento que un cardiólogo recomendó no incluir jamás en el desayuno
Secreto de jardín. El fertilizante ideal para hacer crecer las plantas en tiempo récord: se prepara en casa y es barato
¿Es así? Qué personalidad tienen las personas que se bañan por la mañana